“Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie, ni hacerle mal en su persona, aunque piense y diga diferente”. Estas son las palabras* que Jaime Garzón trataba de llevar a cada lugar al que llegaba, lugares que se llenaban de su sonrisa amplia y ruidosa; que sin duda llamaba de inmediato la atención de quienes estuvieran y se contagiaban con el buen ambiente y el humor de este hombre.
En este día 13 del mes de agosto, se conmemoró una vez más la muerte de Jaime Eduardo Garzón Forero, asesinado hace 20 años cuando apenas el día daba paso a los primeros rayos del sol, en alguna calle de la capital Colombiana. Este abogado (sin graduarse) nacido en Sumapaz Cundinamarca, el 24 de octubre de 1960, pasó de sus estudios de derecho en la Universidad Nacional de Colombia, a ser nombrado alcalde menor de su lugar natal y después de varios cargos públicos, saltó a la fama nacional con su programa Zoociedad; un espacio que aprovechaba la coyuntura política y económica del país para mostrar, desde el lado del humor, la realidad nacional y hacernos ver el verdadero país en el que vivíamos en esa época.
Luego, con el paso de los años, su imagen de crítico político se fue ampliando y con ello pasó de Zoociedad a Quac el noticiero, otro programa que seguía el mismo hilo conductor de crítica política, apoyado en famosos personajes que hacían ver cómica la realidad nacional. Desde una cocinera de la casa presidencial hasta un portero de edificio eran en sus personajes, los más fuertes críticos del gobierno de turno, lo que sin duda daba a las sociedades del momento otra opción de ver la verdadera política local.
Jaime Garzón se fue convirtiendo en un fuerte referente para las generaciones de su época, debido a su brillante forma de ver lo que pasaba y sobre todo por su gran sentido del humor, lo que sin duda le daba amplios espacios en la vida pública. Se apoderó de una lucha personal por la defensa de los derechos humanos y por tratar de llevar un mensaje de “unidad nacional” y de renovación a todos los espacios, especialmente en los jóvenes universitarios del país, en donde veía la oportunidad de hacer llegar su mensaje e invitar a cambiar el sentido de las cosas para tratar, desde el trabajo de cada individuo, el construir un mejor país para las futuras generaciones. En esos afanes de la vida y después de un tratamiento estético que le regaló una nueva sonrisa, con una prótesis dental, nace su tal vez, personaje más famoso —Heriberto de La Calle— un lustrador de zapatos que con el paso de los años pasaría a ser el crítico y entrevistador más visto del país.
Desde su banquillo de lustrador, hacía pasar para “embolar” a personajes de la vida nacional e internacional; desde deportistas, reinas de bellezas, presentadores, candidatos presidenciales, embajadores y amigos, todos pasaban por sus inteligentes preguntas y eran sometidos, en el mejor sentido de la palabra, a un espacio en donde dejaban ver la realidad de sus vidas. Heriberto de la Calle era sencillamente el rostro de la realidad nacional y de esa forma, Jaime Garzón se transformaba para mostrar desde su boca desdentada, que era posible entablar conversaciones críticas y amables donde su única arma era el humor y un cepillo de lustrador. Donde cada día se esforzaba por seguir lustrando las sonrisas de todo los Colombianos, en un país que cada día lo necesita aún más.
Este año, más que conmemorar la imagen de este personaje y de recordar sus críticas, su risa, sus programas, debemos llevar muy presente su legado de unidad nacional, el ir caminando de la mano sin importar que el otro piense y diga diferente.
Lo que verdaderamente importa y lo que sin duda nos debe quedar es que siempre las palabras y el diálogo serán las únicas salidas que podemos encontrar para afrontar nuestras diferencias. El tener un sentido de pertenencia y sobre todo crítico-constructivo del país que nos rodea será la base para la construcción de una mejor sociedad. Ese era sin duda la base de sus mensajes, como quedó registrado en una conferencia en una universidad de Cali donde resalta a un grupo de estudiantes el verdadero valor de la educación y del papel que las universidades deben jugar en la sociedad como laboratorio de soluciones para todos.
Jaime Garzón debe vivir eternamente en la memoria de todos los colombianos, para saber que tal vez algunos grandes hombres mueren pronto, pero sin duda su legado y sus palabras quedarán por siempre.
(*) Pedazo 10-2 – Constitución de las comunidades Wayúu de la Alta Guajira Colombiana; ayudada a traducir por Jaime Garzón y un grupo de constitucionalistas especializados.