El polémico cargo, identificado popularmente como el hombre de la mermelada o del computador de Palacio, nació producto de una de las tantas disputas Santos y Uribe.
En pleno empalme de 2010 y cuando se creía que habría armonía en la transición gubernamental entre los dos líderes del mismo partido, el Partido de la U, que había llevado a Santos a la Casa de Nariño, el recién electo presidente soltó el nombre de Germán Vargas Lleras como posible ministro de Defensa. El presidente Uribe no disimuló su inconformidad frente al posible nombramiento de un contendor político en uno de los cargos más cuidados y claves para la continuidad de la Seguridad Democrática. El escogido finalmente fue Rodrigo Rivera y Vargas Lleras terminó de ministro del Interior. Sin embargo, el control de las relaciones con el Congreso estaría en cabeza de un militante del mismo partido del gobierno: el pereirano Germán Chica, para lo cual creó la Alta Consejería para Asuntos Políticos.
El rol no era nuevo y ya lo había ocupado por otro pereirano, Fabio Villegas, pero desde la Secretaría General de la Presidencia de César Gaviria. Entonces se dio un paso importante para sistematizar y controlar las cuotas de los partidos y la participación regional en nombramientos, es decir, la tajada burocrática para compensar a los congresistas afines y comprometerlos con el trámite legislativo.
En el gobierno de Juan Manuel Santos tendría un rol complementario y clave para mantener la coalición de gobierno en una relación de compromiso tan cercano que se convirtió en el motor de la reelección en 2014. Desde allí se manejarían los llamados cupos indicativos, que de manera coloquial el primer director de Planeación Nacional de Santos y luego ministro de Hacienda, el economista Juan Carlos Echeverry, bautizaría como la mermelada para los congresistas.
Esta millonaria partida presupuestal, acordada en el Ministerio de Hacienda se convirtió en una sofisticada forma de clientelismo que en algunos casos derivó en corrupción; unos recursos bien aprovechados por los congresistas para consolidar su poder local.
Por la oficina de Germán Chica en el Palacio de Nariño pasaban congresistas y altos funcionarios del gobierno a la espera de la autorización presidencial de nombramientos de representantes de las entidades del orden nacional en las regiones como el ICBF, el Sena, el Incoder, Corpoica, así como en participación en distintas juntas directivas. El pulso era fuerte, un procedimiento que no garantizaba calidad profesional sino representación política para garantizar las mayorías en el Congreso a través de la llamada Unidad Nacional que durante el mandato Santos I se ocupaba de las cuatro locomotoras que guiaron su plan de gobierno.
Chica resultó tan minucioso que los detalles que anotaba terminaron dejando huella. Anotaba la entidad en la que se haría el nombramiento, el departamento, el cargo específico y el nombre del congresista que lo pedía. Por ejemplo, en noviembre de 2010, tres meses después de que Santos asumiera como Presidente, Chica le escribió a Juan Mesa, quien en ese entonces era Alto Consejero para las Comunicaciones de la Presidencia de la República, pidiéndole un puesto en la RTVC. “Juan: amigos importantes de Antioquia proponen considerar este perfil para un cargo con la RTVC. Es hijo de un dirigente que falleció”.
La huella de Germán Chica en la repartición de mermelada de Palacio
Chica salió de la Alta Consejería en 2011 y, después de un breve paso como ministro plenipotenciario de la Misión de la OEA en Nueva York, llegó a la dirección de la Federación Nacional de Departamentos hasta que, en 2014, el expresidente y entonces senador Uribe lo señaló de haber gestionado dineros de paramilitares para asegurar una ley de rendición con una supuesta intermediación del asesor político J.J. Rendón, un escándalo mediático que terminó forzando su salida del Palacio de Nariño, y al venezolano a tomar distancia de Colombia y del Presidente a quien le había ayudado a ganar las elecciones.
La aparatosa salida de Chica llevó a ser reemplazado por otro político del corazón del Partido de la U. En agosto de 2011, Aurelio Iragorri Valencia fue trasladado del viceministerio del Interior al Palacio de Nariño. Fuero ocho fructíferos meses en los que Aurelio Iragorri, que supo crecer a la sombra de Santos hasta terminar nombrado como gobernador (e) del Valle ante la destitución de Héctor Fabio Useche. Los ojos del computador quedaron en la mira del Alto consejero de las comunicaciones, otro cercano de Santos y actual embajador en Roma, Juan Mesa, quien aceptó el nombramiento como Secretario General de la Presidencia en reemplazo de Federico Rengifo con la condición de llevarse a su escritorio la atribución de nombrar y asignar cupos indicativos. Mesa ocupó el puesto en el preciso momento en 2012. Entre Iragorri y Mesa entregaron más de 1.900 puestos a 164 congresistas en 23 entidades públicas.
Concluida el encargo en el Valle, Iragorri reemplazó a Juan Mesa en la Secretaría General de la Presidencia en 2013 y retomó también el manejo del computador y la jugosa partida de los cupos indicativos, clave para la campaña reeleccionista que Santos tenía por delante. La catapultada de Iragorri lo mandó al Ministerio del Interior y se convirtió en uno de los hombres de confianza del Presidente.
El manejo legislativo quedó entonces en manos de un político regional de bajo perfil: Faihan Alfayez Chaljub, quien terminó de embajador de Colombia en los Emiratos Árabes Unidos, siendo reemplazado a su vez por otra figura de corto vuelo y también cordobesa: Luis Miguel Pico, con lo cual entró a los pasillos la sombra de una vieja amiga de Santos: la exsenadora investigada por parapolítica Zulema Jattin. Pico terminó nombrado secretario privado de la Presidencia.
El Fiscal Néstor Humberto Martínez está detrás de la ruta de la mermelada, a la que se refirió el excongresista Musa Besaile, investigado por la Corte. Según Besaile, Pico era uno de los hombres claves en el inicio del segundo gobierno para gestionar los cupos indicativos en Palacio que eran asumidos como premio a los resultados electorales de cada congresista.
La mermelada se tecnificó aún más y las entidades que se entregaron también estaban organizadas en importancia y número de cupos disponibles. Pico también terminó enredado por el caso Odebrecht y cuando llegó al viceministerio de Agricultura la Procuraduría le abrió una investigación por su responsabilidad en el otrosí Ocaña– Gamarra de la Ruta del Sol II.
El exdirector del Sena, el peñalosista Alfonso Prada, llegó en 2017 a la Secretaría General empoderado con el manejo del computador. Su habilidad estaba a prueba antes la urgencia presidencial de lograr tramitar el mayor número de proyectos a través del famoso Fast-Track, para implementar los Acuerdos con las Farc, con un Presidente con el sol a las espaldas. Prada tiene al frente varios procesos judiciales y disciplinarios por presuntas irregularidades en la contratación dentro del SENA cuando estuvo al frente.
Iván Duque prometió en campaña lograr una relación fluida con el Congreso sin mediación de prebendas, clientelas y contratos. Sin mermelada. Sin embargo, en el encuentro con los conservadores hizo pública la llegada del exsenador uribista, colega de bancada del Centro Democrático, el barranquillero Jaime Amín.
Se trata de un político tradicional que bebió de las aguas liberales del cacique José Name Terán. Su tránsito al uribismo se dio desde la primera campaña en 2002. Su esposa Claudia Betancourt fue nombrada Notaria sexta de Barranquilla. El expresidente lo colocó en el renglón 14 de la lista del Centro Democrático, pero a pesar de haber endurecido su discurso haciéndole eco a las posiciones más radicales frente a las Farc, perdió su curul con el joven barranquillero Carlos Meisel. Su trabajo será en llave con la ministra del Interior Nancy Patricia Gutiérrez, y juntos esperan sacar adelante la agenda legislativa sin mermelada ni cuotas políticas como prometió su jefe. El tiempo y las urgencias políticas lo dirán.