El pasado domingo 8 de junio una persona fue asesinada en la ciudad de montería momentos después de que acabara el partido entre Jaguares y América; el hecho ocurrió en el barrio Cantaclaro, sur de la ciudad de Montería, en una de las calles principales y en el momento en que mucha gente se congregaba en algunos bares cercanos para celebrar el primer título del equipo cordobés.
Las balas fueron disparadas en la noche del domingo y continuaron su recorrido sangriento el lunes a eso de las 6 de la mañana, en el mismo barrio. Un hombre fue víctima en otro atentado – pues ya le habían hecho uno anteriormente-, pero las heridas, hasta donde he escuchado, no le han causado la muerte.
Mientras redactaba esta noticia, a eso de las 9 de la noche del lunes 9 de junio, otro hombre fue asesinado por la misma calle en donde vivo y al frente de la plaza en donde, en compañía de algunos amigos, acostumbro a jugar fútbol todas las noches. Eso quiere decir, que fueron asesinados dos hombres y un herido de gravedad en menos de 24 horas, situación que ilustra claramente la realidad que les expongo.
Cantaclaro, el barrio donde he residido toda mi vida, ha sido el epicentro de muchos asesinatos y actos delincuenciales no solo en lo que va del 2014, sino a través de su corta historia, sin embargo, las autoridades los atribuyen a lo que técnicamente se conoce como “ajustes de cuentas”; la mayoría de personas fueron asesinadas porque “la debían”. Si es así, y si esta lógica judicial se mantiene, estaríamos ante una realidad que continuará menoscabándose por esta clase de actos.
Escribo esto para denunciar la ineficacia de las medidas tomadas por las autoridades competentes, ya que el número de policías que manden a los barrios (por citar una de las pocas medidas) no garantiza nuestra seguridad y las balas continúan disparándose desde armas anónimas, pues nadie lo hizo ni nadie vio ni escuchó nada.