¿Qué hay detrás de Francia Márquez Mina, la mujer que nos están vendiendo como un fenómeno político y posible vicepresidenta de la República? ¿Qué encarna la irrupción del discurso de Francia? Lo primero que hay que decir es que Francia no es la académica que quieren promover. Líder y activista sí es, evidentemente. Lo que pocos han reparado es que, en la actualidad, abandera la irrupción repentísta de la Izquierda Woke o “Wokismo” en Colombia.
Con la expresión “racismo sistémico” o “institucional” denuncia la omnipresencia de un mal que, según ese credo, permanece enquistado en la sociedad por efecto de unas estructuras injustas, que ella afirma aún existen. La referida ideología predica que, para exorcizar el maleficio, hay que mantenerse constantemente en guardia y despiertos (wok, que es slang derivado de, to be awake, o to stay awake) y se refiere a quienes ya han despertado a las cuestiones progresistas y están alerta ante las injusticias.
Cuando se refiere al “privilegio blanco”, se alude a las supuestas ventajas que acompañan a todo blanco desde su nacimiento y de las que deben hacerse conscientes como primer paso para enmendar el sistema. La expresión amplía su significado según el país, pues en Europa, ya Woke se refiere a todo lo que antes se calificaba como “políticamente correcto”, e incluye el feminismo, los derechos de los transexuales y por supuesto el antirracismo.
Unido a lo anterior está la noción de “supremacismo blanco”, utilizada por doña Francia, en varios de sus viejos tuits, que prodiga la creencia de quienes se ven superiores a los no blancos, quienes se empeñan en perpetuar un sistema que refleje esa creencia.
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La retórica del movimiento que importa Francia viene de países donde hubo una verdadera segregación racial, que hoy viven un revisionismo confrontacional bajo el rótulo que ahora ella enarbola en Colombia
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Sin embargo, la retórica del movimiento Woke, que importa Francia para debutar en política, viene de países donde hubo una verdadera segregación racial, países que hoy viven un revisionismo confrontacional bajo el rótulo que ahora enarbola Márquez en Colombia, pero la herramienta tiene una falla estructural en su aplicación colombiana: Colombia no es un país de blancos opresores, no es un territorio de apartheid ni buses para negros o comedores excluyentes. Somos una nación fundida en la mezcla racial que se desencadena desenfrenadamente con todo derecho y exponencialmente después que los ejércitos libertadores de bolívar tuvieran –por su voluntad y por la dinámica de la revolución- generales, coroneles, capitanes y batallones negros e indígenas que pelearon por nuestra independencia a diferencia de lo ocurrido en las colonias blancas africanas o incluso en los Estados Unidos. Ya desde antes, la colonización española mayoritariamente masculina, fue dándose instintivamente hacia una amalgama racial que hoy nos integra. Por eso, la furiosa división entre blancos y negros con la que Francia despega para incorporar el wokismo en nuestra política, suena exótica, ajena, y aunque muchos la recojan, la inmensa mayoría no identifica en el wokismo una verdad social colombiana que impulse lo suficiente para dirigir un país desde semejante retórica, por mucho que seamos dados a copiar lo foráneo que venga en boga.
Sobre esta corriente de pensamiento, hay que decir que, deudora del marxismo, la ideología denominada “izquierda woke” empieza en lo racial y se proyecta a los demás ámbitos de inequidades sociales, y consigue sustituir la lucha de clases por la lucha de identidades. Como una evolución que re-ensambla las viejas teorías marxistas derrotadas. La vida social queda así reducida a un conflicto permanente entre opresores y oprimidos. La empresa es opresora, la clase trabajadora es la oprimida. Los blancos son los amos, los negros los esclavos. Los hombres son machistas y maltratadores, las mujeres las víctimas. Los bancos son expropiadores de las casas hipotecadas, como dijo Francia en reciente entrevista a Yamit Amat, y los deudores las víctimas. El estanciero es un vejador y el campesino el vejado. Y así podemos seguir hasta cubrir todos los segmentos de la población, según estrato y condición, llegando a un punto en que la sociedad se convierte en una tarima permanente de enfrentamientos, que solo benefician a los que los agencian, pues se erigen en los que llegan a hacer justicia y a efectuar una especie de liberación.
Como si el modelo económico ruinoso contenido en el programa de Petro no fuera suficiente congoja, hay que sumar ahora la táctica de división y violencia que se quiere inocular en la población a base de políticas identitarias mal calcadas de otras sociedades, que ya encarna Francia, no con pocos prosélitos. El modelo que se ofrece es un reflejo del que ha querido imponer el Gobierno PSOE/PODEMOS en España. Prometen crear un ministerio de la igualdad que se encargará de resolver las inequidades sociales en favor de algunos sectores y de forma independiente de las entidades encargadas del asistencialismo que Petro ha convertido en su principal derrotero. “El Ministerio de la Igualdad es un ministerio para las mujeres, las diversidades sexuales y de género, los pueblos excluidos históricamente y la juventud colombiana. Desde ahí estaremos haciendo las transformaciones que requiere este país”, dijo Francia Márquez. En medio de esta crisis económica, en la que se impone reducir gastos, conviene preguntarnos si es necesario crear un ministerio con derroteros tan gaseosos y misiones contenidas en la existencia de otras entidades del estado. Lo que le faltaba a esta sociedad polarizada y rota desde el desastroso acuerdo de la habana, es la entronización del wokismo como forma de combate político. Sí. El discurso de Francia, la caja de resonancia de la izquierda woke, esa que busca recrudecer heridas que en Colombia superamos mucho antes que en Norteamérica, y busca cabalgar políticamente sobre injusticias que sufren las minorías, asociando la pobreza a lo étnico. Es una apuesta inescrupulosa porque divide e instala un odio nuevo, pero sin duda es audaz, hay que reconocerlo.
Bien lo han dicho académicos marxistas, es muy rentable, revolver aguas, revivir viejas discusiones sobre el racismo, para demostrar que todavía hay una guerra de “racismo estructural” y que mientras no sea superada se debe mantener un clima permanentemente insurreccional. La apuesta no sólo es populista sino una verdadera amenaza a la democracia e instala sin rodeos la cultura de cancelación. No se les puede criticar ni cuestionar y ellos sí pueden generar la violencia que sea necesaria para consolidar sus aspiraciones.
Por todo eso, la designación de Francia como fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro, generó preocupación en el primer anillo de su sanedrín, aunque después de los más de 780.000 votos depositados por la líder Afrodescendiente, el zipaquireño no tenía muchas opciones y tuvo que darle paso. No obstante, el círculo íntimo que ve en la presidencia de Petro su propio paso al verdadero poder, identifica que las intervenciones de Francia ponen en riesgo las posibilidades de ganar, precisamente porque alertan los instintos democráticos de los indecisos que empiezan a verla como un factor desestabilizante.
La inquietud no es descabellada, se trata nada más y nada menos de la persona que en virtud de lo dispuesto en la Constitución, reemplazará al presidente, en sus faltas temporales o absolutas, aún en el caso de que éstas se presenten antes de su posesión. Este solo hecho obliga a escuchar con atención lo que dice, revisar su trayectoria, buscar sus tuits más viejos y observar con detenimiento los mensajes cifrados y sus reacciones ante situaciones de confrontación.
Más allá del wokismo, la artillería de campaña de la compañera de viaje de Petro, genera otros motivos de preocupación. ¿Será casualidad que el ELN celebre su designación?, ¿Es inofensivo que ella misma se muestre sin rubores como defensora de la Primera Línea? A estas alturas, es imposible no preguntarse: ¿Qué mas encarnará Francia?
@sergioaraujoc