Las reformas en las políticas de seguridad y defensa nacional han traído novedades, sobresaltos y sacudones. El martes 9 de mayo, luego de posesionar al nuevo director de la Policía Nacional, general William Salamanca, Petro los convocó a él y al ministro de Defensa, Iván Velásquez, para mirar en perspectiva el panorama en esos dos frentes.
Apoyado en una evaluación presentada por el ministro Iván Velásquez y en los amplios conocimientos y experiencia que el nuevo jefe de la Policía tiene en esas materias, al presidente Gustavo Petro consideró que había llegado la hora para profundizar los cambios en los niveles directivos del Ministerio. Por eso autorizó a Velásquez a pedirles la renuncia a sus tres viceministros y barajar de nuevo en La nómina.
El que menos acogida tenía en la Casa de Nariño era el general (r.) Ricardo Díaz, viceministro para Estrategia y Planeación. No solo por supuestas debilidades en la gestión, sino por una razón subjetiva: Por ser hijo del general Hernando Díaz Sanmiguel, Petro lo asociaba con la época en la que el M-19 sufrió los más fuertes golpes por parte del Ejército. Eran los tiempos de la vigencia del Estatuto de Seguridad y del Estado de Sitio.
Alberto Lara, viceministro para las Políticas de Defensa y Seguridad, venía acompañando el proceso de modernización del armamento y equipo militar y se habría visto desbordado por la capacidad de intriga y cabildeo de los representantes de las compañías fabricantes de aviones de guerra y piezas de artillería.
En las redes sociales la viceministra Elsa Piedad Morales, encargada de los asuntos de los Veteranos y del poderoso Grupo Empresarial del sector Defensa, era cuestionada con frecuencia por su supuesta lentitud en decisiones administrativas que eran claves y urgentes.
Por ahora no han trascendido los nombres que se barajarían para sucederlos si sus renuncias protocolarias son aceptadas.
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