Iván Márquez y su confusa carta abierta

Iván Márquez y su confusa carta abierta

El otrora comandante de las Farc puso fin a su silencio con una misiva también firmada por El Paisa. Una mirada a esta

Por: Gearóid Ó Loingsigh
octubre 09, 2018
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Iván Márquez y su confusa carta abierta
Foto: Twitter @IvanMarquezFARC

En la carta Márquez revela, sin decirlo, una de las razones por su desaparición y la incertidumbre respecto a su paradero.

La carta es diciente en muchos aspectos, quizás de una forma no pretendida por Márquez. La primera preocupación que aparece en la carta es la inseguridad jurídica de los farianos y cita el caso de Santrich como ejemplo claro.

“Sin duda, la inseguridad jurídica tocó techo con la detención de Jesús Santrich con fines de extradición mediante montaje judicial urdido por el Fiscal General, el embajador de los EE.UU. y la DEA. Esta decisión delirante concebida para sabotear la paz terminó ahuyentando la poca confianza que quedaba en los excombatientes… Estamos frente a un descarado abuso en el ejercicio del poder, mezclado con una rendición inaceptable de nuestra soberanía jurídica a una potencia extranjera” [1].

Tiene razón en cuanto al montaje burdo contra Santrich. Es un montaje y la Fiscalía tuvo que reconocer hace poco que no tiene la más mínima prueba en su contra. Según el fiscal general todas las “pruebas” las tiene la Fiscalía de los EE.UU.

“Le he reiterado a la JEP que en el expediente no tiene pruebas de audios y videos (...) Es que el gran jurado de la Corte de Nueva York tuvo acceso a audios y videos que determinan los hechos que han dado lugar a la acción de la Corte de Nueva York en este caso” [2].

Pero no se hizo para sabotear la paz como afirma Márquez, sino para recordarle al nuevo partido de la Farc que el Estado exige un sometimiento total. Cuando detuvieron a Santrich el máximo jefe de la Farc, Rodrigo Londoño, alias Timochenko afirmó en una carta a los militantes de la Farc que:

En el momento en que firmamos el acuerdo aceptamos la constitución y las leyes y es nuestro deber actuar ajustados a ellas. Quien no lo haga debe atenerse a las consecuencias y ahí difícilmente puede pedírsele solidaridad al partido [3].

Previo a la carta se reunió con Santos y afirmó en su cuenta de Twitter que pidió el debido proceso para Santrich, es decir el debido proceso dentro de un marco legal diseñado por sus enemigos, un marco legal que el acuerdo de La Habana no cambia, no obstante el sistema transitorio de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Es obvio por la carta que Timochenko cree firmemente en la justicia colombiana y de paso la de cualquier estado capitalista (postura rara para un supuesto marxista). Timochenko cree tanto en el sistema judicial y el derecho burgués que cuando anunciaron que habían abierto un proceso contra Uribe fue enfático en exigir el debido proceso y la presunción de inocencia. Uribe recibió un apoyo vocal más enérgico que Santrich. Joaquín Gómez y Bertulfo Álvarez, dos excomandantes refirieron a eso en otra carta:

Cómo es posible que se cometan incoherencias, partiendo por supuesto de nuestra óptica de revolucionarios, tales como la de Timo, al afirmar en un Foro en Manizales, que él pedía que al 'honorable' senador Uribe se le respetara el debido proceso, y 'el principio de inocencia', mientras que en el caso Santrich, lo que dijo fue palabras más, palabras menos, que Santrich debería demostrar su inocencia, o sea, que se partía del hecho de que era culpable. Una posición absolutamente adversa a Santrich, comparada con la actitud defensiva asumida con relación al caso del 'honorable senador' y psicópata Álvaro Uribe, padre genuino del paramilitarismo en Colombia [4].

Márquez tiene algo de razón cuando habla de funcionarios de los EE.UU. y de Colombia, sin lugar a dudas hay sectores de la burguesía y del Estado que buscan venganza, pero la inseguridad jurídica no es un problema creado por esos personajes, es un problema de fondo del mismo proceso de paz y el acuerdo firmado.

El acuerdo de La Habana en su versión original sometida a plebiscito no habría impedido para nada lo que ocurrió a Santrich ni a los farianos que aún permanecen en las cárceles del país. La segunda versión tampoco. En las negociaciones en La Habana los farianos creyeron tanto en su propio discurso y confiaron tanto en las bondades y buenos oficios de la burguesía que nunca se les ocurrió que pudiera pasar lo que está pasando. Santrich es víctima del sistema judicial colombiano, pero también de su propia organización y del acuerdo que él ayudó a negociar. Se rieron de la sugerencia de insistir en ser tratados como rebeldes y bajo el amparo del derecho a la rebelión como figura jurídica. Ya no se ríen tanto viendo cómo el Estado los trata como criminales comunes.

La referencia a la entrega de la soberanía jurídica es de risa. Colombia entregó su soberanía jurídica hace muchos años y el acuerdo de La Habana ni trata el tema. De hecho, la sección de justicia de dicho acuerdo no es más que un débil e ignominioso intento de evitar la intervención de la Corte Penal Internacional, organismo aceptado como referente por todos los firmantes del acuerdo, por las ONG, la izquierda etc. Mientras algunos países africanos amenazan con salirse de la Corte por su imperialismo y racismo jurídico (hasta la fecha solo ha juzgado a africanos), en Colombia todos aceptan que este organismo tiene voz, voto y hasta veto sobre las decisiones jurídicas tomadas en Colombia e Iván Márquez nunca discrepó con que tenga ese poder. Ya es muy tarde para quejarse de intervenciones extranjeras en el sistema judicial de Colombia, hasta la reforma judicial y una parte del Ministerio Público es financiada por los EE.UU.

El mismo acuerdo de La Habana es un documento internacional avalado por la ONU, donde incidieron gobiernos extranjeros, financiando estudios, el mismo proceso de paz y por supuesto asesorando al gobierno colombiano y financiando los mal llamados proyectos del posconflicto. De hecho, Márquez apela a su carácter internacional cuando se queja de los incumplimientos de dicho acuerdo y se queja también del robo de recursos internacionales “que alguien nos diga a qué bolsillos fueron a parar los recursos del posconflicto colocados tan generosamente por los países donantes” [5]. ¿Tiene un problema o no con la injerencia extranjera? Al parecer no, y además cree que los países donantes cuyas multinacionales saquean los recursos naturales de Colombia y el mundo entero son generosos. No es el único problema con el documento respecto a los gobiernos extranjeros. Afirma que los EE.UU. ha hecho poco para fortalecer la paz. El proceso comenzó bajo el mandato de Obama, el carismático presidente que se sentaba todos los martes delante de una pantalla plasma para supervisar el siguiente bombardeo de una boda paquistaní, su siguiente crimen de lesa humanidad. ¿Qué esperaba Sr. Márquez de semejante personaje? En los procesos de paz los gobiernos extranjeros quieren la estabilidad y la derrota de los que los desafían. La paz no es importante en sí.

Respecto a los incumplimientos y los cambios en el acuerdo, Márquez pregunta: ¿en qué otra parte del mundo ha ocurrido algo semejante? La repuesta es en todas partes, Sr. Márquez, en todas partes, comenzando con el papá de los acuerdos de paz, los acuerdos firmados entre la Organización para la Liberación de Palestina e Israel. Dichos acuerdos llevan el nombre de los Acuerdos de Oslo. Cuando Ud. Sr. Márquez lanzó el proceso de paz en un acto en Oslo, ¿no era consciente que se encontraba en la ciudad donde firmaron dichos acuerdos con los Palestinos? Mientras negociaba en La Habana, ¿nunca le llegaron noticias de las masacres perpetrados por los sionistas? Ha corrido tanta sangre en Palestina que uno no sabría por dónde comenzar para recordarle a Márquez la realidad de ese país. En El Salvador, Guatemala, Irlanda, en todas partes incumplieron los acuerdos y a veces como en Irlanda tocaba renegociar el acuerdo original, así tenemos El Acuerdo de Viernes Santo, luego el Acuerdo de St. Andrews y varios cambios “administrativos” de su contenido o alcance. Los incumplimientos eran políticos, pero también prácticos. En Sudáfrica a diferencia de la tímida y contradictoria propuesta firmada por las Farc, sí propusieron una reforma agraria de repartir 25 millones de hectáreas de tierras de los blancos a los campesinos negros. Nunca se hizo, apenas ahora más de 20 años después comienzan a hablar de la tierra y otros temas económicos bajo la presión de revueltas populares y la creciente impopularidad del Congreso Nacional Africano.

Se entiende la ignorancia de las Farc en el tema. Ninguna de las ONG que iban a La Habana para hablarles del proceso les hablaba de la derrota de los movimientos armados en otras partes del mundo. Los políticos de la izquierda tampoco lo hicieron. Llegaron enviados de distintos países hablando mil maravillas de sus procesos. ¿Pero usted, Sr. Márquez, nunca leyó nada sobre los otros procesos de paz en el mundo? ¿Ni siquiera ahora? Si hubiese leído algo sobre Sudáfrica, por ejemplo, no diría respecto a Colombia que “Cinco años después de lograr el Primer Acuerdo Parcial no hay titulaciones de tierras, ni fondo de tres millones de hectáreas para los que no la tienen, ni nada que signifique dignificación de la vida en el campo” [6]. No lo diría porque jamás lo habría esperado. ¿Realmente en todos esos años en La Habana, nadie le habló de los fracasos de los otros acuerdos en materia de reforma agraria? ¿Ni siquiera de Guatemala donde tampoco hubo una reforma agraria? Me pregunto qué es lo que le decían entonces.

La misiva de Márquez y El Paisa rompe un largo silencio, pone final a los chismes si ellos representan una ruptura con el proceso, si llegarán a dirigir alguna disidencia etc. La respuesta es clara, Márquez no ha aprendido nada del proceso de paz, finaliza su carta con la siguiente súplica:

Señores y señoras congresistas: nuestra principal preocupación es cómo sacar la paz de Colombia del abismo de los acuerdos fallidos a la que fue arrojada con desprecio, y nos gustaría conocer al respecto sus valiosas apreciaciones. Vale la pena intentar lo imposible, porque de lo posible se ocupan los demás todos los días [7].

No ha aprendido nada, cree como en Irlanda que todo lo malo es una maniobra de fuerzas oscuras y no el resultado lógico del proceso de paz. Cree equivocadamente que su error quizás fue de entregar las armas antes de cumplir con la reintegración de los guerrilleros. Pero las armas no son el problema. A fin de cuentas, las Farc usaban las armas para avanzar unas ideas políticas, pero si en el proceso de paz vimos que las posturas de las Farc son tan efímeras como el rocío de la mañana, el problema es de otra índole.

Los errores, Sr. Márquez, fueron muchos, aquí nombro apenas seis:

  • Comenzando con su intervención en el lanzamiento en Oslo donde por poco declara la victoria sobre el Estado y el capitalismo. Humberto de la Calle le puso en su sitio en ese momento declarando que el modelo no se toca. Pero su gente, y las ONG, y el Polo y muchos más seguían con el cuento de la transformación del país, mientras ustedes negociaban no solo a puerta cerrada sino en secreto.
  • Ese fue el otro error, el proceso de ustedes fue de espaldas a la gente. Las organizaciones populares, los campesinos, los ambientalistas que hoy luchan contra la depredación minera, no estaban presentes, las mujeres, los gays etc. Sí, es cierto que muchas organizaciones fueron a La Habana a hablar con ustedes, pero presentar una propuesta a ustedes no es lo mismo que participar en el proceso. A fin de cuentas, nadie explica por qué ustedes, a espaldas de los campesinos, negociaron la tierra y aceptaron el modelo neoliberal, o por qué ustedes, a espaldas de las madres de Soacha, negociaron la impunidad para los verdugos de sus hijos. ¿En nombre de qué apropiaron el derecho de esas mujeres de exigir justicia cuando sus hijos, tal como ellas dicen, no eran víctimas del conflicto sino del Estado? No participaron en esos sucesos, no tenían autoridad moral de negociar el futuro de las víctimas que no eran miembros ni base social de su organización.
  • Cuando negociaron el tema agrario, ustedes optaron como buenos farianos por prebendas y migajas. Pensaban que negociar hectáreas y proyectos para una base social les favorecería. Jamás plantearon una discusión siquiera sobre las estructuras de poder en el campo y el modelo agrario. De hecho, el último punto del Acuerdo Agrario son más migajas para mitigar el daño del modelo neoliberal explícitamente aceptado en ambas versiones del acuerdo.[8] Por cierto, ese punto es contrario a las reglas de la OMC y jamás se puede implementar. Estoy seguro que nadie se los dijo.
  • Cuando aceptaron un acuerdo de justicia que les equiparaba con lo que se consideraban elementos criminales dentro de las fuerzas estatales (y no las fuerzas estatales como tal) ustedes aceptaron un trato de criminales comunes. Haber insistido en su reconocimiento como rebeldes y el derecho a la rebelión.
  • Creyeron en la buena voluntad del Estado, un estado que masacró durante más de 50 años a la población civil. Es un error político de proporciones monumentales. No solo lo creyeron, promocionaron esa idea entre la sociedad. No existía el más mínimo indicio para creer en la buena voluntad del Estado.
  • En el tema de la justicia usted confiaba plenamente en las prebendas jurídicas que negociaba, jamás pensaban que podría pasar lo de Santrich, así nunca se planteó garantías judiciales para la masa de la población sino unas prebendas para ustedes. Y ustedes negociaron una “garantía” a medias frente a la extradición en vez de exigir un cambio sustancial en los procedimientos de extradición. Exigir que cualquier extraditado tenga unas garantías no es mayor cosa. En muchos estados capitalistas el país que solicita la extradición tiene que presentar indicios razonables, establecer un caso prima facie contra el sindicado. Pero ustedes prefirieron negociar unas ventajas para ustedes y no para la sociedad en su conjunto.

La carta demuestra que Iván Márquez, por el momento, no representa una oposición política al Acuerdo de La Habana sino su continuación con prebendas más seguras y sólidas en materia jurídica para él y sus militantes. No plantea ninguna reforma de la justicia, de las cárceles. La paz para él depende de la posibilidad de seguir en la legalidad y de unas garantías para sus militantes con el fin de evitar que vuelvan a empuñar las armas. No plantea ninguna alternativa para la población, sino que nos entreguemos a un acuerdo que no promete nada. Lo de Márquez no es ninguna lectura crítica del proceso, sino una decepción personal ante lo que él determina en su carta como una traición al acuerdo.

Las reacciones

Pues la carta sorprendió a muchos, y al parecer al partido de la Farc también. Los pazólogos salieron a decir que Márquez tiene razón frente a los incumplimientos y la inseguridad jurídica. Pero como son los mismos “expertos” que nos decían que el acuerdo de paz en Colombia sería distinto a todos los demás firmados en el mundo, que las Farc eran los más verracos y que el acuerdo iba a transformar a Colombia, podemos descartar sus apreciaciones respecto a la carta de Márquez. No saben valorar nada críticamente, y temen que las críticas de Márquez animen a otros a mirar más de fondo a los problemas del acuerdo de La Habana.

Las reacciones del partido de la Farc son más importantes y más interesantes, siendo Márquez el exjefe del equipo negociador de las Farc.

Primero dicen que son opiniones personales. Eso es cierto, pero no son las opiniones personales de cualquiera sino de Iván Márquez y Oscar Montero. Dicen ellos nunca concibieron la firma como el fin de la lucha política y social en el país. Puede ser, pero declararon un nuevo mundo, que el Estado les iba a cumplir y el país sería transformado. En su rueda de prensa hacen referencia a una declaración política de la Farc donde lamentan que “la Reforma Rural Integral no se ve por ninguna parte, al tiempo que se crece el propósito de reemplazarla con proyectos que sólo apuntan al interés de grandes empresarios”. En eso coinciden con Iván Márquez y se equivocan de la misma manera. El acuerdo firmado por las Farc contempla abierta y explícitamente la agroindustria, la economía de escala, etc. En la página 12 del acuerdo se afirma lo siguiente:

“Desarrollo integral del campo: el desarrollo integral del campo depende de un adecuado balance entre las diferentes formas de producción existentes —agricultura familiar, agroindustria, turismo, agricultura comercial de escala—; de la competitividad y de la necesidad de promover y fomentar la inversión en el campo con visión empresarial y fines productivos como condición para su desarrollo; y de la promoción y fomento, en condiciones de equidad, de encadenamientos de la pequeña producción rural con otros modelos de producción, que podrán ser verticales u horizontales y en diferente escala. En todo caso se apoyará y protegerá la economía campesina, familiar y comunitaria procurando su desarrollo y fortalecimiento” .

Y respecto a los proyectos el acuerdo dice en la página 33, punto 1.3.3.6:

Asociatividad: el Gobierno fomentará y promoverá la asociatividad, encadenamientos y alianzas productivas entre pequeños, medianos y grandes productores así como con procesadores, comercializadores y exportadores con el fin de garantizar una producción a escala y competitiva e insertada en cadenas de valor agregado que contribuyan a mejorar las condiciones de vida de los habitantes del campo en general y en particular de los pequeños productores. Para ello brindará asistencia técnica, jurídica y económica (crédito o financiamiento) a los pequeños productores con el fin de garantizar proyectos de economía familiar y asociativos, equilibrados y sostenibles. 

Pero los aspectos políticos son más importantes y dentro de esos la cuestión de la seguridad jurídica para los exmilitantes de la guerrilla de las Farc. En la rueda de prensa convocada por la Farc a raíz de la carta de Márquez, Carlos Antonio Lozada afirma que:

Mal pudiera salir yo a decir que no hay condiciones ni garantías y estar sentado en la sala de prensa del Senado en una rueda de prensa, eso sería contradecirse a uno mismo. Nosotros lo que estamos diciendo es que el proceso tiene dificultades, la implementación no ha sido consecuente por parte del Estado, pero hay unos espacios indudablemente que se han ganado que lo valoramos, que son espacios muy importantes para lograr avanzar en la implementación de los acuerdos de paz [9].

Tiene razón, él está sentado en el Senado y hasta el momento no han intentado hacerle nada. La Unión Patriótica gozaba de esas mismas garantías hasta que comenzaron a asesinar a sus militantes, luego los concejales, los diputados y senadores y hasta dos candidatos presidenciales como hoy asesinan a desmovilizados y dirigentes sociales. Puede que el Estado decida que no hace falta asesinar a los senadores de la Farc, pues tan arrodillados ¿para qué? Pero la preocupación de Márquez es real, no solo piden en extradición a Santrich sin prueba alguna, centenares de farianos siguen presos, a pesar de lo acordado y la actitud pusilánime de Timochenko y la Farc respecto al caso de Santrich haría dudar a cualquiera no solo del sistema judicial sino de la “resistencia y oposición” de sus camaradas.

Las críticas de Joaquín Gómez y Bertulfo Álvarez son más políticas. Pero las de Márquez también indican que todo no está bien en las filas de la Farc. Sin embargo, Márquez se aferra al Acuerdo de La Habana como un hombre ahogándose y agarrando a cualquier cosa para mantenerse a flote. Hay que romper con la Farc. Las cartas de Márquez y Joaquín Gómez y compañía, demuestran una inconformidad con el partido y su entreguismo, pero no rompen con el Acuerdo de La Habana, no hacen un análisis crítico de lo que ocurrió, su contenido real y sus impactos. Siguen creyendo que firmaron un acuerdo bueno y además en el caso de Márquez, finaliza su carta suplicando a la intervención de los congresistas. Pero la pelea es peleando, algo que Joaquín Gómez y Bertulfo Álvarez parecen reconocer. Así ¿vamos a suplicar a los poderes del país que sean decentes o vamos a luchar para transformar el país? Luchar por un país nuevo no significa regresar al monte, pero sí significa romper con la Farc, el acuerdo de La Habana y la institucionalidad burguesa. Frente a esto Joaquín Gómez y Bertulfo Álvarez dicen:

39. Gran parte de los errores, inconsistencias y desviaciones tanto en lo teórico como en lo práctico parecen derivarse de postulados tan absurdos no solo bajo la lupa de la teoría revolucionaria sino desde la perspectiva científica misma, como el que aparece en los primeros párrafos del llamado programa estratégico que asegura sin ningún remordimiento: “Hemos optado luchar dentro de ese orden, no para preservarlo, sino para mejorarlo y sobre todo para superarlo.

40. Sin embargo, es claro que para mejorarlo nos veríamos obligados a preservarlo, lo que sería absurdo si realmente buscamos superarlo.

41.De allí se deriva la entelequia de centrar el trabajo político en el mejoramiento y perfeccionamiento funcionalistas de los espacios institucionales.

42. De allí que se pretenda desplazar la visión científica de la sociedad y la misma lucha por el socialismo por la difusa promesa del advenimiento de una “nueva sociedad”, “orden social alternativo” o “sociedad alternativa”, malabarismos que por su puesto buscan restarle importancia al Partido en la conducción del proceso revolucionario y justificar así su ambigua configuración actual.

La Farc como partido no tiene nada de revolucionario. Es un partido abiertamente e irreconociblemente no solo reformista sino institucionalista. Me acuerdo de una conversación con un amigo exintegrante de la guerrilla de las Farc. Le pregunté quién pensaba iba a ser el Villalobos de Colombia. Sin vacilar escupió de una el nombre de Pastor Alape. No hay duda, y hasta la carta de Joaquín Gómez lo insinúa, Pastor Alape va ganando la carrera para ser el Villalobos colombiano, pero la verdad es que en muy poco tiempo parece que todo el partido se ha convertido en Villalobos. Valga recordar que Villalobos es un excomandante del FMLN de El Salvador, quien hoy día es un neoliberal convencido y un derechista sin tapujos e integrante del mismo centro de pensamiento ultraderechista de la actual vicepresidente de Colombia Marta Lucía Ramírez. Por allí va la Farc, es la hora de romper con ellos y su acuerdo Sr. Márquez. Toma el paso. La lucha por el socialismo no pasa por súplicas al Congreso sino por animar a los campesinos, obreros, mujeres y estudiantes a que tomen lo que les corresponde.

[1] Márquez, I. y Montero, O. (22/09/2018) Carta Abierta a la Comisión de Paz del Senado página 1.

[2] RCN Radio (27/09/2018) Fiscal responde a JEP que no tiene pruebas sobre el caso Santrich

[3] El Tiempo (21/04/2018) Quien infrinja la Constitución y la ley debe asumir las consecuencias

[4] Gómez, J. y Álvarez, B. (s/f) Carta al Pleno de la FARC. Página 1

[5] Márquez, I. y Montero, O. (22/09/2018) Carta Abierta a la Comisión de Paz del Senado páginas 3-4

[6] Márquez, I. y Montero, O. Op. Cit. Página 3.

[7] Ibíd., página 4.

[8] Punto 1.3.4 del Acuerdo de La Habana en su último inciso afirma “Adicionalmente, la provisión de condiciones e incentivos a la producción y a la comercialización, incluyendo, cuando sean necesarios, apoyos directos para el fortalecimiento productivo, con el fin de que en la economía campesina, familiar y comunitaria se eviten o minimicen los impactos negativos que supongan la internacionalización de la economía y la liberalización del comercio”.

[9] Rueda de Prensa de la Farc.

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