La historia de esta tensión al interior del Secretariado de las Farc empieza en los años 80. Algunos mandos escogidos por Jacobo Arenas y Manuel Marulanda para formar parte de la dirección de la organización en los años 80, no dieron la talla que esperaban. De allí la decisión de apartar del Secretariado a Martín Villa y Jaime Guaracas. Para los viejos comandantes estuvo claro que requerían guerrilleros con alta capacitación ideológica y política y por tanto vincularon al Secretariado a destacados cuadros formados en el Partido Comunista, que luego habían pasado a trabajar en la clandestinidad con la organización guerrillera. En esa camada entraron Raúl Reyes y Alfonso Cano.
Les siguió Timochenko, quien llevaba ocho años de militancia guerrillera y era a Manuel Marulanda y Jacobo Arenas. Cano, por su admirable visión política, fue escogido para permanecer todo el tiempo al lado de los viejos comandantes, primero en los campamentos de la Caucha y luego en los de Casa Verde. Raúl Reyes fue destinado a cumplir diversas tareas de asesoría en los frentes del Caquetá, Putumayo, Huila y Guaviare.
En la mente de los guerrilleros de base de los años 80 se fue fijando la idea de que Cano era el tercero al mando en la dirección de las FARC. De hecho, aunque nunca lo establecieran públicamente, todo comunicado del secretariado llevaba en su orden las firmas de Manuel, Jacobo, Alfonso Cano, Raúl Reyes y Timochenko, una sucesión que todos en las FARC admitían como un orden jerárquico. Cuando murió Jacobo Arenas y hubo necesidad de completar los cinco del secretariado, el elegido fue Iván Márquez, un profesor de secundaria del Caquetá que no tenía muchos años de ingreso, de origen caqueteño e innegables dotes intelectuales. Así fue como Iván pasó a ser el Quinto en la estructura de mando de las FARC.
La mencionada sucesión indicaba que Cano debía ser el natural heredero de Marulanda en caso de que este faltara, pero los hechos indicarían luego que Reyes y Márquez intrigaron para que esto no sucediera. Pero fracasaron en el intento de bloquearlo. La oportunidad les fue servida en los diálogos de paz celebrados con el gobierno de César Gaviria en Caracas y Tlaxcala. Cano fue designado como la cabeza de la delegación de las FARC, y aceptado como vocero oficial por los demás integrantes de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, el ELN del cura Pérez y el EPL de Francisco Caraballo.
Reyes y Márquez se dedicaron a denigrar internamente del desempeño de Cano en los diálogos. Criticaban sus discursos y sembraban con ello la discordia entre los guerrilleros. Llegaron a calificar a Alfonso Cano como el Joaquín Villalobos de las FARC, el comandante a quien se atribuía haber traicionado y entregado a la guerrilla de El Salvador. La situación llegó hasta la Octava Conferencia de las FARC, cuando Raúl Reyes aprovechó su influencia sobre Joaquín Gómez, para ponerlo a plantear la urgencia en esa Conferencia por definir el sucesor de Marulanda ante su eventual fallecimiento. Raúl Reyes esperaba ser el escogido.
La intriga culminó con la dura reprimenda de Manuel Marulanda, quien se negó a que el asunto fuera tratado como pedían. Todos los presentes vieron ese día al viejo guerrillero salido de las casillas por completo, aunque no comprendieran bien la razón. La actividad de Reyes y Márquez no fue dada a conocer de manera general, pero Marulanda quiso demostrar con su gesto que no estaba dispuesto a permitir que se produjeran al interior del Secretariado luchas interinas como aquella.
Durante los años siguientes Alfonso Cano fue asignado a la dirección de la fuerza de las FARC en el suroccidente del país. Las acciones de Reyes y Márquez en su contra nunca cesaron. Siempre aparecieron unidos para confrontar las posiciones asumidas por Cano. Aunque tales cosas no trascendían más allá del secretariado de las FARC, sí alcanzó a conocerse del debate que presentaron al proyecto de Manifiesto del Movimiento Bolivariano presentado por Cano, con miras a la creación de este movimiento en el año 96. No faltaron de nuevo las sindicaciones de desviación socialdemócrata. El choque obligó a aplazar la declaración y el aplazamiento del movimiento hasta el año 2000, cuando se hizo su presentación pública en la zona de despeje del Caguán.
Para entonces ya Márquez se encontraba en la Costa Atlántica, como coordinador del Secretariado en el Bloque Caribe. Allí surgiría su entrañable amistad con Jesús Santrich, un cuadro político dedicado a la educación de los combatientes y a la labor radial en la emisora Voz de la Resistencia. Si bien en las FARC desde los tiempos de Jacobo Arenas, se había despertado la pasión por el estudio y la obra del Libertador Simón Bolívar, fueron Márquez y Santrich quienes más se empecinaron en hacer de Bolívar una especie de divinidad superior a la que lo sacrificaron todo.
Un hecho sobreviniente vino a definir aún más sus posturas. A la muerte de Raúl Reyes, Iván Márquez fue destinado a relevarlo en su misión al frente de la comisión internacional de las FARC. Desde entonces la frontera colombo venezolana en la que permanecían Márquez y Santrich, se convirtió en centro de reunión clandestina con innumerables personajes de la política latinoamericana y caribeña. Rápidamente comenzaron a mostrar su inclinación hacia las posiciones de reconocidas figuras de tendencia troskista como Jorge Berstein, Nestor Kohan, Iñaki Gil de San Vicente y el dominicano Narciso Isa Conde. De ese modo, tesis nada compatibles con las posturas de las FARC, tradicionalmente ligadas a la visión clásica comunista proclive a la Unión Soviética y Cuba, empezarían a hacer su propio nido de manera lenta en el Bloque Caribe.
Y son las posiciones que aparecen nítidamente expresadas por Iván Márquez en el Pleno de La Habana del 2015. El delirio de la inminente revolución mundial anticapitalista y socialista nunca ha dejado de brillar en las mentes de Iván Márquez, Santrich y sus seguidores. De ahí su poca simpatía con la solución dialogada al conflicto, pese a su ejercicio como negociadores de las FARC durante cinco años en la Mesa de La Habana. Iván Márquez siempre se cuidó de exhibir abiertamente sus posiciones, pero su respaldo irrestricto a cada una de las posturas radicales de Santrich y su defensa abierta ante el resto del Secretariado, expresan muy bien por cuales caminos ha transitado su pensamiento durante todos estos años.
¿Y en qué estan los otros comandantes que se abrieron de los ETCR y están clandestinos?
La historia de las FARC está llena de sucesos inesperados. El compañero de Iván Márquez en la Cámara de Representantes en los tiempos de la Unión Patriótica, Braulio Herrera, quindiano que llegó a fulgurar como cuadro destacado en el Caquetá durante los tiempos de los diálogos de La Uribe, terminó convertido en un demente tras su regreso a filas, cuando comenzó el exterminio de los dirigentes de la Unión Patriótica.
Una de los secretos mejor guardados en las FARC habla de que tras ser enviado Braulio Herrera a Santander, empezó a ejercer artes de adivinación mediante un sistema que llamaba el péndulo. Si este supuestamente se movía cuando interrogaba a algún sospechoso, Braulio juzgaba probada su culpa. Quizás nunca se sepa hasta dónde es cierto, pero en las FARC se murmuró durante años que más de un centenar de guerrilleros del 11 frente fueron fusilados tras pasar por el interrogatorio de Braulio Herrera. El personaje terminó expulsado de las FARC, y luego tras las protestas del 11 Frente en la Octava Conferencia, condenado al fusilamiento por asesino en el Consejo de Guerra que se autorizó se le practicara. Muchos en las FARC se preguntan hasta dónde llegó la influencia de Braulio Herrera sobre Iván Márquez, tras su andar juntos en los tiempos del Caquetá y la Cámara de representantes.
Pero la pregunta es qué pasa con Romaña, el Paisa, Aldinever, Albeiro Córdoba y los otros jefes guerrilleros que están con Márquez y que recurrieron a esconderse tras la detención de Santrich desde abril pasado. Todos ellos fueron mandos de importancia durante su militancia en las FARC, reconocidos como mandos de orden público, especialistas en dirigir tropas en el combate. Todos ellos fueron a su vez tropas del Mono Jojoy en el Bloque Oriental, al cual estuvieron subordinados la mayor parte de sus años en la guerrilla.
Al igual que Gentil Duarte y John 40, fueron hombres ubicados en unidades destinadas en gran medida a conseguir recursos financieros para la organización guerrillera que con eltiempo se fueron ganando un nombre entre los más duros comandantes del Bloque Oriental. Los años noventa representaron un ascenso incalculable de la economía de la coca en el oriente y sur del país, del cobro de cuyos impuestos empezó a ingresar una cantidad de dinero jamás imaginada a las FARC. Buena parte de estos comandantes fueron responsables del recaudo de recursos multimillonarios, los cuales de algún modo les fueron confiriendo cierta tolerancia a sus desmanes por parte del Mono Jojoy.
Presentarse con $ 10 mil o $ 20 mil millones ante el mando del Bloque, de algún modo les permitía evitar muchas preguntas sobre el modo cómo habían sido conseguidos. La organización necesitaba fusiles, explosivos, parque, uniformes, vehículos, ametralladoras, equipos de todo orden, gigantescas remesas de alimentos y medicinas para sus hombres, tratamientos médicos, etc., que la guerra misma obligaba a ir remplazando con frecuencia. La demanda de dinero era acuciante. Por eso el crecimiento de los secuestros, las extorsiones, los sobornos y chantajes. Y también los acuerdos de algún tipo con las mafias. Muchos de estos comandantes llegaron a establecer redes de contactos que ni siquiera el Mono Jojoy era capaz de conocer en detalle.
Varios de ellos como Romaña, Leonel, Gentil Duarte y el mismo Óscar El Paisa, fueron designados en su momento para hacer parte de la subcomisión técnica que discutía con los generales y coroneles de las fuerzas militares, las posibles fórmulas para el cese el fuego y la dejación de armas en La Habana. Algunos como Gentil y Leonel pidieron pronto regresar al país con un argumento elemental. Ellos eran hombres de guerra, de monte, de tareas muy distintas a la política. Se sentían mal en La Habana. Quienes más se preocuparon por acercarse a ellos y luego defender sus posiciones fueron precisamente fueron Iván Márquez y Jesús Santrich. Por eso no les resulta extraño a muchos que tras su regreso a Colombia, hubieran decidido marginarse del Acuerdo de paz.
Existe también la idea de que muchos de estos hombres de guerra nunca estuvieron tan convencidos e inclinados a abandonar del todo las armas y su vida en la montaña. ¿Qué podía ofrecerles la sociedad aparte de 90 % del salario mínimo que les garantizaba el gobierno durante dos años? Llevaban veinte, treinta o más años sobreviviendo a las operaciones militares, en una vida de relativa comodidad pese su peregrinar permanente por la selva, un ambiente natural para ellos. Reiniciar una vida afuera, desde cero, sin atractivas posibilidades de alcanzar un nivel semejante al del pasado, perseguidos quizás judicialmente y por sus incontables enemigos, al parecer no les resultó convincente.
Por eso decidieron quedarse en el monte. Otros lo intentaron, se fueron a los Espacios Territoriales, asumieron responsabilidades en la reincorporación de sus hombres. Pero poco a poco pasaron al desencanto. Por eso decidieron abrirse, bien a emprender solos su batalla con la adversidad, o bien a sumarse a las filas de disidencia. Algunos quizás no pueden superar su inclinación a la vida ilegal, pueden ganar en negocios ilícitos de manera rápida, lo que nunca obtendrían con la vida que se les ofrece. Puede ser la manifestación de eso que reconoció el pleno de 2015, la grave descomposición ideológica, política y moral que se colaba de modo creciente en las filas de las FARC.
Todo indica que empieza a darse una reunificación de ex jefes guerrilleros alrededor de Iván Márquez que el 18 de abril tomó rumbo el Espacio Territorial de Miravalle a reunirse con El Paisa y ni siquiera aceptó posesionarse como senador. Sin embargo, entre el grupo, a juzgar por los nueve firmantes de la última comunicación a la JEP, no están ni Gentil Duarte ni John 40, lo que haría pensar que lo rige un plan distinto, liderados por Duarte quien ya ha hecho declaraciones públicas como disidente de las Farc.
Lo cierto es que las explicaciones sobre los debates internos del partido FARC, van mucho más allá de enemistades personales o la captura con fines de extradición de Santrich. Parece que no será el partido FARC quien dé el paso a su división. Como suele decirse ahora, el balón está en la cancha de los que se hicieron a un lado que ya empezaron a tomar posiciones públicas, y es a ellos a quienes les corresponde determinar su rumbo futuro.