Cuando Iván Duque apenas sí se restablecía del impacto que significó el apoyo masivo de los colombianos a la minga indígena que llegó a Bogotá, que fue como una “brisa que pasó ardiendo”, dejando un poderoso mensaje de organización y un llamado a la movilización social, y cuando la derecha aún se frotaba los ojos observando el retorno al poder en Bolivia del MAS (Movimiento Hacia el Socialismo) a través de un aplastante triunfo de Luis Arce y Choquehuanca con el 55,1 %; el escozor no podía ser mayor cuando el 25 de octubre el pueblo chileno aprobaba el cambio de la constitución fascista redactada durante la dictadura de Pinochet, a lo que se le suma que los chilenos resolvieron en las urnas con un rotundo 78 %, que la nueva constitución no será redactada por un comité de parlamentarios (Convención mixta constitucional) sino por una “convención constitucional” una asamblea conformada 100 % por constituyentes elegidos por voto popular.
Duro golpe a la burocracia en las decisiones políticas y a la democracia restringida de los partidos de derecha, “centro” e izquierda; la decisión de los chilenos fue expresión de una fuerza autorreferida, que, con organización y movilización, consiguió el plebiscito y lo ganó abrumadoramente, y que avanzará en dirección a que en la nueva constitución se reflejen las transformaciones exigidas en las calles.
Seguramente después de pensarlo mucho, Iván Duque decidió felicitar a los chilenos por la jornada; “Felicito al pueblo chileno por su participación en las urnas este domingo y el valor democrático expresado por sus ciudadanos. Les deseamos éxitos en las etapas que vienen y los acompañamos, desde Colombia, en este proceso”. Pero al felicitar a los chilenos y a su participación en las urnas, ¿Duque está congratulando las masivas y sostenidas movilizaciones de los más diversos sectores sociales durante un año que hicieron posible dicha consulta? ¿Está ahora Duque saludando las mismas movilizaciones que fueron señaladas por la derecha colombiana y por su partido como inspiradas y organizadas por el comunismo internacional?
Obviamente no; el mundo y sobre todo los colombianos sabemos que se trata de ese molesto recurso de la procacidad, de eso que se pretende llamar diplomacia colombiana; una tentativa por hacer creer que un plebiscito que fue luchado por el pueblo e impuesto desde las calles al Estado neoliberal chileno; fue aparentemente una especie de condescendencia de la “democracia” chilena. Las felicitaciones de Duque en realidad propenden por auxiliar a Piñera, quien no ocultó su rostro de derrota cuando reconoció el triunfo popular.
Iván Duque no reconocerá jamás la decisión popular de cambiar una constitución neoliberal, autoritaria y herencia de un régimen militar en Chile, cuando en Colombia su gobierno profundiza el modelo porque su presidente es tecnócrata neoliberal, desconoce los fallos de las cortes, anula el Congreso de la República, lacera los procesos de paz, felicita a la policía y al ejército en medio de asesinatos políticos, masacres y ejecuciones extrajudiciales.
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En Colombia el gobierno profundiza el modelo porque su presidente es tecnócrata neoliberal, desconoce los fallos de las cortes, anula el Congreso de la República, lacera los procesos de paz
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Iván Duque no reconocerá jamás la decisión popular de cambiar una constitución neoliberal, autoritaria y herencia de un régimen militar en Chile, cuando en Colombia su gobierno profundiza el modelo porque su presidente es tecnócrata neoliberal, desconoce los fallos de las cortes, anula el Congreso de la República, lacera los procesos de paz, felicita a la policía y al ejército en medio de asesinatos políticos, masacres y ejecuciones extrajudiciales.
A pesar de las “felicitaciones”, Duque y la élite colombiana nunca reconocerán la voluntad del pueblo chileno -revalidada el pasado domingo- de cambiar ineluctablemente una constitución que no contempla el derecho a la seguridad social, ni a la libertad de enseñanza porque delega esa responsabilidad al ávido apetito del capital privado; ya que en Colombia el gobierno del Centro Democrático, ha profundizado la miseria con un millón de personas que ingresan hoy a la pobreza, que le entrega el manejo de la salud a las Eps y de las pensiones a los fondos privados para que especulen con los escasos recursos de los colombianos, que subsidia a los bancos y desprecia a los ciudadanos. ¿Cómo el presidente Duque va a estar a favor de las decisiones tomadas por el pueblo chileno, si estas van en contra de la privatización del patrimonio del Estado y a favor de la libertad de cátedra?
¿Cómo van a ser sinceras las “felicitaciones al pueblo chileno” por parte del régimen colombiano, si ese pueblo chileno quiere una nueva constitución en la que el Estado asuma y centre su misión en los derechos sociales, económicos y políticos y que no sólo sea un dispositivo para “salvaguardar” el orden público, la seguridad y la defensa?
Qué va a gustarle a la derecha colombiana, que sea abolida esa trágica realidad chilena donde el 1% de la población se lleva el 26,7 % del PIB y el 66,5 % reúne solo el 2,1 %; si en Colombia las cifras más optimistas muestran que el 1 % más rico de la población concentra el 20 % del ingreso, si la pobreza creció a un 14 % este año, si el 1 % de la población colombiana concentra el 40 % de la riqueza total del país, si Colombia es el país más desigual de América Latina en distribución de la tierra y un millón de hogares campesinos en Colombia tienen menos tierra que la que tiene una vaca para pastar y el 30 % de las áreas sembradas en departamentos como el Meta corresponde a palma aceitera, mientras el gobierno importa café, papa y maíz.
No puede ser del agrado del actual gobierno colombiano que eventualmente se gesten cambios sobre esta realidad ya sea en Chile o en Colombia, porque a la tecnocracia neoliberal solo le interesa una cosa: autorregulación para el mercado y regulación para los ciudadanos, solo así perdurará esa realidad decadente que defienden; que el 82 % de la riqueza mundial se anide en los bolsillos del 1 % más rico de la población, entre ellos a los de Sarmiento Angulo.
El gobierno de Sebastián Piñera agoniza y su consumación será -sarcásticamente- llevar adelante el proceso constitucional que lo revoca a él y a todo lo que representa, por eso a Piñera al igual que a Duque muchos sectores hoy le piden renunciar. La élite neoliberal chilena, beneficiaria de la dictadura, pugnará por evitar que el camino elegido por las mayorías chilenas sea andado, incluso se habla ya de autogolpe, lo que no es inverosímil en el país donde Pinochet guiado por la CIA, asesinó y torturó a miles de chilenos en nombre de la “democracia”, con el propósito último de incrustar como una daga el neoliberalismo, que como en Colombia ha hundido a millones de seres humanos en la miseria y la desigualdad.
El gobierno colombiano “felicita” hoy la realización del plebiscito en Chile, pero se trata de un artificio, se le vio más genuino hace casi un año avalando el golpe de Estado en Bolivia contra Evo Morales y reconociendo a la golpista Jeanine Añez, y aunque con el triunfo de Luis Arce hace unos días se recuperó la democracia en ese país, todo ha sido silencio.