Después de más de 100 días de mandato del presidente Duque, en la situación insostenible de país, finalizando diciembre y tendiendo el capítulo 2019 a punto de escribirse quisiera que pensara por un momento en lo siguiente, como colombiano que aún padece el estado fallido que es nuestro país.
El problema no es el presidente Iván, no son los ministros que son más rostro que cerebro, más artimaña que gestión, el problema tampoco son los congresistas, pienso que quizá el problema son los colombianos, sí, nosotros mismos que a diario elegimos mal, elegimos para después, con la cultura del colarse en la fila, en el masivo, en el bus, dejando las cosas para lo último, las leyes para lo último, el contrato para lo último, ese colombiano que para lo último pone el voto por un favorcito, y terminamos en este interminable ciclo centenario de élites ganaderas, testaferras, lejos de las élites intelectuales de nuestros colonizadores, sabiamentente decía el maestro Velandia, “que los mantenga su madre patria”, esa madre censuradora, que en más de tres siglos no ha tirado una sola piedra.
El problema no es el presidente Iván porque el refleja justamente lo que representamos como un país joven, que hace cabecitas en los estadios europeos y le regala camisetas a su santidad, ese país que es bueno para la cantar y animar en la fiesta, que quiere quedar bien con todo el mundo, salir en la foto, un país que apenas está aprendiendo a leer su constitución y a pronunciar democracia. Es la clara imagen de nuestra patria boba, hasta que salga un caudillo que a punta de espada nos liberte o nos traiga la razón, a las malas, con rejo, como se educan a los buenos muchachos. Una de las posibles formas de salir del embrollo, sea como recomiendan los economistas, siguiendo el ejemplo de estados unidos, ampliando la clase media, evitando la polarización social, condiciones igualitarias en la población solamente pueden ser posibles siendo esa raza trabajadora, persistente, terca, con esa voluntad que tuvieron ese par de premios Nobel que tiene este pedacito de América.
A pesar de todo lo anterior, logramos cosas admirables en todos los escenarios, en el mundo donde haya pasado algo admirable, seguramente habrá un colombiano, póngale la firma. Logramos poner a un colombiano en la NASA, al lado de un premio nobel de medicina tratando de curar el cáncer, logramos que un colombiano trepe las montañas de Francia y sea el mejor atleta del mundo, somos expertos patinadores, artistas de lo improvisado, el país que los europeos describían maravillados sus montañas de oro, sus ríos cristalinos, sus árboles extraños y peligrosos, una selva en medio del continente, donde todo es un caos de naturaleza, es una explosión a los sentidos, ese país que hoy es el segundo destino turístico del mundo.
Les deseo a cada uno de los que pudo leer mis palabras, una feliz y cálida navidad, que ser colombiano nos haga sentir algo único, esa esperanza tropical de hacer lo que nadie, ni el más alto de los alemanes pudo hacer: Vender el mejor pandequeso de Alemania, como don Emel Rodríguez.