Defectivamente lo que le ha hecho falta a Duque, son asesores. Y es que, a decir verdad, nunca los ha tenido, o estos son de otro planeta. Y por supuesto, las acciones que Duque mismo ha emprendido nunca le han ayudado para demostrar que es un presidente de verdad, y no el “aprendiz” que todavía sigue siendo para muchos.
Duque habla demasiado y se hace tomar fotografías en momentos inadecuados, especialmente con vestimentas contrarias a lo que trata de reflejar, por lo que ha resultado en convertirse en tendencia de todo tipo de memes en medio de un variado hazmerreír. Hoy lo llaman, el mejor modelo de “sombreros” colombianos, por aquello, de usar esta prenda de variadas formas.
Iván Duque goza de una impopularidad que sobrepasa el 70% según la encuesta en que se le analice. Y con una situación de estas características, cualquier tema que toque, se le va en contra.
En tal sentido, cada vez que interviene en política, dizque con el fin de criticar a Gustavo Petro, y supuestamente favorecer a Federico Gutiérrez, la situación se le voltea, ya que, con su baja popularidad, los escándalos de corrupción de su administración, las medidas impopulares en contra de las clases media y baja, así como la constante violación de los derechos humanos por doquier, ha resultado en convertirse en el mejor elector del candidato presidencial del Pacto Histórico.
Y es que Duque, hoy en campaña electoral abierta, y sin sonrojarse, ya que las instituciones del Estado casi que, en completo, a estos días le pertenecen al uribismo, ha tomado abierto partido por la candidatura de Gutiérrez, y en cada ocasión que puede, de manera pendenciera, ataca a Petro.
Pero es que no se da cuenta, o están tan desesperado, que un gobierno tan desprestigiado como el de él, casi sin resultados a la vista del común de los colombianos, no constituye la mejor carta de garantía para convertirse en árbitro electoral a favor de un candidato que supuestamente le dé continuidad a su “gran obra de gobierno”.
Al gobierno Duque le ha salido a flote toda la corrupción del uribismo, así como las represiones y asesinatos contra líderes sociales. La toma de playas públicas por parte de la vicepresidenta Marta Lucia Ramírez y su esposo, por cierto, sub júdice por sus relaciones con el narcotraficante “Memo Fantasma”. Las trabas descaradas para que Otoniel no hable ante la JEP y su precipitud por extraditarlo. La fuga cómplice en cárceles colombianas de jefes paramilitares.
Los escándalos continuos en una Fiscalía de absolución a favor de los amigos del gobierno. El asesinato reciente sin causa alguna de 11 campesinos en el Putumayo. Los viajes sin sentido al exterior al lado de su hermano, de quien se dice es el negociante mayor del Palacio de Nariño de Nariño. Los enredos no santos con su “Jefa de Gabinete”. La reciente entrega de grandes recursos públicos al Partido Conservador a fin de salvarlo de una hecatombe electoral.
La pérdida de 70 mil millones en el célebre contrato “Centros Poblados”, firmado y entregado por la entonces ministra de las telecomunicaciones Karen Abudinen, y que ha dejado a millares de niños de remotas poblaciones sin acceso a Internet, y de quien el país rescató solamente el verbo “abudinear”. Los diplomas falsos y las tesis de grados copiadas de algunos de sus ministros. El favorecimiento de contratos entre familiares del alto gobierno. Etc.
A todo lo anterior se complementan unos índices macroeconómicos desastrosos, ya que Colombia pasó de tener una deuda externa del 47% del PIB al 66% en este gobierno. De 116 mil millones de dólares en 2018 se pasó a 180 mil millones de dólares en 2022.
Es decir, de cada 100 pesos que produce el país, 66 pesos se debe ir a pagar en el exterior algo que no se ve ni se siente en desarrollo económico y social para el país, ni que decir, de ciencia y tecnología. Como hace decenios, el país sigue viviendo del petróleo, el banano y la flores, y ahora se saca pecho por unos cuantos aguacates que se exportan.
En cuanto al presupuesto nacional, los gastos de funcionamiento, la burocracia, los contratos por prestación de servicios a fin de pagar favores electorales, como los que descaradamente se dieron por miles días antes de las elecciones parlamentarias, se devoran más del 60%, mientras el servicio de la deuda, amortización e intereses, se lleva la cuarta parte y solo queda para inversión social e infraestructura un escaso 18%. Que, por cierto, se reparte en “auxilios parlamentarios” que van a los municipios amigos del gobierno, y los cuales se traducen en pírricas obras que muchas veces no se terminan, si es que acaso se comienzan.
Entonces, con este panorama económico dramático de tanta pobreza, desigualdades, desempleo, informalidad laboral y crisis económica, el terreno estaba completamente abonado para un estallido social, como en efecto pasó en 2020 y 2021.
Colombia de por sí es una economía precaria, de empleo informal por donde se le vea, de ventas ambulantes que invaden espacios públicos, de rebusque completo, y de emigración de jóvenes y talentosos profesionales hacia otros países, ya que aquí no tienen futuro. Amén de una educación de pésima calidad con un 80% de universidades de garaje y enfocadas en carreras que nada tienen que ver con ciencia y tecnología, nuestro panorama es desastroso, complementado con los memes presidenciales.
El listado de fracasos es protuberante, y continua entre otros en aspectos, temas y situaciones como las siguientes en las cuales Duque sigue siendo el “aprendiz”:
a) Prometió tumbar a Maduro; lo intentó por todos los medios, hasta apoyando sutilmente una acción militar que se fraguó en nuestro país con mercenarios gringos de por medio. El tal “cerco diplomático”, que nunca se supo en qué consistía, se cayó solito con todo y el Grupo de Lima que dijo apoyarlo. Todo esto, en vez de sacar provecho económico de la crisis en Venezuela, donde a este país se le ha podido vender en efectivo productos colombianos y no habernos metidos en una pelea de la cual Colombia salió perdiendo y lidiando con cerca de 5 millones de venezolanos en un país que no tiene nada que ofrecer ni siquiera para sus propios nacionales.
b) Se propuso destruir la Justicia Transicional para garantizar la impunidad de Uribe y demás cómplices, mientras al exterior iba hablando de derechos humanos y de paz, y donde la masacre reciente de 11 humildes campesinos en el Putumayo demuestra una vez más, que, de democracia, Colombia poco tiene que mostrar, salvo periódicas elecciones donde “don dinero” es el que manda, y si algo falta, para eso está la Registraduría y sus cambalaches, tal como sucedió el pasado 13 de marzo.
c) En lo económico Duque no da pie con bola. La tal economía naranja termino en eso, en naranja, y nunca se supo en qué consistía la tal “economía”.
Por las razones expuestas, que son pocas ante la tragedia que ha vivido el país, y como bien anota el analista y publicita Omar Rincón, “Duque es la figura menos respetada del país: todos los días nos da motivos para reírnos de él. Es un chiste, un meme-maker, una máquina de errores. El problema es que la risa-burla-ironía que despierta el presidente, le ha servido para salirse con la suya: toleramos su gobierno porque nos hace reír y nos da pesar. En vez de exigirle resultados, publicamos trinos y memes con sus frases. Pero hace rato que Duque dejó de ser un chiste divertido e inofensivo para convertirse en un chiste de mal gusto”.
Y en medio de ese mal gusto, ha resultado ser “el mejor elector de Gustavo Petro”, una papaya, que como se dirían en el Caribe colombiano, le ha caído a Petro del Cielo.