En un taxi de juguete el Presidente Duque juró en compañía de Hugo Ospina -Líder de los ‘amarillos’ en Colombia-, proteger el gremio transportista de plataformas ilegales como Uber. De hecho, Duque habría promovido la salida de la app del país. Pero la carcajada de Ospina duraría poco. Hace varios días pronunció en voz grave: “Me siento traicionado por Duque", pues Uber regresó a Colombia con más ánimo y con un aire de reinvención.
La vuelta de esta plataforma a Colombia es, sin duda, una falta total a este juramento rimbombante y amigable, el cuál además de dejarlo mal parado con el gremio transportista, demuestra que Duque por dónde ha sacado la cabeza le han dado garrote (para ponerlo en palabras coloquiales). Es decir, al presidente no le ha salido una, no ha visto victoria en la mayoría de sus intensiones y estrategias.
Hace poco también en un osado intento por desestabilizar el poder del Presidente vecino: Nicolás Maduro, Duque pidió no a al mandatario legal de los venezolanos sino al autoproclamado, le devolviera a una delincuente que habría escapado de Colombia a refugiarse en Venezuela. La intensión, muy clara: dar un mensaje de apoyo en rebeldía a Juan Guaidó e intentar, a través de dicha acción, poner en duda el poder de Maduro a nivel internacional.
Lo que Duque no vaticinó fue que Maduro en un movimiento magistral, como de ajedrez, volteo el ataque y cogió de una buena vez el sartén por el mango. En una limpia alocución en vivo dónde pronunció: "Manda tu carta Duque a Guaidó, a ver a quién te manda Guaidó pa' allá", frase que dejó una imagen elocuente, segura y con notable razón a un Presidente al que no se le ha conocido por eso.
Si a lo anterior le sumamos episodios risibles pero también preocupantes como el uso del avión Presidencial para el cumpleaños de su hija, el “de que me hablas viejo” en una acción de indiferencia a la sangre en guerra, la idea absurda de tener un sistema laboral con remuneración por horas y temas más graves como no atender con decoro y seriedad la situación de los líderes sociales asesinados por todo el país, un esfuerzo nimio y débil en aclarar en investigación seria las indicaciones de Merlano y un compilado de reclamos en justicia que residen en el núcleo de un paro cívico (que por cierto duerme y no ha vuelto a despertar).
Sin duda, el regreso de Uber es un costal más, uno pesado que cae en la pila de escombros en las que reside el Presidente, ya que la activación de la aplicación es la cereza para presentar a un mandatario sin victorias, sin ideas, perdido en una derrota tras otra, en un Presidente que no es líder, sino preso de un fantasma que ya no tiene voz ni mando.