En la mayor parte del país las celebraciones de fin y comienzo de año han terminado, dejando a su paso un guayabo tormentoso, que nadie quisiera asumir. Estas fechas son especiales porque no solamente registran un simple guayabo por alicoramiento sino por otra serie de hechos que desafortunadamente tocan el bolsillo. Gastos desmedidos, enfermedades y en algunos casos episodios lamentables. En fin, la temporada decembrina así como es anhelada es preocupante para quienes la viven en el rigor de su plenitud.
Estamos en Colombia, país galardonado como el más feliz del mundo, fortaleciendo una cultura facilista y folclórica en contravía de las necesidades reales de la población. Las fiestas hicieron su curso; la gente prosigue su camino; los afortunados a sacudir su escritorio o uniforme y continuar en la lucha por la supervivencia. A otros, el destino no les depara buenas noticias y se la juegan en el formalizado rebusque. En medio de la expectativa o desánimo, ahora queda enfrentar lo que se venga, lo importante es no morirse del hambre.
Sin embargo existe una infinita desolación cuando se mira alrededor, y es la realidad de la nación. Un Estado completamente desbarajustado, con un desorden financiero que arremete la voluntad popular. Históricamente un IVA del 19% que ha grabado prácticamente la dignidad de la sociedad. Esto sucedió en medio del festejo popular, cuando los colombianos atendían antojos costumbristas que enceguecen hasta los más ordenados. ‘Juan Pachanga’ bailó, tomó y tuvo sexo; una tarea bien realizada. El desenguayabe es otra obligación que bien se debe tratar.
El despertar del 10 de enero siempre se dijo que sería amargo, nadie le puso cuidado. Hoy, la natural preocupación embarga la mansedumbre tropical de un pueblo agobiado por las fechorías políticas. Los caciques fuman su tabaco y albardan las bestias que los catapultaran al éxito de sus ambiciones. Los esclavos empiezan con la repetitiva murmuración, y los patronos dicen: ‘hay que castigar a los rebeldes’. Este primer mes es determinante para que los emancipadores desplieguen estrategias y planifiquen el ataque.
Expertos en materia de economía han manifestado que la ‘patria boba’ es una bomba de tiempo; se ve venir una crisis social y política sin precedentes, algo que ningún ‘pluma blanca’ podrá espantar con una simple humarada, tendrán que valerse de herramientas y planteamientos más efectivos para contener la arremetida. Dicen otros que puede ser la oportunidad perfecta para que la hipnotización de la tierra del ‘Corazón de Jesús’ evapore y como consecuencia acelere una combustión de requerimientos populares.
Se sienten vientos nunca antes percibidos; muchas palmeras sacuden y sueltan sus hojas maduras, irritando sutilmente sus propios cogollos. Movimientos raros de animales endémicos indican que un pronto traslado será necesario. Pero el guayabo apenas inicia su desintoxicación, y si antes era ‘puntudo’ ahora será redondo gracias a la integridad de problemas que se juntan para un solo dolor de cabeza. Salario mínimo irrisorio, IVA del 19%, exageradas tasas de interés y desordenados recursos para el post conflicto, conforman el detonante más peligroso de una comunidad ampollada en su cuerpo entero.
Los guayabos son llevaderos cuando con una limonada o cerveza pasan a segundo plano, pero cuando asaltan el total de órganos y son inmanejables, necesariamente la asistencia médica es la única alternativa para remediar el problema. Este guayabo tormentoso con la que despierta la nación solo una buena medicina podría contrarrestar su accionar.
A final de enero la misma necesidad tendrá cara de perro, con lo que se abultará el cuero de los oprimidos. De no controlarse a tiempo la hinchazón epidérmica, el rompimiento de las células inflamadas será inminente, conllevando a la suspensión de la normal circulación de la sangre nacional, generándose trombos que ocasionarían falta de respiración y postración de los cuerpos.
Para todo hay remedio; desde ya se preparan las terapias en las redes sociales que podrían ser efectivas si logran invadir el espacio craneoencefálico, sacudiendo un cuerpo agonizante, brindándole una opción de vida. Es la oportunidad que Colombia ha soñado para unificación de criterios. Se mira con esperanza la propuesta para la rebaja de salarios de los ‘padres de la patria’; paros contra los impuestos y ataques al régimen presidencialista. Estos son productos de un buen desenguayabe.