La educación nuevamente es noticia en Colombia, estudiantes de universidades públicas se manifiestan solicitando al gobierno nacional la destinación de un presupuesto que les permita salir del déficit fiscal en que se encuentran hace tres décadas y que cada vez se agudiza. Las cifras hablan por sí solas y es evidente que de no encontrarse una salida para este grave problema nacional los afectados serán los jóvenes bachilleres que no tendrán otra opción que conformarse con ver cómo se esfuma la posibilidad de ingresar al sistema educativo público nacional. Ya de por sí es grave que el número de bachilleres que pueden ingresar a una universidad pública es de los más bajos de América y quizá del mundo entero.
Jóvenes que deambularán por las calles engrosarán la cifra de desempleados, y lastimosamente serán presa fácil de los grupos de delincuencia o tendrán que dedicarse a oficios mal remunerados y con escasas posibilidades de ascenso económico y social. Un precio que lo pagamos todos los colombianos y muy caro. Pero, quizá, lo más grave es el hecho de condenar a cientos y miles de jóvenes a una vida de ignorancia e incultura; factura impagable y que nos condena a la dependencia tecnológica y científica. Un país sin educación es víctima fácil de otras culturas.
La senadora Paloma Valencia propone que los profesionales egresados de las universidades públicas destinen el 20% de su sueldo, durante veinte años, para financiar el sistema educativo público de Colombia. Idea tomada de países como Austria donde efectivamente así acontece. Pero con la diferencia que en este país se garantiza un trabajo estable, bien remunerado y digno para los jóvenes profesionales. Los salarios son de los más altos del mundo y existe cero corrupción. Se piensa efectivamente en educación y se tiene uno de los mejores sistemas educativos con maestros bien pagados y remunerados. La condena para los corruptos es ejemplarizante y existe un cuidado y atención exclusivo para los infantes y niños. La educación es obligatoria, gratuita y con altos estándares de calidad.
En Colombia pensar que durante veinte o diez años un profesional joven destine un alto porcentaje de su salario para sostener el sistema educativo público es un exabrupto. Una imposibilidad por los bajos salarios, la imposibilidad de acceder a un trabajo durante los primeros tres años y los altos índices de necesidades básicas insatisfechas. Pero si podemos pensar en otras alternativas, más viables y efectivas.
Por ejemplo. El presidente Duque propone rebaja del IVA del 19 al 16% y la devolución a los pobres de esa diferencia en productos de la canasta básica familiar. Pues que lo devuelva en educación y en el ingreso a las universidades públicas. En vez de armar ese galimatías económico y financiero, en el cual se extraviarán y perderán grandes recursos provenientes del IVA, simple y sencillamente que durante una década se destine esa diferencia a la financiación de las universidades públicas. Así efectivamente estará realizando la devolución de esos tres puntos del IVA a las clases menos favorecidas de Colombia, y les brindará educación de calidad y un futuro digno y decoroso. Y de paso daremos un gran salto educativo que se traducirá en lo social, científico y tecnológico. Y no condenaremos a los jóvenes profesionales al pago de una deuda impagable y dolorosa debido a los bajos y malos salarios de nuestros profesionales.
La diferencia es notable. Y únicamente se necesita voluntad política para que esta o cualquiera otra propuesta más sensata se vuelva realidad. Lo único cierto es que nuestro sistema educativo público se encuentra haciendo aguas por todos los frentes, no existe dinero para funcionamiento, para investigación, para contratar profesionales de alta calidad y mucho menos para financiar especializaciones o doctorados que nos permitan un despegue cultural. Tan necesario e inaplazable.
Que estos tres puntos del IVA se devuelvan en educación y cultura a los menos favorecidos, que entre todos saquemos a nuestros jóvenes de ese túnel sin salida en que se encuentran y que cada día se oscurece más. Y si no es esta una propuesta válida, por lo menos que sirva para que se planteen unas nuevas alternativas de solución. No podemos posponer una solución al problema de la educación pública en Colombia. Nuestras universidades nos necesitan, nuestros jóvenes no pueden seguir siendo víctimas de un Estado alejado de sus reales necesidades. Muchos de los problemas que nos aquejan a los colombianos se deben al abandono y descuido del sistema educativo público. Y que nuestros legisladores en vez de hacer leyes que van en contra de la educación y de la juventud piensen en la urgente necesidad de rescatar nuestras universidades y hacer de ellas una cantera de ciencia, cultura y tecnología.