Thierry Meyssan es un intelectual francés, presidente fundador de la red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace, considerado una de las voces más autorizadas mundialmente en el campo de la geopolítica, cuyos análisis se publican con frecuencia en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Hace una semana publicó una columna en su portal, titulada: Israel agrede a las Naciones Unidas. Además de las realidades que conocemos a diario, baso mis apreciaciones en ella.
Si no fuera por el espacio, me limitaría a copiar y pegar su texto, pues los hechos que relaciona, la ilación de sus reflexiones y la conclusión de estas resulta inobjetable. Sus argumentos se basan en esto: para pertenecer, como miembro reconocido y respetado, a la ONU, hay que aceptar sin reservas las obligaciones consignadas en la Carta de las Naciones Unidas, compromiso que firmó Israel por escrito al solicitar en 1949 su adhesión.
Se comprometió formalmente a cumplir con dichas obligaciones. Además, el nuevo Estado tranquilizó a la Asamblea General de Naciones Unidas, por entonces integrada apenas por una cuarta parte de los países que son hoy miembros, asegurando que proclamaba una completa igualdad de derechos sociales y políticos a todos los ciudadanos, sin distinción de creencias, de raza y de sexo. De ahí su reconocimiento.
En medio de aquellas promesas Israel desarrolló la que los palestinos denominan la Nabka, en nuestro idioma la Catástrofe, que consistió en expulsar a sangre y fuego de sus tierras, en donde habitaban desde hacía tres milenios, a unos 750.000 palestinos, entre el 50 y el 80 por ciento de su población, condenada desde entonces a vivir como refugiada, en condiciones muy difíciles, en los países del vecindario.
Sobra decir que la persecución y el sufrimiento que padece desde entonces el pueblo palestino constituye una tragedia infame. Israel decidió expandirse mucho más allá de los límites iniciales, alegando siempre motivos de seguridad, a costa del despojo, el destierro o la vida de decenas de miles de personas. Lo que el mundo contempla horrorizado en Gaza, desde tiempo atrás en Siria y ahora en el Líbano, apenas constituye un episodio más de lo vivido durante casi 80 años.
Israel ha violado, en medio de la más absoluta impunidad, todas las normas del derecho internacional, del derecho penal internacional, del derecho internacional de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario
Israel ha violado, en medio de la más absoluta impunidad, todas las normas del derecho internacional, del derecho penal internacional, del derecho internacional de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Thierry Meyssan lleva la cuenta precisa de 229 resoluciones de distintos órganos de Naciones Unidas, dentro de los cuales se incluyen no sólo la Asamblea General sino también su Consejo de Seguridad.
Todo lo cual ha sido posible por el respaldo incondicional de los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos. Hasta el propio Donald Trump ha sostenido de manera pública que en su país existe algo que denominan Deep State, o el Estado Profundo, un conglomerado de personas e intereses que definen realmente su política, como decir, los que mandan realmente. Dentro de este estado profundo se incluye, obviamente, el llamado lobby judío.
Un conjunto de multimillonarios con esa identidad, que, dado su poderío económico y su influencia en el Congreso, obtienen siempre el visto bueno de Washington para las acciones de los distintos gobiernos de Israel. Así funciona, ningún presidente de los Estados Unidos puede oponerse a ello. El drama que se vive hoy en el oriente medio, con riesgo de una tercera guerra mundial, podía ser solucionado favorablemente con una acción decidida del presidente norteamericano.
Pero no la va a realizar, sea demócrata o republicano. De hecho, Trump incitaba recientemente a Israel a bombardear de una vez por todas las instalaciones nucleares de Irán, para supuestamente definir el problema, mientras que Biden oscila entre autorizarlo o no, vacilación que obedece más a preocupaciones electorales, su partido podría perder en noviembre. Sobra decir que la principal interesada en ello es la ultraderecha fascista que gobierna Israel, representado por Netanyahu.
Israel ha expedido leyes, declarando organización terrorista a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina, UNRWA, privando de su condición diplomática a su personal y prohibiendo su acción en Israel. Igual, su representante saliente ante la ONU declaró en agosto de este año que la sede de esta en Nueva York debería ser borrada de la faz de la tierra. Israel declaró recientemente persona no grata al secretario general de Naciones Unidas.
Y está atacando frontalmente a los cascos azules de Naciones Unidas en el Líbano. Eso, después de haber eliminado con sus bombardeos, a por lo menos 200 funcionarios de Naciones Unidas en Gaza. No hay norma del derecho que Israel respete. Lo cual permite a muchos afirmar la identidad de este estado con la Alemania nazi de los años treinta del siglo pasado, a la que se le toleró de todo. Meyssan se pregunta si cabe sostener la membresía de Israel en la ONU.
