Durante muchos años, la excompañera sentimental del estratega guardó silencio hasta cuando ella misma relató a algunos medios que en un taxi, Hernán Darío la miró y le dijo: “me tiré la vida”, pues minutos antes la había golpeado cinco veces.
Ese hecho cambió sus vidas, dividió al país entre amigos y enemigos de ambos. A él lo sacó de las canchas colombianas, le cerró las puertas de los equipos temerosos de un veto de los anunciantes y comenzó una larga errancia por el mundo futbolístico hasta hoy cuando Fuad Char lo contrata para dirigir al tiburón de Barranquilla.
Por su parte, Isabel como víctima en un inaceptable caso de violencia de pareja, continuó nadando sola en medio de esa extraña mezcla de controversia social y deportiva, que unas veces la hace víctima y otras, la revictimiza en el partido de la vida que para todos por igual tiene victorias y derrotas.
Aunque el Bolillo es tema de conversación en cualquier tienda, bar, familia o red social, hasta el momento, Isabel no ha expresado sus impresiones sobre el salvavidas que la familia Char le lanzó al técnico antioqueño, hijo de un exconcejal conservador cercano a los Valencia Cossio en Medellín.
Isabel ha corrido, pero no con la misma suerte. Bolillo nunca le pidió disculpas. La culpó por las consecuencias de sus propios actos lo que le generó ella una depresión crónica que casi la lleva hasta el suicidio. La salvaron los ángeles y Emiliano, su otro ángel.
Para no llorar y facturar como lo canta ahora Shakira, Isabel se convirtió en terapeuta y ayuda a otras personas a salir de los pozos depresivos. Pasó la página, aunque de tanto en tanto recuerda a quien fue su amante, es padre de su hijo y como otras personas también marcó, pero no goles, sino diferentes momentos en su vida.
A los 14 años sobrevivió al suicidio de su papá y a los 22 comenzó a trabajar como Secretaria de uno de los mejores amigos de Hernán Darío Gómez a quien llaman ‘Guanábana’. Corría el 2001 y el Bolillo estaba en la cresta de la ola. Era el técnico de la Selección Nacional de Fútbol de Ecuador a la que logró clasificar por primera vez a un campeonato mundial.
En una tarde cualquiera de entonces, Bolillo llamó a la oficina de su amigo y le contestó Isabel: -Guanábana no está, se fue a Miami el fin de semana y él la convenció, no sin algo de disgusto, de que lo dejara ver un partido en la oficina.
El tenía 46 años. Ella quedó conmovida por la sencillez de un hombre famoso que le confesó sentirse muy solo. Al otro día fueron a almorzar en Llanogrande, vieron un partido de fútbol aficionado, se tomaron una cerveza, bailaron salsa. Se enamoró perdida y locamente hasta el punto de que en las noches lloraba y sentía pánico. Buscó ayuda profesional y comenzó a consultar el sicólogo.
Estaba prendada de un hombre casado, sensación en Ecuador y en Colombia. Época gloriosa y difícil para el Bolillo. En febrero del 2001, mientras departía con amigos en el Hilton Colón de Quito, se acercó el propietario de un equipo llamado José Rodríguez.
El hombre le recriminó al Director Técnico colombiano no haber convocado al hijo del expresidente ecuatoriano Abdalá Bucaram a la selección de Ecuador que iría al mundial, le dio un balazo en la pierna, cerca de la ingle y casi muere desangrado.
No era fácil ser un seleccionador nacional y cuando Bolillo conoció a Isabel, ya era una leyenda. Estaba entre los 5 técnicos con más partidos de selección dirigidos: 230. Había estado en 4 mundiales, 10 copas Américas, 5 copas de Oro.
Ante jóvenes como Isabel, su personalidad arrolladora terminó imponiéndose porque no les importaba que fuera casado, luciera barriga, hablara con dichos de paisa viejo y tuviera como mejor amigo al disoluto Faustino Asprilla.
Durante una década, Isabel se resignó a ser la amante de uno de los hombres más famosos del país, le dolía su rol y terminó casándose con José Lenis, su mejor amigo cuando era estudiante de la Universidad Pontificia Bolivariana. Realmente, no lo amaba y lloró sin consuelo en el momento en que el sacerdote los bendijo por pensar en Hernán Darío Gómez.
Isabel era infeliz en su matrimonio, a veces se le escapaba a su esposo, le decía que iría al supermercado a las 11 de la mañana y aparecía a las 4 de la tarde. Un mes después de la boda ya le era infiel a su marido con famoso entrenador. En 2009 quedó embarazada y a José las cuentas no le cuadraban. Sabía que no era su hijo.
Ella le contó al Bolillo que esperaba un hijo suyo y él, simplemente se quedó en silencio. Pasaron los años, pero nunca quiso hacerse la prueba de ADN. Al niño lo ha visto sólo un par de veces. A regañadientes pagó el colegio y 1.300.000 pesos mensuales para su manutención.
No fue el embarazo, el nacimiento de su ángel o su vida de esposa en la sombra, lo que partió la vida de Isabel en dos, sino el incidente que le dio la vuelta al mundo el 6 de agosto de 2021. Ese día viajó a Bogotá, se hospedó en el Marriot y cenó en la Mina, el restaurante del hotel.
Con algunos tragos en la cabeza y ya prendidos, se fueron a El Bembé, un sitio de música salsa de moda en ese momento en Bogotá. Cuando la botella estaba en la mitad, Hernán empezó a ponerle atención a las mujeres de una mesa contigua que querían fotografiarse con él.
La escena incomodó a Isabel, le reclamó y le dijo que se iba. Él reaccionó con furia desaforada como nunca lo había hecho. La agarró del pelo, le pegó cinco cachetadas y la tiró al piso. Fue una humillación.
En esa época los celulares con cámaras eran escasos y así corrió la noticia que debates, juicios y ríos de tinta. El escándalo le costó al Bolillo su puesto como Director Técnico en la Selección Colombia, aunque tuvo buen desempeño en la Copa América de Argentina y preparaba la eliminatoria al mundial de Brasil con la generación más gloriosa de la historia del fútbol colombiano a su disposición.
Bolillo nunca le presentó disculpas a su compañera sentimental y la responsabilizó por lo que le había pasado. Despreciada, Isabel entró en una depresión crónica de la que Emiliano y su devoción a los ángeles la han salvado en el último minuto de este partido donde hay más derrotas que victorias y todos esperan ahora que haya quedado atrás y nunca más se repita.