QUE BUENO QUE ESTAMOS CONJUGANDO EL VERBO RENUNCIAR, hasta ahora inexistente en Colombia; se cometían todo tipo de excesos, irregularidades e indelicadezas: bombardeos a "Maquinas de Guerra", tráfico de influencias, puerta giratoria, raponazos al presuesto. ¡Nadie renunciaba!.
Cuando existe vergüenza se renuncia, lo contrario es atornillarse. Karen Abudinen desfalcó 70.000 millones de pesos en el ministerio de las Tics; lo anterior correspondía al internet de las escuelas de niños pobres. ¡No renuncio!, el ex presidente Ivan Duque y todos sus adláteres la protegieron, sostuvieron y defendieron. ¿Tan rápido se nos olvidó esto?.
Otrora, renunciar se tornaba un imposible y ante una clara evidencia la respuesta era atornillarse, enconcharse y con altanería provocación y desafío, nadie tomaba con altivez su renuncia. ¡Era un triunfo no renunciar!. El no renunciar era premiado, ovacionado y enaltecido. Los estimulos para no hacerlo venían de los superiores jerárquicos en política, que consideraban que renunciar era sinónimo de derrota, claudicar y entregar en bandeja de plata al enemigo político ( más no adversario politico) un ministerio o un puesto burocrático significativo.
En este ambiente de contubernios y conveniencias, de pronto aparecen las Mociones de Censura, una figura de control politico que siempre fracasa, ante la solidaridad de cuerpo que ejerce el engranaje diseñado para encubrir. No he conocido en mis años de existencia, el primer ministro que lo tumbe una Moción de Censura o que una denuncia contra un aforado progrese, en la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, coloquialmente conocida como "Comisión de Absoluciones de la Camara".
Pero a esta equivocada postura le llego el cambio.
Lo de Irene Velez es una clara persecución de los brazos políticos de la corruptela, llámese Fiscalia o Procuraduría. Como nunca antes, tenemos unos órganos de control desbordados en una clara y descarada militancia política. "El usted no sabe quién soy yo" es el ejemplo coloquial más representativo de tráfico de influencias; es imposible defender una irregularidad eventualmente cometida por un funcionario sea de un alto rango, medio o bajo. Su gravedad no depende del rango. Pero el caso Irene Vélez es representativo de una persecución en un tramite que tiene su respetable rigor, pero en el caso puntual, primó lo formal, sobre lo sustancial y donde la doble moral está presente y de contera la implacable persecución política.
Son los viudos del poder, en una constante carrera de persecución contra una mujer proba, decente, impoluta e inteligente. Irene Velez fue víctima de una atavica y misógina mentalidad machista. Toda la posición dominante de sus medios contra ella: mujer y madre. Con toda su fuerza, enfilaron su batería mediatica, para destrozarla.
Pero regocigemonos: ¡hoy en el gobierno del cambio, se conjuga el verbo renunciar!.
Renunciar no significa ser culpable. La renuncia es un acto de honestidad que no se veía en Colombia. Renunciar no es una derrota, renunciar es tener dignidad, para dar paso a unas investigaciones que si son objetivas, seguro saldrá bien librada. Irene Velez renuncia porque es decente, renuncia porque es digna y comprometida, de lo contrario no lo haria, como no lo hacian la banda de hampones, que cometían toda clase de fechorías y nadie renunciaba.