En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rebelde sirio, han alcanzado las tropas iraníes sus objetivos militares. La guerra civil siria está a punto de concluir. Este podría ser el parte de guerra de lo que está sucediendo en Siria tras más de cinco largos años de conflicto, once millones de desplazados y refugiados -la mitad de la población del país-y 400.000 muertos sobre la mesa, amén de miles sirios heridos, detenidos, torturados y privados de unas condiciones mínimas de vida. Nacida al calor de la mal denominada “primavera árabe”, la revuelta siria se fue convirtiendo, poco a poco, en una verdadera pesadilla para millones de personas.
La ciudad de Alepo, ya ciudad mártir muy a su pesar, se ha convertido en el emblema de esta tragedia del siglo XXI. Sus habitantes, condenados por la comunidad internacional al exterminio silencioso, han sido víctimas de la brutalidad de su propio gobierno, amén de tener que pagar las consecuencias la diabólica alianza entre Rusia e Irán para preservar sus intereses, tan distantes entre sí paradójicamente, en esta parte del mundo. La política, ya se sabe, hace extraños compañeros de cama.
A las primeras protestas pacíficas y también armadas contra el régimen de Bashar al-Asad, que nunca tuvo en su horizonte político la democratización de la nación, se le vino a unir la inestabilidad regional, el apoyo de Occidente a una oposición atomizada, dividida y con pocas ansias de cambio, más allá de sus propias ambiciones, y el comienzo de una suerte de nueva guerra fría entre los Estados Unidos y Rusia. A este imbricado escenario, ya de por sí complicado y volátil a media que avanzaba la contienda, se le vino a unir la necesidad por parte de Irán de mantener con vida (política) a uno de sus pocos aliados en en la zona, por no decir casi el único: Siria.
Por si fuera poco, y porque a río revuelto ganancias de pescadores, la irrupción en escena del Estado Islámico vino a complicar aún más las cosas. Si bien en un principio se vislumbró una suerte de alianza tácita entre la misma Siria, Rusia, Irán, la Unión Europea y Estados Unidos para luchar contra este “Estado”-organización terrorista, que crecía como un monstruo sin control a costa del descontrol generado por la debilidad de los Estados sirio e iraquí, muy pronto ese compromiso no escrito se rompió y nuevamente cada uno volvió a hacer valer sus cartas sobre la mesa.
Así las cosas, y ya rotos los puentes entre Estados Unidos y Rusia, este año fue decisivo para la guerra en Siria. Las fuerzas opositoras parecen ya claramente derrotadas y sin posibilidades de ganar la contienda al régimen, los Estados Unidos y sus socios europeos han claudicado y se muestran impotentes para cambiar las cosas y Rusia, por su parte, aparece como el garante del régimen de al-Asad en la escena internacional, al tiempo que ha hecho valer sus bazas en la región y defender con uñas y dientes sus intereses en Oriente Medio, como la base militar rusa de Tartus en suelo sirio.
Mención aparte merecen los kurdos que ocupan el norte de Siria y que, seguramente, seguirán conservando sus posiciones territoriales, a merced de la controvertida ayuda de los Estados Unidos y otras potencias occidentales, incluyendo aquí a Israel, para gran enfado y preocupación de Turquía. Ankara examina con verdadero pavor el nacimiento de un gran Estado kurdo que englobaría la entidad kurda que ya existe en suelo iraquí, los territorios del norte de Siria ocupados por las milicias kurdas y, probablemente, otros territorios poblados por esta etnia en Irán y, quien sabe, en Turquía. La estupidez con que el jefe del Estado de la República de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, está respondiendo a las demandas kurdas, planteadas hasta hace unos meses con moderación, está llevando a su país al abismo y a la guerra; en esas circunstancias, la situación no hará más que empeorar y a los kurdos, empujados por la brutalidad de las fuerzas de seguridad turcas, sólo les quedará el recurso de la violencia.
IRÁN, ACTOR REFORZADO Y PROTAGÓNICO EN ORIENTE MEDIO
En cualquier caso, tras las brumas de la batalla, ya se ha empieza a percibir un Irán victorioso que ha conseguido su objetivo fundamental, que no era ni más ni menos que garantizar la permanencia de al-Asad al frente del gobierno de Damasco. Para Teherán, no es tan importante la integridad territorial de Siria como el control político que pueda ejercer sobre el país, verdadero y nunca ocultado objetivo en esta guerra.
Irán ha apoyado militarmente a Damasco, ha puesto hombres sobre el terreno, incluidos algunos milicianos del todopoderoso Hezbolá del Líbano, y, sobre todo, ha empleado todos los recursos políticos, mediáticos e incluso económicos para mantener con vida al moribundo régimen sirio. Y lo ha logrado, muy a pesar de los deseos de los Estados Unidos y una buena parte de Europa que un día pensaron que el cambio en Siria estaba a la vuelta de la esquina, cuando no era así, sino más bien lo contrario. Confundir los deseos con la realidad en política se suele pagar muy caro, tan caro como para acabar cosechando una derrota inesperada y quedar fuera de juego quizá para siempre en escenario tan convulso como el del actual Oriente Medio.
Si echamos un vistazo a un mapa de la región, podemos ver con claridad que la influencia de Irán se extiende hoy desde Irak, donde los chiítas son una fuerza en alza, hasta Gaza-Israel, donde el grupo palestino Hamas tiene todavía una notable influencia para desestabilizar al Estado hebreo y abrir un nuevo frente de conflicto, pasando por la ya “normalizada” Siria, el Líbano, que controla (casi) con mano de hierro el grupo proiraní Hezbulá, y llega, dando un gran salto, hasta Yemen. Pero también, para desgracia de Arabia Saudí y la mayor parte de las cancillerías occidentales, Irán recupera la iniciativa política en la región, cuando hace años era una nación apestada por todos, y mantiene, con creces y al alza, la capacidad de desestabilizar Afganistán, Israel y Turquía, desafiando abiertamente a Arabia Saudi, Estados Unidos y Europa. Ahora, analizados todos estos elementos, cuán razón tenía el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, al denunciar el pacto de Munich II por el cual se rehabilitaba a la criminal Irán y su programa nuclear, en aras de lograr la paz de nuestro tiempo, y señalar que el camino era la defensa de nuestros principios y valores democráticos para evitar conflictos de mayor calado. Pero ahora es demasiado tarde para expirar las culpas. Irán ya ha ganado la guerra de Siria.