Militares, unos cuantos políticos y su familia fueron los únicos asistentes al funeral de Mohsen Fakhrizadeh, este lunes 30 de noviembre. Hasta su asesinato el pasado viernes, este científico era desconocido para la mayoría de los iraníes.
Fakhrizadeh, integrante de los Guardianes de la Revolución, era uno de los pilares en el sector de la defensa iraní, incluido el programa nuclear que Irán siempre ha insistido no tiene una dimensión militar, como señala el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.
Teherán ha designado como responsable del asesinato a Israel y régimen iraní ha prometido vengar la muerte del científico.
El ataque deja también en evidencia las divisiones internas. El sector más radical ha puesto en duda la política de “paciencia estratégica” para responder a este tipo de actos, muchos aseguran que es un símbolo de debilidad.
No ha pasado desapercibido el fracaso de los servicios de inteligencia, que este año han vivido duros golpes con el también asesinato del general de las fuerzas Qasem Soleimani.
Pero la mayor división está en el futuro del acuerdo nuclear que el presidente Donald Trump dejó agonizante después de que retiró a Estados Unidos e impuso duras sanciones en 2018.
Irán desde entonces ha retrocedido en la mayoría de sus compromisos, pero el gobierno del presidente Hassan Rohani ha asegurado que volverá al punto inicial si el nuevo presidente Joe Biden levanta sanciones.
Muchos conservadores piensan que esto no debe pasar. El Parlamento, liderado por los radicales, pidió el domingo que no se permitiera la entrada de los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
El regreso al acuerdo nuclear y unas posibles negociaciones con Washington ya empiezan a ser usadas como arma política en vista de las elecciones presidenciales de junio que esperan ganar el bando conservador radical. Posiblemente encabezado por un Guardián de la Revolución.