Desde lejos se ven los parasoles multicolores. Parece una feria de las pulgas improvisada. Sin embargo, acá reside el mal. Desde hace cuatro años, al final de la administración de Peñalosa, empezaron a llegar a la Avenida Caracas con Calle 13, uno de los sectores más transitados de la capital, repleto de chuzos donde venden los ‘pescados’, nombre que reciben los celulares que son reseteados después de ser robados y quedan listos para ser vendidos de nuevo.
Nada más acercarse para encontrar de frente un vendedor que le ofrece lo que busque: sim cards a 2.500 pesos, celulares desde $80.000 hasta $1.300.000, precio que tienen los iphone 14. Todos los celulares son sólo maquillaje, se ven bonitos por fuera, pero por dentro es otra cosa. Si usted compra un iPhone, se expone a que lo tumben porque es una máquina inferior. Le puede funcionar tres meses, pero después fallará. No le entregan papeles de ningún tipo. La tumbada es segura.
En la mitad de los parasoles hay un CAI Móvil de la Policía para que esté haciendo control, pero cuando entramos, vimos en qué se les iba el tiempo a los uniformados: hablar cháchara ventiada. No hacen un control específico de la situación. Incluso, cuando entramos, un tipo se nos acerca y nos dice con sigilo:
-Venga para acá, pero que no nos vean los tombos.
Aunque Claudia López insista en que vivir en Bogotá es una experiencia tan benigna y refrescante como estar en Disney, en Bogotá roban 350 celulares al día. En 2022, según cifras de la Policía, se robaron 127.496 celulares. Todos saben a dónde van a parar, pero nadie hace nada.