Invitación a Nieto Arteta
Opinión

Invitación a Nieto Arteta

Noticias de la otra orilla

Por:
junio 23, 2013
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Acaba de tener lugar en Barranquilla, durante los días 19, 20 y 21 de junio una jornada conmemorativa de los 100 años del natalicio del pensador colombiano, malogrado tempranamente, Luis Eduardo Nieto Arteta.

Nacido en Barranquilla el 9 de junio de 1913, el año en el que también nacieron López Michelsen y Nicolás Gómez Dávila, en el seno de una modesta familia de clase media, se educó con los Jesuitas del Colegio San José, y ya desde los 15 años comienza a escribir de manera intensa y prolífica, sin parar, hasta los 42 años cuando decidió suicidarse en su casa materna de la Calle Caldas un día de abril de 1956, luego de una valiosa labor diplomática e intelectual en Argentina, Brasil y España, y de haber regresado a Barranquilla para trabajar como Magistrado del Tribunal Superior del Atlántico.

Las razones de tal decisión siempre han quedado postergadas por quienes se han acercado a su vida y a su obra, urgidos más por la asunción inaplazable de las claves de los muy diversos abordajes, casi todos excepcionales, pioneros, novedosos, que anunciaban lo que ya parece ser una certeza cada vez más clara y unánimemente compartida por los especialistas en su obra: la de que Nieto Arteta asoma las ideas en Colombia a un ámbito de modernidad sin precedentes en campos académicos como la historia, la sociología, la filosofía, la economía y la hermenéutica jurídica.

El debate de la importancia y validez de su legado se torna a veces cruzado de abiertos desacuerdos cuando las evidentes debilidades de una obra, desde luego inacabada, que fue escrita antes de los 30 años de edad, no se sabe si deban ser atribuidas al frenesí temprano de una carrera intelectual que parecía querer tocarlo todo, como si presintiera un destino corto y apremiante; o en su defecto, ello se deba a una miope aproximación que olvida leer en contexto y perspectiva una compleja historia personal en el país que era Colombia.

Lo curioso es que, al mismo tiempo en que Nieto Arteta regresa a vivir a Barranquilla, ciudad de la que se queja amargamente por ser hostil al ejercicio de la inteligencia y la sensibilidad, en la que no encuentra buenos libros, ni sitios amables para la tertulia, ni dialogantes de su altura,  el mítico Grupo de Barranquilla hacía de las suyas marcando el paso de otras ideas de modernidad en el país, en áreas como el cuento, la crónica, la novela, la pintura, la música popular, y en la manera de vivir la vida.

No hay testimonios de que Nieto Arteta se haya acercado al trepidante Olimpo dionisíaco de La Cueva. Está claro que jamás iba a terminar en los excesos vitalistas de amanecer comiendo chicharrones donde el Negro Adán; ni farreándose una noche en el prostíbulo de  Eufemia; ni acompañando a Obregón y a Cepeda a darse trompadas con los estibadores del Terminal Marítimo; ni hablando de literatura con Gabo en los cuchitriles de El Rascacielos.

Nieto Arteta pertenece a esa nómina apolínea de exquisita elegancia espiritual a la que pertenecen también en el Caribe colombiano los filósofos, poetas y educadores como Julio Enrique Blanco, Rafael Carrillo, Meira Delmar, Rojas Herazo, Alberto Assa, Gustavo Ibarra Merlano y Giovanni Quessep, entre otros; raros que no cuadran en el estereotipo que ha hecho ya carrera para definir al hombre de esta otra orilla; personajes que definitivamente han sido cultores existenciales de una manera diferente de vivir el Caribe.

A pesar de que estudiosos como el maestro Gonzalo Cataño, que vino a Barranquilla para lanzar su obra más reciente titulada Introducción del pensamiento moderno en Colombia, el caso de Nieto Arteta, un volumen de 500 páginas que pareciera no dejar nada sin tocar, él mismo, y otros, y muchos más, coinciden en afirmar que Nieto Arteta es todavía una asignatura pendiente en la vida académica y cultural de nuestro país.

Huellas fascinantes de su pensamiento quedan aún en la Biblioteca Piloto del Caribe de Barranquilla, en forma de poemas, cartas, ensayos inéditos, artículos, recortes, libros de él y sobre él, y 3.000 fichas bibliográficas comentadas que son el testimonio de un lector voraz y de una inteligencia en trance permanente.

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