La razón por la que la industria farmacéutica no invierte dinero en la investigación de enfermedades como el ébola es simple: NO son rentables. Sus víctimas son gente pobre que no puede pagar por las medicinas y vacunas que necesitan y por lo tanto no producen utilidades. Pueden morirse tranquilos.
Lo que no resulta simple ni claro es que, existiendo la necesidad y la oportunidad de desarrollar vacunas, medicamentos y métodos para detección de enfermedades en Colombia, quienes tienen la obligación de apoyar estas investigaciones no lo hagan o, peor aún, las descalifiquen sin tener los conocimientos científicos ni los argumentos suficientes para hacerlo.
El actual Ministro de Salud Alejandro Gaviria, por ejemplo, escribió el 22 de febrero de 2011, en un blog suyo, una nota titulada "Seguimiento a una noticia: la vacuna de Patarroyo" en la que alega que Patarroyo le ha dedicado mucho tiempo a la investigación, más de 30 años, y que siempre ha dicho lo mismo. Para él, político acostumbrado a cambiar de opinión según convenga a sus intereses, resulta absurdo que alguien sea fiel a sus principios. Se queja también el Ministro en su blog de que un artículo científico producido por Patarroyo y su grupo, publicado por la revista Chemical Reviews no apareció. "Chemical Reviews no publicó el mencionado artículo. Ni en enero. Ni en febrero.", dice.
Cierto. Por decisión de la revista apareció el 25 de Marzo de 2011 bajo el título "Structural and immunological principles leading to chemically synthesized, multiantigenic, multistage, minimal subunit-based vaccine development", en que se desarrolla el método que permitirá producir químicamente vacunas contra cualquier enfermedad, es decir, enseña la manera de salvar 17 millones de vidas cada año. El Ministro no volvió a decir nada al respecto y no hay ninguna evidencia de que haya leído el artículo o, si lo hizo, parece que no entendió nada.
Termina la nota de marras comparando el trabajo de Patarroyo con el túnel de La Línea, el canal interoceánico, la navegación por el río Magdalena y la descontaminación del río Bogotá. Así las cosas, existen sobradas razones para pensar que de parte del Estado colombiano no habrá en mucho tiempo ni un solo peso para financiar el trabajo de investigación más importante hecho en Colombia, de manera gratuita y con fines estrictamente humanitarios, solo porque a un funcionario cuya formación apunta más al manejo del concreto y el hormigón que a la personas y su salud no le parece importante, porque los resultados no se han producido a la velocidad que él quiere, porque el científico le cae mal o por todas las anteriores. Debe declararse impedido para actuar en todo lo que tenga que ver con la financiación de la FIDIC.
El premio Nobel de Medicina del 2008, Harald Zur Hausen, que tiene 78 años, 60 de los cuales le ha dedicado a la investigación, visitó la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia, se enteró de primera mano del curso de las investigaciones realizadas y reconoció en ellas un trabajo de gran importancia para la humanidad. Lo hizo con conocimiento de causa, por interés profesional y científico, lo cual no es un detalle menor: significa que Patarroyo y la FIDIC están en la élite científica del mundo, que allí hay una fuente de conocimiento importante que el país político se empeña en desconocer. Los encargados del merchandising en las farmacéuticas deben estar felices y muy agradecidos con quienes les facilitan la tarea de llenarse los bolsillos a costa de la desgracia de muchos.