“El trabajo más difícil de nuestras vidas tiene que suceder en los próximos años” ((Halla Tomasdóttir)
Continuando con la tarea sobre la pedagogía democrática a la que se hizo referencia en artículo anterior y en donde quedó claro que la dinámica de la participación democrática está en constante evolución, bien por la influencia de lo extranjero o por la intervención de las fuerzas políticas que se mueven y desarrollan en Colombia.
Es un hecho cierto que el Estado está obligado a trabajar por la generación de equidad a la que se refiere Alejandro Gaviria[1], pero al mismo tiempo determinar las políticas que desarrollen los derechos fundamentales contemplados en la constitución y denominados como derecho a la salud, a la vida, a la educación, al trabajo etc., es decir aquello que garantice el mínimo vital de los colombianos.
Sin embargo enfrentamos a diario la desigualdad en lo que tiene que ver con los impuestos, pues los ricos pagan menos y los pobres pagan más, las cargas prestacionales para unos están en constante aumento, perjudicando las arcas de otros; todo ello en razón a esa economía de mercado desigual (Chun-Hal)[2] y al capitalismo salvaje criticado a nivel mundial, pues no representan las necesidades del hombre y mucho menos una solución a corto plazo, antes por el contrario los mínimos de pobreza campean a pesar de los salarios mínimos propuestos que van en contravía de los valores y comercio del dólar, lo que disminuye la ley de oferta y demanda.
Ha quedado demostrado que la filosofía de la corrupción[3] (Flores) se ha apoderado de la sociedad actual, como un mal que se ha permeado, no solo a la política sino a los políticos, a la sociedad y al pensamiento del hombre, e igualmente a todo aquello a lo que se le pueda coger ventaja, en búsqueda del dinero fácil o mejor prima el interés individual a través de las coimas y sus diversidades.
De ahí que desde la estructura misma del Estado se debe propender por otras formas de administrar los dineros y servicios para que en últimas las necesidades del conglomerado sean solucionadas desde la equidad y no con la acumulación de riquezas en los funcionarios públicos.
De otro lado, existe una desconfianza generalizada en todo lo que tenga que ver con el Estados, sus funcionarios, las políticas y los políticos, desconfianza que hace daño pues al no tener unas instituciones creíbles o mejor en quien creer hacen que esas oportunidades de enriquecimiento, de empobrecimiento, de pérdidas de dineros y oportunidades sustituyan de alguna manera toda la filosofía democrática a la que hizo hace muchos siglos Platón y demás pensadores, quienes buscaban que con el esfuerzo y del Estado se constituiría una sociedad más justa y equilibrada.
Ahora bien, corresponde a los autores de las nuevas políticas estatales y democráticas proponer unas nuevas tareas, aquellas que cumplan con el ideario social en pro de un Estado más fortalecido, en donde el esfuerzo de los asociados sea reconocido pero al mismo tiempo haya un esfuerzo mancomunado entre dirigentes y dirigidos, entre política y políticos, educadores y dicentes, es decir una relación simbiótica entre unos y otros para que ese desarrollo sea clave no solo dentro del proceso económico y social sino de paz como una nueva cátedra, una nueva forma de comprender las bases programáticas que permitan definir la propiedad colectiva y en donde la legitimidad y la confianza sean precisamente las nuevas filosofías, para propender por un Estado de equidad.
Aunque soñar no cuesta nada, es mejor (como el nombre del libro del autor Marinou) "más Platón y menos Prozac" .
[1]. https://agaviria.co/blog/2021/08/un-ideario-en-60-puntos.html
[2] Byung-Chuk Han NO-COSAS. Taurus.2021
[3] http://www.librosperuanos.com/autores/articulo/00000002316/Filosofia-de-la-corrupcion