La Universidad de Cartagena, alma mater del Caribe, profesa estar siempre a la altura de los tiempos, el inconveniente es que nosotros como estudiantes aún no desciframos cuál es el periodo de la historia del mundo en el que estamos a la altura.
No me gusta hablar mal del lugar que me ha brindado los mejores años de mi carrera profesional, que me ha educado y me ha hecho un profesional integro; pero la lista de atropellos que uno sufre en esta institución es terrible: gente que gana becas sin cumplir requisitos, comedores universitarios que responden a intereses políticos –se acaban las elecciones, se acaba la comida–, profesores que ingresan a las plantas por rosca, no por capacidades, estructura física inadecuada, obsoleta, es decir, uno se forma con las uñas.
Somos una institución bajo el buen nombre de la Facultad de Medicina y Derecho; pero no les vengo a hablar de la precaria situación de la UdC, quiero usar este medio para hacer una denuncia, porque la única forma que escuchen a un estudiante es por protesta o una publicación en un medio conocido que los haga quedar mal.
Con las cuestiones de acreditación de excelencia, alta calidad y ser la primera universidad pública del Caribe, Unicartagena ha estado motivando a sus estudiantes a irse de intercambio a otras universidades del país y el mundo. Todo consiste en alentar mediante las pocas becas que ofrecen o por cuenta propia el proceso de movilidad académica, cuadran materias, las matriculan, te hacen la promesa que todo saldrá bien, y te dan la bendición de Dios, en algunos casos, porque en otros te hacen la vida imposible para poder irte.
Uno como estudiante de la periferia decide abrirse al mundo, llega a otra universidad diferente, donde se da cuenta del concepto real de Alma Mater. Encuentras profesores magníficos, instalaciones modernas con herramientas vanguardistas, pero sobre todo una atención integra y solidaria con los alumnos, una institución pensada verdaderamente para el estudiante.
En mi caso, demoré aproximadamente un mes en realizar todo el proceso de intercambio, entre cuadrar materias, hacer certificados, atenerse a las apretadas agendas de los funcionarios, todo un viacrucis. Decidí viajar con una semana de anticipación a mi destino por si me tocaba pasar por la serie de complicaciones burocráticas como en mi periférica alma mater. Al llegar, fui recibido con una calidez, como si la decana fuera tía mía, demoré aproximadamente cuatro horas en hacer todo el proceso de la malla curricular, al medio día tuve mi matricula académica, mi carné, mi manual de convivencia y mi correo institucional activado.
Todos los días pensaba ¿qué será de mí cuando llegue a la UdeC?, ¿cómo podré superar la atención y calidad académica de los docentes? Algo que nunca podré responder. Se acabó el semestre y regresé. Entregué mi certificado de notas para el proceso de homologación en enero, duré hasta hace una semana detrás de mi programa para que las aprobaran y pasaran a admisiones. Estoy detrás de la inclusión de notas en plataforma porque necesito que se estabilice mi promedio académico, es necesario tenerlo en su estado normal para cualquier diligencia.
Todavía mi promedio está irregular, me acerqué al centro de admisiones, pues del programa ya habían enviado las notas para que se realizara el proceso, la única respuesta que recibí de una funcionaria fue: “mi compañera ya tiene las notas, pero no las ha subido porque anda muy ocupada en otros asuntos’’. Sin embargo, yo le expuse mi caso y las razones por las que de verdad necesitaba que el proceso fuera eficaz, lo único que recibí fue otro ‘’mi compañera está muy ocupada’’. Seis meses para aprobar e incluir unas notas, que aún no suben ¿será muy difícil o quitará mucho tiempo abrir una sesión, seleccionar cuatro materias y poner la nota?
¿Por qué como estudiantes debemos sufrir la ineficacia e inoperancia de la institución que nos arroja a hacer intercambios? Debería ser una prioridad para ellos agilizar esos procesos para que más personas se motiven a irse a otras universidades y no tengan que pensarlo tanto por el hecho que es enfrentar un sistema tan desesperante como el nuestro. Pero cuando llegan los pares académicos, los intercambios son las banderas de la Universidad de Cartagena, banderas que nos toca a los estudiantes ponerlas en asta.
¿Para quién se está pensando la Universidad de Cartagena? Para nosotros los estudiantes está claro que no.
*Esteban Montañez