Vida de hoy, en la que importa más la forma que el contenido, lo fácil y veloz que la pausa y la reflexión; el resultado rápido, el todo vale, el tener éxito efímero y difícilmente sostenible, el tener cosas, muchas cosas y pocas ideas.
Vida fácil de hoy, donde el virus de la robótica nos enferma y como una epidemia nos arrastra hacia un mundo virtual que nos dificulta crear, y sin darnos cuenta, nos hace más fácil copiar y reenviar; donde un clic, un me gusta y un número de seguidores es más numeroso en tanto cuelgues más tonterías en las redes. Porque lo que valen son las mediciones e indicadores cuantitativos.
Vida de hoy, donde el Sistema nos enseña a tener más y pensar menos, a competir y eliminar en lugar de participar, a producir y acumular más en lugar de compartir, a alcanzar un estatus social y reconocimiento, más por las cosas que por las ideas.
Vida de hoy, donde duele apostarle a los procesos, análisis rigurosos, ensayos, pruebas y correcciones; donde caminar, conversar, escribir poemas y disfrutar la puesta del sol en el atardecer son trapos viejos en desuso y fuera de órbita.
Vida plástica de hoy, en la que ser genuino da pereza, repasar, copiar y reaccionar es más fácil; donde la libre personalidad se desarrolla en un molde social que fabrica personitas en serie, que deambulan por el mundo cibernético con apariencias similares, creencias similares, criterios similares y apenas apellidos diferentes.