La periodista brasileña Dorrit Harazim al recibir el año pasado el Premio Excelencia entregado por la FNPI, llamó la atención sobre la importancia de saber otros idiomas. Invitó a los jóvenes a aprender, en especial árabe, porque solo así tendrán un mejor acercamiento con las personas que hablan ese idioma. En tono profético, aseguró que esas personas estarán en las noticias y sólo si aprendemos su idioma podremos contar mejor lo que les pasa.
Años atrás, se promovía aprender mandarín, porque China estaba invadiendo con sus mercancías y baratijas los mercados del mundo, y si se quería negociar con ese país, sería necesario aprender su idioma. Mucho antes, fue el inglés como el lenguaje del comercio universal, de las relaciones internacionales, las vanidades humanas y los antojos ocasionales. Se construyeron frases de mediocres hablantes, que expresaban ideas como “Estuve tomándome unos drinkings el saturday y el domingo de weekend”. El prestigio de la persona parecía elevarse si lo que se publica o dice lleva algo de inglés. “At home boiling three-fásico sancocho”. Se lee en Facebook, con la foto de una olla hirviendo.
La recomendación de Dorrit Harazím es pertinente, magnífica, solo me preocupa que cuando se habla del idioma de la gente se refiriera solo a su lengua y no a la manera de sentir, conocer y pensar su realidad.
Se debe motivar también a conocer el generoso, ocurrente y rico lenguaje de la gente común, que se manifiesta en situaciones muy concretas, en las que de nada sirven los semestres de inglés, los cursos de mandarín, o las clases de árabe básico. Se necesita vivir con la gente, conocer su territorio, espacios, elementos de vida, que es de lo que está hecha la manera de comunicarse.
“Coja recto hasta un kassy
y doble hasta llegar a unos catchil”
En una ranchería cerca a Riohacha, La Guajira, Alberto Epiayú usa los árboles en medio del desierto como si indicara calles y carreras. “Coja recto hasta un kassy y doble hasta llegar a unos catchil”, “Hay urraichis cerca al pozo” “En el cementerio hay bastantes cayutsso”. Nombra árboles y plantas: giil, mocochira, guayavichi, parsua, amche, apalasso, rudco, cayutsso, parruba, que para él son su nomenclatura. Sin mencionar que cuando habla en wayuunaiki la comprensión es nula, como si se tratara de árabe o mandarín.
En Montes de María, Julio Arellano usa las mismas maneras de Alberto Epiayú. Señala que los caminos están llenos de chicho, santa cruz, y uvito. Cuenta la historia de los bálsamos que habían en la zona, hoy desaparecidos, que dieron nombre a la vereda. Me habla de un vara de humo que había en el camino hacia El espiritano; de un pecho e’ perdiz que hace tiempo no ve por la zona, y vuelve a comentar lo bello que era un bálsamo, que describe como un árbol “que hilaba, e hilaba pa’ arriba”. Es poco lo que puedo comprender.
Las expresiones usadas, son otro capítulo. Al preguntarle al señor Rafael Capella, por los respaldos del gobierno ante el fenómeno del niño, me dice que “Todo va a paso de tortolita”, ante la incomprensión, le insisto. Me explica que lo que sucede es que “el gobierno ofrece puro pesca’o en el agua…” y ahí sí tuve que decirle que no entendía nada, a pesar de su español sereno y claro. Son proyectos que se ofrecen pero no se ven, luego ofrecer pesca’o en el agua, es mera expectativa, no hay nada concreto, a diferencia de un pez fuera del agua, que se ve el tamaño, se reconoce la especie y se sabe su peso.
Un espontáneo tercia en la conversación, y asegura que “Recibir apoyo del Gobierno es más difícil que nido de loro”. La explicación es pedida de inmediato. “Sencillo es que fíjese usted, el loro hace el nido en la parte más alta y más podrida de un árbol, entonces para usted alcanzarlo tiene que ver qué es lo que hace. ¿Comprende?”
Comprendo. Dorrit Harazim tiene razón, más allá de las lenguas que aprendamos, es necesario conocer ese idioma en que habla la gente, ese idioma que está en sus usos, su territorio, su cultura, sus propias voces. Aunque ella no lo dijo de esa manera, entendí que ese era su verdadero alcance. Ha sido una insuperable lección de periodismo.