La victimización, en tanto artilugio, suele usarse con mucha frecuencia en los entornos afectivos. Con toda seguridad, la mayoría de ustedes habrá presenciado o padecido la actitud vil de una persona que no reconoce sus errores, y que, por el contrario, culpa a quien sufre las afrentas.
En la esfera pública también se suele utilizar dicha estratagema. La podemos percibir cuando un hábil político la frecuenta para sacar buenos dividendos. Un ejemplo dice más que mil palabras: la paradoja del victimario que se victimiza. No sobra decir que un sujeto así es un inteligente manipulador que no dudará en hacer cualquier cosa con tal de lograr sus objetivos.
Por otra parte, los que se victimizan creen que todo el mundo está en deuda con ellos: Dios, la sociedad, sus padres, la familia… En últimas, los demás son los únicos culpables de todas sus taras, conflictos, resentimientos, sufrimientos y amarguras. Dios nos libre de los espíritus que se autocompadecen exhibiendo con morbo sus llagas, de quienes venden sus pataletas y amarguras.
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Con todo lo anterior no quiero decir que no existan verdaderas víctimas. Particularmente los niños y niñas, los inocentes animales, las personas que padecen determinadas enfermedades, las mujeres en situación de indefensión o vulnerabilidad, y, en general, todos aquellos ciudadanos que se ven obligados a sobrevivir en un entorno de violencia generalizada. Estas sí son las verdaderas víctimas y urge protegerlas, defenderlas y asistirlas. La sociedad, el Estado, la Comunidad Internacional de una vez por todas deberían poner la mirada en las personas más vulnerables.
Amable lector que sigues estas instrucciones para afrontar el caos total: llénate de valor, de fortaleza y de heroísmo espiritual. Lo vas a necesitar en estos tiempos de oscuridad. Pero no te lamentes, no te quejes en medio de las eventualidades. Saca la mejor versión de ti mismo. De las grandes pruebas surgen los grandes hombres. Así mismo, el oro fino se prueba en el fuego y las personas luminosas en los más arriesgados desafíos. Recuerda: la cobardía es la peor de las opciones en momentos de crisis. En cambio, demuéstrale a tus enemigos de qué estás hecho. Sé valiente.
Por último, mis respetos para los grandes líderes de la historia. Estas brillantes personalidades jamás se victimizaron, aun en medio de pruebas, sufrimientos y persecuciones. Por eso me rindo ante Jesús, modelo de varón valiente. Él, cuando fue confrontado por lo que había dicho y hecho, con voz firme dijo: sí, yo lo hice. Sí, yo lo dije. Yo soy.
Venero a los héroes y heroínas que asumieron con aplomo los retos que la vida les deparó. Comprendieron que cada quien es el arquitecto de su propio destino. Nunca acudieron a la manipulación de los que se victimizan. Jamás exhalaron un lastimero: “pobrecito yo”. Fueron coherentes hasta la muerte. En sus nobles corazones habitaba la dignidad: Nelson Mandela, Martin Luther King, Gandhi, Guillermo Cano, Alexandros Panagoulis, Abraham Lincoln, Victor Frankl, Óscar Arnulfo Romero, Ana Frank, Juana de Arco, Policarpa Salavarrieta, etcétera.