Justo está iniciando la quinta ola de esta pandemia sin fin a la vista, caracterizada por un rasgo que no tuvieron las olas precedentes, a saber: la entrada en escena de las así llamadas variantes recombinantes, o híbridas, del coronavirus, también conocidas como las variantes X, lo cual significa que, en esta quinta ola, se dispararán sobremanera las cifras de muertes, máxime ante el notorio relajamiento de las medidas de bioseguridad en países e instituciones por doquier, incluidas las universidades.
En efecto, con motivo del retorno a las actividades presenciales en el mundo universitario, ya son bastante evidentes las malas prácticas en materia de bioseguridad habida cuenta de que los diversos estamentos no dan muestras de una observancia estricta de las mismas. Así, la paradoja es patente porque, se supone, los universitarios son un sector culto de la población. Repito: se supone.
Por ejemplo, en el caso de la sede Medellín de la Universidad Nacional de Colombia, se han podido apreciar malas prácticas al respecto como las siguientes:
(1) Uso de tapabocas inadecuados, de muy bajo factor de protección, tales como los quirúrgicos y los de tela, por parte de profesores, estudiantes y empleados, salvo por una que otra excepción conspicua. Sencillamente, la mayoría no ha caído en la cuenta de la muy superior protección brindada por los tapabocas N95, KN95, KF94 y FFP2 debidamente certificados y homologados. En el mejor de los casos, se ve alguna que otra persona con tapabocas KN95 que no son genuinos, que son meras falsificaciones.
(2) Docentes que dan clases y estudiantes que asisten a las mismas sin tapabocas, en una clara muestra de irresponsabilidad al respecto. Incluso, hay casos de docentes que hacen esto sin estar vacunados, que, incluso, son antivacunas.
(3) Docentes y funcionarios que no usan tapabocas en otros entornos cerrados, como los conjuntos de oficinas.
(4) Funcionarios, tales como directores y exdirectores de departamento, que intentan boicotear, con irrespeto notorio, el natural derecho de los pocos profesores que procuran estar bien protegidos con tapabocas certificados y homologados, amén de otras medidas de bioseguridad, como el uso de gafas de seguridad.
(5) Organizadores de eventos académicos que tampoco usan tapabocas dentro de los auditorios.
Y, al parecer, la situación no es muy diferente en otras universidades.
En fin, como vemos, estamos ante el colapso de la inteligencia y la ética en las universidades, pues si el grueso de los universitarios no saben usar tapabocas, o no los usan, si boicotean con procacidad a quienes procuran ser estrictos en bioseguridad, etcétera, solo cabe concluir que la covidiotez campa por sus respetos en los campus universitarios. Hasta puede decirse que un campus universitario tiende a ser una especie de sucursal de la plaza pública de Wuhan, el lugar donde comenzó esta pandemia.
Ahora que ha iniciado la quinta ola de esta pandemia sin fin, limitémonos a observar las cifras de muertes en el mundo universitario en los meses siguientes, sobre todo porque la tercera dosis de la vacuna, o dosis de refuerzo, apenas tiene una efectividad de tres meses. Por ejemplo, si alguien recibió su tercera dosis en diciembre pasado, ya está dejando de ser efectiva en estos días de marzo de 2022.
Bueno, el sentido común es el menos común de los sentidos, especialmente en los campus universitarios. Ya la universidad no es la inteligencia como institución.