Es bueno salir de vez en cuando de la preocupación por la política, la economía o la economía política.
El ser humano –en el sentido de especie no de individuo- es como un infante que no deja nunca de descubrir el mundo. Como un bebé que comienza viendo sus manitas y se da cuenta que las mueve y así aprende a usarlas, nosotros descubrimos nuestras capacidades y las vamos desarrollando a medida que las entendemos.
También como los bebés exploramos y comenzamos a manipular todo lo que nos rodea.
El saber científico es un campo donde cada nueva información produce sorpresa y despierta –como en los recién nacidos- nuevas curiosidades.
Es el caso que desde por su nombre –‘la Teoría del Todo’- llama la atención. Hemos ido descubriendo que la materia está formada de partículas cada vez más pequeñas o más distinguibles y que están unidas por diferentes fuerzas de atracción. Desde la fuerza de la gravedad en la que son las masas de los cuerpos las que se atraen, pasando por la atracción electromagnética, hasta las que une las partículas subatómicas, encontramos fórmulas para describir cómo funcionan cada una pero aspiramos a una fórmula general que cubra todas las posibilidades.
Nos dicen ahora que existe un ‘bosón de Higgs’
que configura un campo que como la atmósfera envuelve todo
pero que no es de naturaleza tangible ni detectable en forma alguna
O nos dicen ahora que existe un ‘bosón de Higgs’ que configura un campo que como la atmósfera envuelve todo pero que no solo no es de naturaleza tangible sino tampoco detectable en forma alguna, y solo se comprueba su existencia porque de otra manera no se podrían explicar ciertos resultados en los experimentos científicos (por eso la llaman también ‘la partícula de Dios’).
Otro ejemplo es la astrofísica que asume que todo comenzó en un punto de infinita concentración de masa y energía, y el origen del universo fue el momento en que éste produjo la gran explosión –el Big Bang-. Pero esa explicación produce nuevas preguntas pendientes de responder: ¿qué desencadenó la explosión? ¿En dónde estaba situado ese punto? Etc.
Otro conocimiento que tenemos es que el espacio y el tiempo conforman un conjunto variable e interdependiente. Si el inicio de ese complejo universo es la onda expansiva de esa explosión, ¿hasta dónde llegará ésta? ¿Qué pasará al agotarse? ¿Se retrotraerá hacia las condiciones iniciales o será un crecimiento infinito?
Por ahora asumimos que tanto tiempo como espacio se expanden infinitamente. No hablamos del fin de los tiempos ni del límite del universo.
En cambio sí establecimos el origen del hombre. En la medida que el evolucionismo y las teorías de Darwin son aceptadas como ciertas, todo se inició con una célula que se desdobló para luego multiplicarse hasta convertirse en pez, luego en saurio, luego en pájaro, y pasando por los simios hasta llegar a los homínidos.
Faltan explicaciones sobre qué tuvo que ver esa primera célula con el Big Bang, ¿dónde estaba entonces o en qué forma apareció?
Pero lo desconcertante es en ese mundo de infinitos –masa, energía, tiempo, espacio,- y con esos orígenes en alguna forma creacionistas -aunque su función es prescindir de la explicación del origen divino-, cómo o por qué llega el hombre a ser prácticamente la razón de ser del universo.
Da envidia tener un interés en temas de esa naturaleza que garantizan que siempre habrá alguna expectativa de novedades; es el mundo del conocimiento que debería interesarnos más y ofrecer más motivos de satisfacción y dedicación que las relaciones alrededor del dinero, el sexo, el poder, o el ‘rating’, que, según los diversos campos de desempeño, son los que motivan el comportamiento del ser humano (ya no en el sentido de ‘especie’ sino de individuos).