Más de 47 mil niñas y niños centroamericanos viajaron solos en 2014, cientos o miles de kilómetros, muchos de ellos sobre el tren al que llaman Bestia, para tratar de entrar ilegalmente desde México a Estados Unidos y reencontrarse con sus familias.
Miles de subsaharianos –principalmente de Eritrea, Sudán, Afganistán, Somalia, Pakistán y Chad– viven en precarias condiciones, durante meses o años en los bosques de Calais, Francia, con la ilusión de algún día cruzar los 52 kilómetros del canal de La Mancha e ingresar clandestinamente a Inglaterra.
La misma escena se repite en Ceuta y Melilla, sur de España, donde se estima que en 2014 unas 4 mil 700 personas, también subsaharianas, murieron intentando traspasar la valla metálica o las aguas que les impide pisar el suelo del nuevo mundo en el que anhelan llevar una existencia digna.
Más de 5 millones de indocumentados en Estados Unidos sueñan con que el Senado respalde la orden ejecutiva del presidente Barak Obama de cambiar las leyes migratorias. Pero 26 estados opinan lo contrario y por ahora, el sueño se esfuma.
Además del tímido intento de Obama por tratar de atenuar esta crisis humanitaria que padecen millones de inmigrantes ilegales alrededor del mundo, qué están haciendo al respecto Inglaterra, Italia, Francia y demás países de la Unión Europea, receptora en 2014 de 3,4 millones de inmigrantes ilegales.
Aprobar más políticas represivas y sembrar los puntos más críticos de sus fronteras con muros o vallas que impiden el libre tránsito, ¿son humanos los inmigrantes ilegales, con derechos humanos?
Para ellos no. Es más lucrativo erigir vallas y muros y militarizar las fronteras.
Inglaterra prepara una reforma migratoria más estricta y además envió un destacamento de militares a su límite para repeler a los subsaharianos que intentan llegar desde Francia.
En Italia, donde cientos de personas han muerto ahogadas, tras los hundimientos de sus embarcaciones, se hacen los de la vista gorda e instaron a Marruecos para que echara a los “indeseables” e “indocumentados” asentados en el monte Gurugú.
Estados Unidos levantó una cerca de miles de kilómetros en su frontera común con México y no contento con ello, la llenó de cámaras y agentes de inmigración.
Aún no hay datos consolidados de 2014, pero según la ONU, en 2013, 232 millones de inmigrantes internacionales vivían fuera de su país de origen. Es como si una población equivalente a Brasil abandonara su patria.
Y eso sin contar a los millones que por el conflicto, un desastre natural o una crisis económica, se ven forzados a abandonar su tierra para mejorar sus condiciones de vida y las de sus seres queridos.
“Estamos deportando en la frontera a las víctimas de nuestros propios crímenes" sentenció al respecto Noam Chomsky, académico estadounidense que piensa que la actual crisis humanitaria de los inmigrantes es el resultado de las erróneas políticas exteriores adoptadas por los países desarrollados.
Y ellos solo quieren gritarnos: “inmigrantes ilegales: ¡Go home!”
