A partir de lo sucedido el 4 de octubre de 2021, cuando las principales redes sociales experimentaron una falla a nivel mundial, consideré que el acceso a internet (sobre todo a través de los celulares) por parte del mundo subdesarrollado y de los países emergentes crea la ilusión de que todos puedan tener una vida mejor como los europeos y los americanos.
La aspiración a una vida mejor se convierte en el “sueño americano”. Al mismo tiempo, por el mundo de las imágenes vi como los policías, cabalgando, garroteaban a quienes intentaba llegar al suelo americano. También en las redes sociales he visto cómo es la bienvenida de quienes llegan desde África a los países que tienen orillas en el Mediterráneo.
Los desplazamientos de la población que viene creciendo en el Oriente próximo, la huida de Afganistán, junto con los africanos y sin olvidar el contingente de haitianos, suramericanos y centroamericanos. Ante ese fenómeno de desplazamiento de los pueblos, en un futuro no muy lejano “se emplearán muros defensivos automatizados y se minarán las vías del agua para evitar que esa gente del Sur invada lo que queda del Norte”.
Al escuchar la radio, al leer los periódicos, en las imágenes de la televisión está presente la inmigración, pero no se mencionan los motivos y causas de tal fenómeno. Es curioso que no hay inmigración del Norte al Sur.
Ahora bien, las raíces para que se dé el desplazamiento lleva a considerar la degradación del trabajo, tanto con respecto de las condiciones como de los beneficios. En tiempos de la globalización, en los países llamados emergentes, el salario mensual es de 57 dólares que, equivale a 280000 colombianos, suponiendo que el dólar ronda los 4000 pesos. Más, no son solo los derechos laborales pues hay que añadir que en tales Estados no hay pensiones, además, de la economía informal.
También, en muchos países se desaloja a la población campesina para entregarle las tierras a las compañías transnacionales para hacer posible la agricultura extensa. Por otra parte, la extracción de recursos minerales por empresas extranjeras que, protegidas por los gobiernos, abonan derechos escasos y dejan atrás “una devastadora estela de abusos sociales, ambientales, derechos humanos”.
Un caso de conmiseración es el de Etiopía (2010-2015) cuando el gobierno utilizó parte del dinero que había recibido del Banco Mundial para que lo emplease en la mejora de la educación y la sanidad, pero que se empleó para financiar una operación destinada a expulsar de sus tierras a millones de campesinos anuaks, un grupo de indígenas del estado de Gambela. Los campesinos desplazados fueron abandonados en un lugar sin escuelas, asistencia médica, ni pozos de agua.
Pero, para no ir tan lejos, se puede mirar lo sucedido en Colombia, donde el desalojo de los campesinos, ocho millones, ha ido a parar a las ciudades. Y, como las ciudades no estaban preparadas para tal inmigración el caos se ha desatado, de tal manera, como es el caso de Bogotá, que se ha vuelto invivible.