Dos mujeres jóvenes, profesionales habitantes del oeste de Cali, Liliana Sierra y Natalia Gaviria, durante los primeros días del paro y estallido social en Cali Colombia, nos vimos de frente a una realidad. Estábamos bloqueados por todas las entradas y salidas de los barrios donde vivíamos, bloqueados por nuestros vecinos adyacentes; allí nos dimos cuenta de que individualmente nos habíamos refugiado en nuestras casas, pensando que así estábamos a salvo.
Pero esta dupla de mujeres, una médica veterinaria y la otra una educadora, atravesamos esta circunstancia y decidimos ir a conversar con los muchachos que estaban allí, en El Ancla y en la Portada al Mar.
Les preguntamos: muchachos, ¿ustedes qué es lo que quieren lograr con estos bloqueos? A lo que ellos respondieron: Estamos cansados de sobrevivir; queremos tener sueños y poder realizar nuestros proyectos.
La siguiente pregunta fue ¿y cuáles son esos proyectos? Aquí aparecieron sus iniciativas como comunidad, como barrio, como cuadra, como corregimiento rural, como familia, sus asociaciones culturales, sus emprendimientos individuales, sus intentos, sus búsquedas, sus anhelos de conocimientos truncados por tener que andar en el rebusque, en resolver el día a día. Deserción de estudios iniciados en la educación formal para resolver necesidades familiares. Con hambre y tanta necesidad no podemos continuar.
Hablamos entonces con sus vecinos más inmediatos para realizar jornadas de nutrición, de salud, vacunación y empezar a conversar con los vecinos del edificio donde habitan. Encontraron repuestas de solidaridad inmediata. Comenzaron a movilizar los recursos que voluntariamente personas y familias donaban, muy rápidamente se atravesó con estas primeras ayudas la barrera imaginaria, pues físicamente estos barrios tienen una plataforma ambiental y naturaleza del pie de loma, topografía, ríos, unas calles, vías paralelas al cañón del río Cali por donde baja la brisa que nos refresca y acaricia todos los días al atardecer.
Empezamos a recorrer el territorio que habitamos con su geografía subyacente y ellos nos empezaron a invitar a realizar recorridos por toda esta naturaleza, que está a 10, 20 minutos, de nuestras casas. Caminatas de 6, 10 kilómetros.
También nos invitaron a hacer caminatas paralelas al río Cali hacia arriba, donde están las pilas, las cascadas, el avistamiento y la escucha de aves; observar la flora, ámbitos y santuarios de la naturaleza. Ellos, los conocedores del territorio y de su comunidad, cuando nos despojamos de nuestros miedos y prevenciones, nos permitieron entrar en este nuevo territorio de respeto, solidaridad, generosidad, confianza, para mirarnos de frente y a los ojos. Ya no somos adyacentes, ahora formamos parte de sus proyectos de vida.
Estamos cocreando juntos, con mucho entusiasmo y dedicación, aportando desde nuestras profesiones, empresas y familias,