Íngrid Betancourt: Esperanza del Centro Esperanza
Opinión

Íngrid Betancourt: Esperanza del Centro Esperanza

El Centro Esperanza tiene un as: ¿por qué no soñar con la primera mujer presidenta en Colombia?

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enero 24, 2022
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Votaré en la primera vuelta presidencial por la candidata o candidato de la Coalición Centro Esperanza. Y el 13 de marzo, en la consulta, daré mi voto por Íngrid Betancourt.

Íngrid acaba de dar el paso que la Coalición Centro Esperanza necesitaba: lanzarse a la presidencia. Ya había facilitado resolver el trancón en el que se encontraba la coalición hace algunos meses consiguiendo que se reunieran los precandidatos y acordaran reglas de juego para llegar unidos a la primera vuelta. Con su lanzamiento, independiente de quién gane la postulación, el Centro Esperanza obtiene el oxígeno que tanto necesita.

Sin duda, los candidatos de la coalición son de primera. Todos son partidarios del proceso de paz, lo que, por definición, los descalifica en las toldas de los nostálgicos del conflicto. Fajardo, sometido en pleno período preelectoral a los ataques provenientes de la ías, fue excelente alcalde y gobernador, el hombre para quien la educación de calidad para todos es la prioridad. Alejandro Gaviria, auténtico demócrata y humanista, ministro que se enfrentó a las farmacéuticas y opuesto a las fumigaciones como parte de un fallida política antidrogas… Juan Manuel Galán, que está demostrando un talante político ejemplar en la confección de las listas para Congreso y ha sido senador de gran desempeño; el senado que se instala el próximo 20 de julio será escenario de mejores debates y de un control político de mayor calidad con Mabel Lara, Carlos Negret, Sandra Borda… una lista “cremallera” que nos sorprenderá y, por supuesto, con Humberto de la Calle.  Robledo, Cristo, Amaya, cualquiera de los restantes aspirantes al voto del 13 de marzo, merecen la confianza de los ciudadanos de centro.

Sin embargo, pese  los méritos de Fajardo, Gaviria, Galán y de los demás candidatos, en las últimas semanas la sensación ha sido la del “no despegue”, la de la ausencia de empatía, de fuerza inspiradora. El ingreso de Íngrid al abanico del centro le da el aire y el empuje que la coalición necesita para triunfar.

En las pugnas electorales hay elementos que se salen de los libretos de la formalidad. Es difícil, por ejemplo, catalogar y definir lo que en Colombia llamamos el “perrenque”. Pareciera una característica de tipo emocional porque se refiere, entre otras cosas, al talento y la capacidad de despertar entusiasmo, a movilizar por la vía de, como lo dice el nombre de la coalición, la esperanza. Hay que decirlo: los candidatos del centro, hasta la llegada de Íngrid, no han conseguido aún conectar con la gente que anhela una salida democrática, un país en paz y reconciliado, orientado por un gobierno que le apunte a hacerle frente a los retos de una sociedad de enormes inequidades, a trazar un futuro para una juventud sin esperanza, angustiada en la informalidad y el desempleo.

El libreto del 2018, el de un centro disuelto en 800 y pico mil de votos en blanco en segunda vuelta, no puede repetirse. La Coalición Centro Esperanza puede hacer la diferencia pasando a segunda vuelta.

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No hace una semana que lanzó Íngrid su candidatura y ya se percibe su poderosa fuerza de atracción, su empatía. Y también la de crear tumulto, dentro y fuera de la coalición

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No hace una semana que lanzó Íngrid su candidatura y ya se percibe su poderosa fuerza de atracción, su empatía. Y también la de crear tumulto, dentro y fuera de la coalición. Dentro, porque dicen algunos, hay demasiados candidatos. ¿Cuál es el problema? Que la gente se confunde, dicen…  ¡Qué va! Aire fresco, mensajes claros, empatía, es lo que trae Íngrid en beneficio del centro. Fuera, en la derecha y la izquierda, hay toda suerte de comentarios malévolos porque ven pasos de animal grande; también porque están vivos algunos rencores…

No hay necesidad de describir a Íngrid. Casi treinta años completa en la política colombiana, siempre consistente en contra de la corrupción y de las viejas formas de hacer política. Audaz, valiente, creativa. Tantos años, víctima de un cautiverio infame del que pudo no haber regresado. Víctimas sus hijos y su familia, como tantas familias de colombianos que tienen todo el derecho a la reparación.

Íngrid: madura, conciliadora y, a la vez, firme, inspiradora, acérrima defensora de la democracia.

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