Dos rasgos han marcado la política exterior colombiana. El primero, su subordinación a la Casa Blanca, y en especial a su estrategia antidrogas, concebida en los años 80. El segundo, a partir de este siglo, una permanente controversia con la región.
Por ello, la negociación y firma del Acuerdo Final con las Farc y la reconciliación con los países vecinos por parte del gobierno de Santos provocaron alivio, por cuanto por fin se pasaba a la “desnarcotización” de la política internacional del país, para centrarse en cambio en la superación del prolongado conflicto armado. De ahí el amplio respaldo internacional al Acuerdo.
No obstante, desde el retorno del uribismo al poder, coincidente con el ascenso de Trump y de la extrema derecha mundial, Colombia retomó la senda anterior. Basta ver el esmero del presidente Duque por convertirse en principal aliado de Washington en la región. Al mismo tiempo, ha dado pasos firmes para desmontar la paz y propiciar un conflicto en el vecindario, con el pretexto de la lucha antinarcóticos.
En menos de dos años, el gobierno ha tenido permanentes contradicciones, tanto con las Naciones Unidas y sus agencias en Colombia, como con la Corte Penal Internacional, en cuanto a los derechos humanos y el asesinato de líderes sociales y excombatientes. El presidente y sus ministros descalificaron el informe presentado por la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas y señalaron que era violatorio de la soberanía nacional. Luego rechazaron también el que presentó el relator especial para Colombia de esa oficina ante el Consejo de Derechos Humanos de ese organismo multilateral, en Ginebra el 4 de marzo pasado.
Se presentó otro episodio muy grave. En su estilo imperial, el pasado 13 de mayo el Departamento de Estado incluyó a Cuba en su lista de países que apoyan el terrorismo. El motivo que adujo para hacerlo fue no haber atendido la solicitud del gobierno colombiano para que extraditara a los dirigentes del ELN integrantes de la delegación de paz, con motivo del repudiable atentado de este grupo en la Escuela de Cadetes de Bogotá.
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En acto vergonzoso, el comisionado de Paz celebró el “espaldarazo” de la Casa Blanca, cerrándose así cualquier posibilidad de salida negociada al conflicto armado con el ELN
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Con esta medida, incitada por la administración de Duque, Trump desconoció los protocolos suscritos por el Estado colombiano, la guerrilla y los países garantes, Cuba y Noruega, para el caso de que se diera una ruptura de la negociación. En otro acto vergonzoso, el comisionado de Paz celebró el “espaldarazo” recibido de la Casa Blanca, cerrándose así cualquier posibilidad de salida negociada al conflicto armado con el ELN.
Un segundo asunto que marca la regresión en las relaciones exteriores del país tiene que ver con el llamado cerco a Venezuela. En noviembre del año anterior se conoció una conversación de 25 minutos entre el actual embajador de Colombia en Washington, Pacho Santos, y la recién designada Canciller, Claudia Blum. Como podía esperarse, esta grabación causó conmoción durante unos días, pero finalmente no trascendió, como todo lo que acontece con este gobierno. Los medios se centraron en algunos asuntos de importancia menor, como el carácter ilegal de las grabaciones, las diferencias entre los personajes del uribismo y las críticas al desorden del Departamento de Estado.
Sin embargo, asuntos esenciales quedaron por fuera del escándalo. Al contarle a la ministra cómo funciona el Pentágono, el embajador le recomienda a un cubano llamado Mauricio Claver, muy amigo de Marco Rubio, con quien él viene trabajando todo en esa entidad.
Le expresa además que es necesario desarrollar una agenda estratégica para sacar a Maduro de Venezuela, que él ya armó: "Es comercial, es política, es de ayuda, es militar y yo te paso eso". Y agrega: “Me toca inventarme cosas para que ellos tengan en la cabeza otra vez a Venezuela”. Señala la necesidad de mantener las acciones encubiertas en este país “para generar miedo y apoyar a la oposición que está muy sola y desgastada”. Le manifiesta su preocupación por el Grupo de Lima, al que percibe como muy débil, y su inquietud por el naciente Grupo de Puebla.
Por su parte, la ministra, además de calificar a su antecesor como un desastre, le expresa plena aceptación de esa agenda: “me parece chévere rebarajar (sic) y trabajar por algo nuevo porque no parece que vaya a haber golpe militar”, le dice. A propósito, a quien quiera conocer la voz de la canciller, amiga cercana de Uribe y de Vargas Lleras, le haría bien escuchar la grabación y se sorprendería con su fluidez. Esto porque en los escasos meses que lleva en el cargo ha debido declararse impedida casi para todo, debido a sus múltiples negocios familiares (https://www.publimetro.co/co/noticias/2019/11/20/audio-francisco-santos-claudia-blum-2.html). “La salida de Maduro es una prioridad”, respondió en una entrevista más reciente.
El presidente Duque viene trabajando en esa línea frente a Cuba y Venezuela, en consonancia con Washington y contando con la OEA de Almagro, como lo muestran los eventos de las últimas semanas. Entretanto, las tropas gringas ahí. El conflicto regional que se pretende azuzar puede salirle muy costoso al país.