Es imposible negar los microsegundos de placer que se recibe con un like cuando uno publica un estado, un meme, una foto, etcétera. El problema es cuando la vida se le vuelve a uno estar pendiente de eso, se arruina la psiquis, y la autoestima sube y baja como una montaña rusa.
Me pregunto entonces cómo será la vida de un(a) influencer como Yina Calderón o Lina Tejeiro que viven sobreexpuestas a redes sociales y adoptan como proyecto de vida mostrar todas las intimidades y vericuetos de su día a día, el no importarle tener vida privada con tal de tener más y más seguidores y sentir que eso está bien, que es aprobado, que está cool.
Yo entiendo que entre más likes y más seguidores el influencer los monetiza… pero por qué me debe importar si se cambió el color del pelo, o se volvió a hacer liposucciones, o si salió con fulanito, o si Andrea Valdiri subasta un cuadro hecho con su pelo púbico, o si arma un escándalo porque no le dejaron transmitir en vivo su operación de levantamiento de busto?
Pues parece que a millones de personas jóvenes les importa un montón, y estas mujeres se vuelven como Tamagotchis, aquellos adminículos del tamaño de un llavero, pero son mascotas virtuales que se inventaron a mediados de los noventa, los cuales necesitan de atención constante porque deben recibir comida, dormir, etcétera, por medio de oprimir botones como posesos por parte de sus dueños.
Con estas influencers es lo mismo: atención constante, darle likes para vivir, estar pendientes de su vida, porque si uno las abandona, pasa lo mismo que con los Tamagotchis… se mueren.
La diferencia es que estas señoritas le dictan amablemente a sus seguidores cómo debería ser la vida de ellos: tener mansiones en la calera, tener carros, tener ropa cara, tener, tener. Es un toma y dame: yo me opero los senos para que veas mis videos, pero tú te ilusionas con obtener los lujos que yo me gano.
Y a punta de mostrar cómo le meten piso de mármol a su gigantesco baño, tienen alienados a pelados de estratos populares que solo sueñan entonces tener algún día lo mismo, pero es que en Colombia la pobreza se hereda durante 13 generaciones y ellos lo saben, y por eso empiezan a subir fotos tratando de imitar a sus ídolos para ver si así logran algo de reconocimiento, de dinero, algo y ahí viene la decepción si no lo consiguen (pasa la mayoría de veces) entonces se deprimen y hasta se suicidan.
Yo no estoy proponiendo que Yina Calderón publique videos explicando la obra de Borges, pero hay que meter esos Tamagotchis en el cajón de la mesa de noche y abandonarlos, por el bien de estas generaciones; por la salud mental no puede seguir reinando la estupidez, el culto a la mesa de centro de vidrio reforzada con bordes dorados y ventanas polarizadas hasta en la cocina.
La pregunta sería entonces, ¿cómo hacer atractivo el conocimiento? No sé, de pronto con educación gratuita y de calidad. Es un gran reto para los profesores sacar a los jóvenes de esa hiper estimulación de tetas, traseros y mansiones para que se concentren en textos, que vean otras cosas, que se despeguen de la pantalla del celular.
Y la prensa digital y la televisión convencional, ¿qué papel juegan en todo esto? Ellos forman su parte replicando tuits y videos de las influencers. Viviendo de las migajas de esa fama para hacer titulares como “¡Camilo compró un TV gigante y lo instaló el mismo!” y así llenar sus secciones de farándula.
