En nuestra patria ―ya no tan boba― la inflación está subiendo por el ascensor mientras nuestros ingresos se precipitan por una escalera, al sótano. Por otra parte, la devaluación del peso ante el dólar de los EE. UU. presenta altibajos que los medios que sabemos solo informan cuando se dispara y… ¡cómo se entusiasman con esto los de la derecha retrechera!
La inflación, en materia económica, es el aumento general y sostenido de precios de bienes y servicios en un país durante un periodo de tiempo. Devaluación es la disminución del valor de una moneda nacional frente a otras unidades monetarias; se le presta mayor atención cuando es respecto a divisas, entre las cuales se encuentra el poderoso caballero don dinero de Supermán, Batman y Linterna Verde, o sea el verdoso dólar estadinense.
Veamos, en corto, qué está pasando respecto a estos dos fenómenos que están dando de qué hablar por estos días.
Si le preguntas a un economista neoliberal Escuela de Chicago el por qué de la inflación, te dirá que se debe a la desmesurada emisión de efectivo por parte del banco central, lo cual a la vez tendrá sus motivos. Esto lo dicta la teoría de la Escuela austríaca de economía: la inflación se da por el aumento de la oferta monetaria por encima de la demanda efectiva de los consumidores.
Un economista socialista, solidarista o más realista, te dirá que eso de la emisión desmedida es cierto, pero que también hay otras determinantes importantes, y una de ellas es el ansia desaforada de lucro por parte de comerciantes avivatos, acaparadores y mercantilistas, que en una coyuntura como la actual ―otra causa―, ven la oportunidad de alzar por las nubes los precios de las mercancías y ganar más a lo cerdo, a lo tosco, a lo carero, a lo barbachán. Y por aquí tienen el dicho de “lo que sube, no baja”.
Habrás sentido entonces que la combinación inflación-devaluación raquetea tus bolsillos y saquea tu cartera.
Estamos en un país subdesarrollado ―en vías de desarrollo o emergente, según algunos analistas― y la estructura económica colombiana importa más de lo que exporta. ¿Y qué importamos? ¡Pues de todo: electros, pc's, celulares, maquinarias, autos, motos y… oh, qué sorpresa!... toneladas de alimentos por gracia del corrupto desgobierno actual y de los anteriores, únicos culpables de la crisis puesto que poco hicieron por aumentar la producción y productividad agropecuaria nacional.
¿Recuerdas como en diciembre pasado el subpresidente hoy saliente y los medios de comunicación que sabemos anunciaron ―con bombo y platillos― el aumento del salario mínimo mensual a un millón de pesos? Pues dicho incremento… ¡Grrrrr!, lo devoró, lo masacró, lo desapareció, se lo comió, se lo embuchó de un solo tirón la susodicha inflación. Estamos a mitad de año y de aquí hasta navidad se te reducirán los ingresos reales que tenías hace medio año. Debido a esto tendrás que restringir tu consumo, en especial si perteneces a los populares estratos sociales del uno al cuatro.
Por tanto es posible que una mayoría de la base social piramidal digamos hasta la vista, au revoir, by by a anhelados gustos, compras o proyectos, que podrían ser algunos de estos...
Adiós a las vacaciones. O sea, a la ida al mar, a la rivera, al parque temático, al estadero campestre con toboganes y piscinas. A contentarse con ver documentales, películas o series en cinecalidad.fan, canelatv, allcalidad, cinecalidad, pelisplus, pelisgratis, etc.; a leer libros de nuestra libroteca o ir a ojearlos a una biblioteca pública; a ver YouTube Shorts, TikTok, Kwai y videos en general; a entretenerse con jueguitos electrónicos o con damas, ajedrez, naipes, etc.; a pasarla chévere en familia, con camaradería y buena onda, sin discusiones o peleas; a integrarnos más al vecindario real y a las comunidades virtuales. Toca meterse al cuento de la austeridad y quizás a la cueva de los ermitaños. Algo habrá servido el aislamiento casero obligatorio del pasado inmediato debido a la covidemia.
Adiós al tv de no sé cuántas pulgadas, al nevecón, a la renovación de muebles de sala y comedor, al pc-torre o al dos-en-uno, a arreglos en la vivienda, al carro nuevo, a la pintada decembrina de la casa o el apartacho. Y del pino-arbolito-artificial-importado (si tienes esa costumbre extranjera), otra navidad será.
Adiós a celebraciones de cumpleaños, reuniones grupales y los respectivos parrandones.
Adiós al estudio de los chicos en colegios o U privadas, o a la especialización o maestría.
Adiós a las mechas de caché y los zapatos de marca.
¿Y qué de la ida a bares y similares, en cuanto a los borrachones? Quién sabe. Para un tomador empedernido las bebidas alcohólicas son un vicio. Ellos verán. Por aquí oí que una rabiosa señora le partió la cabeza al marido luego que este se gastara la plata de la quincena en una juma.
¡Ah, y Dios quiera: nada de enfermarse ni de tener un accidente! Y, además, ojalá no escale la guerra en Ucrania. Ni China invada Taiwán. Ni ocurra un desastre natural a nivel global que nos afecte.
Lo que sí debes tener claro es que la ultraderecha ―de capa caída y reaccionando al tuntún― apuesta a esto vaya de mal en peor. Es así que se la jugará ―de forma abierta o solapada― por la profundización de las crisis: recesión, fracaso de las reformas, mayor desempleo, reducción de ingresos y ganancias en la gente, fuga de capitales, baja gobernanza, default, paros gremiales, protestas azuzadas por los medios que tú sabes, etc.
¿Qué pasaría a largo plazo? Se puede abrir la caja de Pandora y salirse un tiro por la culata.