Me impresionó ver a mi amiga tan afectada y con los nervios rotos. —¡Imagínate con las que me salió Jaime! —me dijo mientras me sentaba— tiene a una vieja por Facebook. Y empezó a llorar sin poder detenerse. Siempre he creído que en esos asuntos es bastante inútil emitir juicios, pues cada pareja es un mundo y un arreglo distintos. Las relaciones entre personas adultas, especialmente con el paso del tiempo, cambian, y para algunas parejas, la sexualidad y la comunicación se hacen más difíciles cuando dejan de compartir intereses, por lo que en muchos casos la infidelidad aparece como el subproducto de un proceso anterior de deterioro.
Lo interesante, sin embargo, es cómo ha cambiado la percepción de lo que es la infidelidad. Acaso, ¿Se puede hablar de infidelidad entre dos personas que sostienen un intercambio sexual por medios virtuales? El consenso general es que sí, sí existe tal cosa como la infidelidad virtual. Las opiniones se dividen frente a la cuestión de cómo abordarlo o hasta qué punto una circunstancia así puede superarse. ¿Es la infidelidad virtual tan grave como para romper una relación?
¿Es la infidelidad virtual
tan grave como para romper una relación?
La ciencia de la infidelidad hace aportes muy interesantes para tratar de entender un poco lo que hay detrás de estos enredos emocionales. Hace ya unos años, Christine Harris[1] de la Universidad de California en San Diego, publicó un estudio muy interesante sobre la respuesta psicofisiológica a la infidelidad, en el que confirmaba que los hombres reaccionan mucho peor a la infidelidad cuando hay contacto sexual. Para las mujeres, en cambio, es peor la infidelidad cuando es emocional, por lo que las relaciones virtuales se han convertido en una fuente recurrente de rupturas. En los últimos años, el uso del Facebook ha sido mencionado dentro de las causales más frecuentes de rupturas y divorcios en los Estados Unidos. The American Academy of Matrimonial Lawyers en el 2010 concluyó que 4 de cada 5 abogados utilizan evidencia tomada de redes sociales en sus casos de divorcio. Esto ha llevado a muchas parejas a optar por la mutua supervisión de las redes sociales y cuentas de correo, y a exigirse las claves de los teléfonos como prueba de lealtad.
Los psicólogos evolutivos tradicionalmente han hecho un gran énfasis en las diferencias de género en la visión de lo que es la infidelidad y, sin embargo, parece que esas diferencias están desapareciendo rápidamente en la era digital. El poder, por ejemplo, incrementa las posibilidades de que ocurra una infidelidad tanto en mujeres como en hombres. El estudio de Lammers, Stoker y otros[2] de las Universidades de Tilburg y Groningen concluyó que tanto los hombres como las mujeres en posiciones de poder tienden a ser más infieles o a albergar la intención de serlo. El acceso a posiciones de poder aumenta la confidencia, la habilidad y el gusto por el riesgo, amplia los espacios para conocer a nuevas personas e incrementa las distancias con la pareja actual. Sin embargo, las largas jornadas de trabajo, así como la visibilidad les plantea restricciones, por lo que es más probable que se involucren con otras personas solo por vía digital, por lo que no es de sorprender que surjan cada vez más casos que involucran a personajes famosos y sus intercambios íntimos por chat.
Tal vez por eso es que cada vez más personas declaran que su estado amoroso “es complicado”. Y usted… ¿es un chateador infiel?
Twitter @nataliaspringer
[1] Christine R. Harris. (2000). Psychophysiological Responses to Imagined Infidelity: The Specific Innate Modular View of Jealousy Reconsidered. Journal of Personality and Social Psychology, Vol.78, No.6, 1082-1091. The American Psychological Association, Inc. [2] Joris Lammers, Janka I. Stoker, Jennifer Jordan, Monique Pollmann, and Diederik A. Stapel. (2011).Power Increases Infidelity Among Men and Women. Psychological Science XX(X) 1 –7. The Association for Psychological Science