Ante el asombro de muchos seguidores, Vicky Dávila se descompuso. Ella, en su papel de entrevistadora y periodista avezada, había citado a su programa Semana en vivo al vocero del palacio de Nariño Hassan Nassar para confrontarlo por el viaje realizado por la primera dama con sus hijos y los amigos de sus hijos al Eje Cafetero.
Es cierto que los abusos con el avión presidencial han ocurrido en otras administraciones; recordemos, por ejemplo, a los hijos del presidente Santos y sus amigos viajando a la Sierra Nevada de Santa Marta en un helicóptero del ejército. También hay recuerdos de los viajes alegres de Turbay Ayala o de Alfonso López en una desfachatez que llegó convertirse, en el caso de este último, en el apodo del “Fonsi jet”. Pero que en otros gobiernos se haya hecho no quiere decir que sea un ejemplo a seguir, por el contrario, es algo de lo que debería cuidarse cualquier presidente que quiera ser considerado probo.
Entonces está bien que una periodista como Vicky Dávila cuestione al presidente Iván Duque y a su gobierno por utilizar el avión presidencial para celebrarle el cumpleaños a su hija junto con sus amiguitos en un alegre recorrido por el Parque del Café. Lo que no está bien es que, en una confrontación con el vocero presidencial, la periodista se deje sacar sus casillas hasta el punto de incurrir en una grosería digna de una plaza de mercado.
El señor Hassan de forma ladina se atrevió a calificar de hipócritas a las personas que como la periodista, en algún momento y en ejercicio de su función periodística habían aceptado movilizarse en un avión presidencial junto con sus parejas para ir a un evento oficial de la Presidencia. Eso fue lo sucedido en el gobierno Santos cuando al parecer se armó una comitiva para participar del homenaje a la nueva santa colombiana, la madre Laura.
Pero el señalamiento de hipócritas no le cayó bien a la periodista Dávila y se descompuso de tal manera empezó a lanzarle epítetos al señor Hassan que impávido veía cómo había logrado su propósito de sacarla de su sitio profesional y llevarla a una confrontación personal que nada le favoreció a la ética periodística o al oficio de reportera.
No podemos dejarnos llevar a este terreno, que es el terreno probablemente que le sirve al uribismo donde la confrontación en términos personales y de agresión no permite el análisis serio de una situación como la que se estaba cuestionando con el tema de los viajes del avión presidencial, porque el papel de periodista se pierde, se pierde la capacidad de contrainterrogar y se deja al invitado que lleve la iniciativa hacia terrenos que no le hacen bien a nadie.
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Lo más risible fue que cuando a Vicky se le habían acabado los insultos, resolvió decirle “peludo”
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Con la voz trémula y señalándolo con el dedo sin permitirle hablar y llamándolo varias veces inepto, lagarto y lo que fue más risible, cuando ya a Vicky se le habían acabado los insultos, resolvió decirle “peludo” algo que no tiene nada de sensato porque es como si alguien para insultar una mujer le dijera peliteñida o gorda o cualquier otro epíteto que tuviera relación con su físico y no con su actuar.
Creo que debe tomarse más de una agüita de valeriana nuestra admirada Vicky para calmarse después de esta fallida entrevista. Porque también nosotros los periodistas tenemos la responsabilidad grande de estar frente a un micrófono, por ejemplo, y que ese micrófono no se convierta en un instrumento de agresión, o una trinchera desde donde se acribilla al oponente. El periodismo no debe ser agresivo sino asertivo y confrontar al entrevistado, sin insultos personales, simplemente demostrando con palabras calmadas sus errores o sus contradicciones, es nuestro oficio.
Entiendo que se haya sentido herida en su amor propio al oírse señalada de hipócrita y es humano acusar el golpe bajo que estaba utilizando el vocero de la presidencia. Pero precisamente eso era lo que quería lograr el señor Nassar y fue lo que logró desdibujando el papel de inquisidor periodístico que debía mantener nuestra colega. Debe servirnos de reflexión a todos los que ejercemos esta profesión para no caer en provocaciones, porque somos humanos y podemos habernos equivocado en algún momento. Vicky debe serenarse y, cuando se tome la valeriana, ofrecerle disculpas a los oyentes y tal vez también al señor Nassar.