Marina Storchi despidió a su novio Alan Ruschel en el aeropuerto de Guarulhos en San Pablo. Le deseó suerte por la final que iba a jugar el miércoles y le recomendó una y otra vez que la llamara apenas estuviera en Colombia. Esa madrugada no podía dormir. Un presentimiento le oprimía el pecho. La joven de 27 años llevaba días rogándole a su novio que no viajara pues creía que algo le iba a pasar. El lateral izquierdo fue sordo a las que para él eran inexplicables súplicas: en Medellín disputaría el partido más importante de su carrera.
A las tres de la mañana de la madrugada del martes 29 de noviembre Marina prendió la televisión y cuando vio el hierro retorcido, chamuscado, entendió que sus peores temores se habían hecho realidad. Intentó llamar al club, a la Confederación Brasilera pero nadie le dio respuestas. Fue el televisor el que le contó que su novio era uno de los cinco sobrevivientes, que tenía una fractura en la cadera y que, además, lo primero que hizo cuando recuperó la conciencia fue preguntar por ella y por el anillo de compromiso que descansaba, como una extensión de su cuerpo, en el anular de su mano izquierda. Desesperada quiso saber más pero otra vez sus llamadas se perdían en el vacío.Se tuvo que conformar con lo que decía la televisión: Alan debería ser operado con urgencia y varios médicos brasileros viajarían a la capital de Antioquia para atender a los pocos sobrevivientes.
El hermano del defensor Helio Zampier Neto creyó durante dos horas que su hermano había sido una de las 71 víctimas del avión de la aerolínea LaMía. Aunque llamó varias veces a la Confederación Brasilera de Fútbol nadie le dio respuesta. Fue por la televisión que se enteró del milagro: habían encontrado debajo del fuselaje a Neto. Era un amasijo de heridas abiertas y huesos rotos, pero aún vivía. Durante horas esperó noticias, un boletín que confirmara su estado. Tan sólo encontró el silencio
La desinformación era tanta que Rosangela Loureiro, la esposa de Clever Santana, llegó a creer durante horas que su hermano estaba vivo. Incluso pensó en viajar inmediatamente a Medellín para reunirse con él. El experimentado jugador que era el líder del grupo había encabezado la propuesta de tatuarse un corazón y un avión en caso tal de que lograran la hazaña de ganarle la Copa Suramericana al super favorito Atlético Nacional. De él fue la idea de pasar la navidad con los familiares del plantel en Punta Cana. El hermano de Santana también pensó que él estaba vivo, llamaron a la Confederación Brasilera pero nadie les dijo nada.
Presas de la desesperación los familiares de los jugadores no vieron una mejor manera de combatir la angustia que congregarse en el estadio Arena Condá de Chapecó. Pasaron ocho horas hasta que el titular de la Confederación Brasilera de Fútbol, Marco Polo del Nero emitió un escueto comunicado: “Se están tomando todas las providencias para ayudar a los sobrevivientes y a los familiares de las víctimas". Del Nero no viajó a Medellín porque, al salir del país, podrían hacerse efectivas las ordenes de captura que tiene por las acusaciones de corrupción que lo salpicaron durante el Fifa Gate.
Solo en el atardecer de ese martes 29 de noviembre se embarcaron dos vuelos con 190 personas que viajaron hasta Medellín para reconocer los cuerpos de sus seres queridos. Allí recibieron las voces de aliento de las autoridades antioqueñas y de cerca de 45 mil personas que se reunieron en el estadio Atanasio Girardot en la noche del miércoles 30 de noviembre, ya convertidos en hinchas del Chapecoense.