Tal vez es absurdo decir que el Estado es ladrón y no quien o quienes gobiernan, pero la connotación que imprime la expresión es simple y llanamente que lo que está podrido no son las instituciones, sino quienes las administran. Hierven en crisis, se revuelcan en fango.
El estado actual de cosas no requiere evidencias para sostener mi argumentación. Verbigracia los oscuros y probados sobornos a las Altas Cortes dejan al descubierto la podredumbre en la justicia; la intromisión del Ejecutivo manoseando las decisiones judiciales, que por sí misma constituye una acción despreciable en la armonía de los poderes.
Pero no solo son las instituciones las que están en crisis, sino el elemento humano, la especie, el individuo como sujeto pensante.
Hemos claudicado. El espíritu de rebeldía menguó en el marasmo del dejar hacer y dejar pasar, como solía decir un novelista español.
"Llevamos en la conciencia la derrota como un pendón de victoria" pero es la derrota por no actuar, por ser peones del servilismo, por no romper con lo cotidiano, permitiendo que los miserables gobiernen con agallas, convertidos en teatro de títeres mientras roban y destruyen las instituciones.
No obstante el mensaje apabullante del régimen es que todo anda bien; mentiras en un país - pueblo donde reina la desesperanza. Nuestras vidas son miserables y breves.
Un país sumido en la corrupción, el clientelismo, el quítate tú para ponerme yo, un país de trampas, es desgraciadamente como diría nuestro Nobel Gabo "exquisita mierda de gloria".
La capacidad de reacción desapareció porque todos tenemos un precio, todos mordemos la panela, el cinismo se apoderó de nuestras convicciones, sumado al inquietante afán de hacernos ricos a costa del erario sin medir las consecuencias.
El Dr. Uribe Tobón dice que el Estado está diseñado para robarlo, es cierto porque las flaquezas de la política criminal y sobre todo porque el saqueo de los recursos de los que no tienen voz, queda sepultado en la proporción de los acontecimientos.
En Colombia no existe ninguna polarización de partidos, mucho menos de lucha de clases.
La polarización que existe en Colombia es entre ignorantes o ebrios de ignorancia; eso conlleva naturalmente a que envanezcan los razonamientos ante la ciega perorata del contento con mi suerte.