En torno a la convocatoria a la marcha de protesta del 28 de abril, contra la reforma tributaria propuesta por el presidente Iván Duque al Congreso, se suscitaron cualquier cantidad de “sugerencias” y “recomendaciones” para ilustrar sobre la improcedencia de invitar a los colombianos a salir a las calles, ya que “teniendo en cuenta los altos índices de contagio en este tercer pico de la pandemia por el COVID- 19, sería muy peligroso para los marchantes y pondría en riesgo la capacidad de atención del sistema de salud”.
Así se difundió, casi que colectivamente, en la radio, en la televisión y en la prensa escrita (física y virtual), de donde se originó el calificativo, como matriz mediática, de “indisciplinados”, para referirse a los convocantes y a todo aquel que se atreviera a salir a marchar “para desafiar al COVID-19”, que circularon en muchos tonos, en las redes sociales.
Cuando un ciudadano ingresa a cualquiera de los sistemas de transporte masivo como TransMilenio, Transmecar, TransCaribe, el Mio y otros, se encuentra que, en los portales y estaciones, imponen medidas que ayudan al distanciamiento, pero apenas hace su ingreso a los respectivos articulados, dicha medida protocolaria de cuidado, queda solo en el papel. Lo mismo ocurre en los aeropuertos, todos los pasos para el abordaje son rigurosamente medidos para conservar la distancia, pero ya dentro de la nave, todo es igual que antes; pero aquí los medios masivos de comunicación, no ven nada anormal, nada irregular; no se habla de indisciplina social. Razón tienen los que han planteado el debate sobre la eficacia de las normas que por medio de decretos, imponen a los ciudadanos.
Se le ocurre pensar a uno entonces, que la “indisciplina” es protestar en contra de las medidas antipopulares de un gobierno indolente que aún sabiendo las debilidades de la economía de sus gobernados por los efectos de la pandemia, se le ocurre proponer una reforma tributaria, que en vez de ayudar a la reactivación económica de las clases medias y bajas, los conmina a tributar indiscriminadamente, en detrimento de su sustento familiar.
El lenguaje es igual para exaltar que para discriminar y con una misma palabra se manipula una idea. Con justo sentido de defensa, los marchantes, a todo pulmón coreaban la consigna: “Indisciplinados no, indignados”. Esto quizás para definir su actitud de dignidad, que aunque con cierto temor al COVID-19 se arriesgan a salir al espacio público, en grupo, para alzar su voz de protesta, porque piensan que los efectos de las medidas gubernamentales, son tan nocivas, por no decir más peligrosas, socialmente, que los del virus que nos acosa.
