Indignación, pánico… y soberbia imperial
Opinión

Indignación, pánico… y soberbia imperial

Que Petro hubiera acompañado sus decisiones con un mensaje a Trump excesivo, patético, no niega que las medidas de respuesta fueran razonables y equilibradas

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enero 28, 2025
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El envío la semana pasada por Trump de dos aviones militares norteamericanos cargados de deportados colombianos desencadenaron 24 horas dominadas por la indignación y el pánico. Cuando el presidente Petro supo la noticia de que esos compatriotas viajaban encadenados de pies y manos como si fueran los peores delincuentes, se indignó hasta tal punto que ordenó de inmediato que se negara a dichos aviones el permiso para aterrizar. Y lo comprendo: una cosa es que se deporten conciudadanos en situación ilegal y otra que se lo haga en las condiciones humillantes en las que se los estaba deportando. La policía y las autoridades de inmigración del país del norte están tan habituadas a infringir un trato vejatorio a inmigrantes ilegales y a presuntos o reales delincuentes, que el que dispensaron a nuestros compatriotas deportados les debió parecer lo más normal del mundo. No en vano los Estados Unidos de América encabezan la lista mundial de países con el mayor número de gente en prisión. Y sus cárceles de alto seguridad han sido objeto de informes muy críticos de Amnesty International, por el trato inhumano a los internos y su evidente sesgo racista.

Petro que, en sus días de militancia guerrillera sufrió torturas, es muy sensible a estos temas de derechos humanos, como lo ha demostrado con su denuncia valiente y sin fisuras del genocidio del pueblo palestino. Por lo que se comprende que  la sangre se le haya subido a la cabeza y arrebatado de pasión justiciera tomara la decisión que, ni siquiera sus más mal intencionados opositores, calcularon que sería respondida por el presidente Trump de manera tan brutal. El emperador, apenas se enteró de la noticia, subió de inmediato un mensaje a Truth Social, la red social que controla, en el que anunció una batería inmediata de sanciones contra Colombia, que incluía, la imposición inmediata de aranceles del 25% de los productos colombianos, y del 50 % en febrero. Ordenó la inspección rigurosa de nuestras exportaciones y el control igualmente riguroso de nuestros viajeros. Suprimió los visados de funcionarios del gobierno y ordenó que se le negara a cualquier militante o partidario del presidente Gustavo Petro. Y remató amenazando con acciones financieras hostiles.  Lo hizo después de (des) calificarlo por “socialista” (¡Qué más quisiera yo que lo fuera en realidad!). Petro recogió el guante, le respondió que, si subía los aranceles a Colombia, él, en reciprocidad, subiría los aranceles a las importaciones norteamericanas y pidiendo que 15. 600 ciudadanos norteamericanos en situación irregular comparecieran ante las autoridades colombianas correspondientes para regularizarla.

Cierto, el hecho de que hubiera acompañado estas decisiones con un mensaje dirigido a Trump francamente excesivo, patético si se quiere, no niega que las medidas de respuesta a las anunciadas por el presidente norteamericano fueran razonables y equilibradas. Son del mismo estilo de las que ha anunciado Claudia Sheinbaum, la presidente de México, en el caso de que Trump cumpla su amenaza de subir los aranceles a las importaciones mexicanas. Y las que es previsible que tome la Unión Europea, en el caso de que Trump haga lo propio con las importaciones europeas. Es la regla del quid pro quo, que es la garantía de que los acuerdos y los intercambios comerciales sean de mutuo beneficio para ambas partes. 


El incidente se podría haber solucionado con una nota diplomática en la que se hubiera pedido que las deportaciones se hagan con un mínimo de respeto a los derechos humanos de los deportados


Pero no fue esta comprensión la que reinó entre los numerosos partidarios entre nosotros de la obediencia irrestricta a Washington ni entre los funcionarios de la Cancillería, eternamente satisfechos de cumplir con el papel tradicional de peones de la diplomacia estadounidense. No pensaron ni por un instante que la reacción de Trump al aborto del vuelo de los aviones militares norteamericanos fue excesiva, por decir lo menos. Que el incidente se podría haber solucionado - como de hecho se ha solucionado - con una nota diplomática en la que se hubiera pedido a la administración norteamericana que las deportaciones se hagan con un mínimo de respeto a los derechos humanos de los deportados.  No ocurrió así, como bien se sabe. Todos los mencionados, empezando por el alcalde de Medellín Federico Gutiérrez Zuluaga (“Fico”, para su pandilla), entraron en pánico cuando leyeron el trino de Trump. El mundo se les vino encima de golpe. No se podían creer que Colombia tuviera un presidente ¡que se atreviera a responderle de igual a igual un presidente de los Estados Unidos de América! Cuando la norma es la obsecuencia y el Yes Sir Yes. ¡A dónde vamos a parar Dios mío! ¡Nos vamos a quedar sin visa! Sólo respiraron aliviados cuando Petro negoció el envío del avión presidencial para traer en condiciones dignas a los deportados y leyeron con satisfacción, con lágrimas de júbilo en los ojos, este trino triunfal: “Los eventos de hoy dejan claro al mundo que América vuelve a ser respetada. El presidente Trump continuará protegiendo ferozmente la soberanía de nuestra nación y espera que todas las demás naciones del mundo cooperen plenamente aceptando la deportación de sus ciudadanos presentes ilegalmente en los Estados Unidos”.

Todos los comprometidos en nuestro país con el cumplimiento del “destino manifiesto” de la única “nación indispensable”, pasan por alto el hecho que la nueva “Edad Dorada” prometida por Trump en su discurso de posesión, tiene hoy menos posibilidades de realizarse que nunca. Y no lo digo solo porque apenas unos días después de la proclamación por un Trump ensoberbecido del proyecto Stargate - que supone la inversión de 500.000 millones de dólares en IA destinados a arrebatar la supremacía de China - las acciones de las empresas norteamericanas vinculadas al mismo se hayan desplomado en la bolsa de Nueva York. Lo digo, sobre todo, porque lo único que Trump puede ofrecer al mundo es el plan de Made America Great Again, que solo puede cumplirse contrariando las necesidades y los intereses legítimos del resto del mundo. Incluidos las de Colombia. No se puede intentar someter a un mundo como el actual, donde ya Estados Unidos no es la única super potencia existente, y esperar algo distinto al inevitable fracaso.

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