“Colombia es un país que necesita indignarse para luchar por sus derechos” (William Ospina).
Welcome dicen los colombianos que por ser estrato 6 y viajan por fuera del país ya se creen americanos. Aquí se darán cuenta de que Colombia no es una nación pobre por la pandemia, por el paro y por las crisis de la moneda con el dólar en los últimos años. No, Colombia es una nación que en su frente lleva marcada una historia progresista, pero a la vez perjudicial y dañina, solo que ese lado oscuro es igual a una cicatriz que nunca desaparece a menos de que se eliminen con láser. Ese láser debe ser la juventud y la nueva sociedad colombiana porque no es posible pretender que Colombia deje de ser ese país del tercer mundo lleno de violencia, pobreza, polarizado, si se continúa haciendo lo mismo.
Entrando ahora en la indignación se debe definir como “enojo, ira o enfado vehemente contra una persona o sus actos” (RAE). Eso mismo es lo que siente el pueblo, el proletariado y toda Colombia sin excepción porque la oligarquía también tiene ese enojo.
Pero no es culpa de Duque o del COVID, es culpa de la misma sociedad que refleja su indignación en las calles, en la oratoria, en los discursos, en todas partes excepto en las urnas donde debería ser ilustre ante esa insatisfacción que tiene el colombiano que reclama y grita a los cuatro vientos su vulneración de los derechos humanos.
Contradictoriamente ellos piden el derecho a la protesta y no hacen el uso adecuado de este, además cuentan con el articulo 258 de la constitución de 1991 que establece “ el voto es un derecho y un deber ciudadano”; sin embargo, su presencia es de tan solo un 45% de la población, menos de la mitad (señal Colombia) y aun así siguen reclamando en las calles. Se trata de ser realista y decir que tanto hemos luchado y estamos luchando por nuestros derechos, pero cuando podemos practicarlos no lo hacemos, al igual que pocos guerreros son los que saben en verdad que derecho están debatiendo en la calle porque sería irónico y lo es saber que exclaman el derecho “a la protesta” y su cumplimiento, a la vez que violan el derecho al trabajo e irrumpen la ley bloqueando vías, como si pidieran, pero lo contrario ofrecieran.
Esta debería ser la verdadera indignación colombiana en la que nos demos cuenta de que no es la lucha contra el estado, sino la lucha contra la división nacional que tenemos ya sea por partidos políticos, por clases sociales, por color de piel, por lugar de residencia o por cualquier otra clasificación que desde la historia está presente y nos está matando, claro ejemplo descrito por William Ospina en su ensayo titulado como Lo que le falta a Colombia, donde un campesino se pasó a llamar montañero sin darnos cuenta de que ellos son los que nos dan de comer, por eso cuando bloquearon las vías en el paro, el gobierno urge por su desbloqueo porque el hambre es un arma letal que mata más hombres que la guerra la cual está sucediendo en este mismo momento, por esa misma razón de diferencia nos discriminamos, nos matamos, nos humillamos y lo más triste de todo es que lo hacemos porque no tenemos carácter de enfrentar nuestros mismos problemas, se los atribuimos a los demás y acabamos con ellos para “sentir que los otros son las dificultades”, como si la sociedad Colombiana fuera contraria a la filosofía y su principio de ser sociales por naturaleza.
Por otra parte, una unidad, un país deberíamos ser nosotros donde todos seamos iguales y tengamos ese mismo sentimiento patriota de sacar adelante a la nación, pero no en 10, 20 o hasta 100 años sino ahora porque ya pasaron gran cantidad de sucesos como las chuzadas, los falsos positivos, la pérdida de Panamá, el caso Odebrecht donde ha sido culpa del gobierno, de la corrupción, de la polarización y la necesidad de derramar sangre porque eso es lo que indigna, que pocas veces la solución colombiana sea un diálogo, un acuerdo. Por el contrario son los puños, los ataques físicos o verbales que también hieren. Porque a pesar de que en casa, en el colegio y en todas partes digan que la palabra es el camino no se observa en los acontecimientos y a causa de qué. La respuesta es fácil y es como diría Sun Tzu “un líder lidera dando ejemplo, no por la fuerza” todo lo contrario a lo que se refleja en los presidentes supuestos líderes supremos de Colombia ejemplo de ello el expresidente Álvaro Uribe Vélez que a través de Twitter escribió. “Apoyemos el derecho de soldados y policías a utilizar sus armas para defender su integridad y para defender a las personas y bienes de la acción criminal de terrorismo vandálico” (ya borrado) incitando así a derramar sangre y consecuente a indignar al pueblo porque lastimosamente la única manera de que Colombia completa este indignadades esa mirar el rojo por las calles, mirar como se agranda en la bandera.
Y seguimos creyendo que la solución es estar en paro, en permitir que unos digan “luchamos por los derechos” sin tener conocimiento que derechos y en que la indignación continúe por años hasta que se haga lo que se necesita un cambio como sociedad para cambiar a ese gobierno y no en la calle o en la autopista impidiendo que los otros vivan y desarrollen su vida sino en las urnas donde esa lucha y esa ira debería verse porque lastimosamente cuando son votaciones se dejan llevar por la campaña popular, por subsidios y mercados ante la necesidad, demostrando de esa forma la ausencia de carácter de los colombianos y la tendencia a ser “voltearepas” o “agua tibias”. Ahí debería prevalecer el enojo, pero como buen colombiano se dejan comprar y después reclaman algo que ellos mismo vendieron.
En conclusión, la indignación por la que luchamos nosotros mismos la causamos y el camino para dejar de estar indignados inicia en lo personal. De lo contrario, seriamos locos porque, según dice Einstein, estamos haciendo lo mismo, pero esperando resultados diferentes.