El primer disparó estalló a las 9:40 p.m. Inmediatamente empezó la persecución hasta la vereda Los Andes, dentro del resguardo indígena de Corinto. Ocho hombres vestidos de camuflado, con armas largas y en una camioneta Fortuner blanca se dieron a la huida después de que los pararan en un puesto de control de la guardia indígena en el paso de Boquerón, entre Tacueyó y Corinto. Por delante se llevaron una moto y un comunero.
En medio de la oscuridad arrancó la cacería. Sin mirar para atrás, comenzaron las ráfagas de balas contra la guardia indígena, que encontró en su propia comunidad un respaldo para detenerlos. Sin saber muy bien hacia donde estaban apuntando, una comunera terminó herida de un balazo. Sin embargo, ya no tenían escapatoria.
Eran de las disidencias de las FARC, que tienen junto a Los Pelusos azotado el norte del Cauca: hoy parece otro Catatumbo. Desde la semana pasada se venían registrando los enfrentamientos, como lo reportó el mismo Ejército. En medio de la confusión, y con varias versiones encontradas, aparecieron otras dos personas heridas y un muerto. Nadie sabe con certeza de dónde salió la bala. Algunos dicen que fue el mismo fuego cruzado de los disidentes, que terminaron matando a su propia gente. Otros tienen dudas de esa versión, pero prefirieron guardar silencio y entregarles la potestad a las autoridades indígenas.
Sin embargo, los detenidos no fueron los mismos involucrados en la persecución. Cuando la guardia indígena los alcanzó, fueron recibidos por uno de los jefes de las disidencias, que se identificó como El Gato. En medio del reclamo y la desesperación, aceptó entregar a ocho de sus hombres para que quedaran a disposición de la guardia indígena. Los habían abandonado.
Dos días después, el 6 de febrero, Cerca de 80 hombres de la guardia los rodearon con sus bastones y en el coliseo de Tacueyó, zona rural de Toribío, escucharon durante 10 horas las acusaciones en su contra. El público pedía un castigo ejemplar, y las 21 autoridades de la Zona Norte y demás Autoridades Adscritas al Consejo Regional Indígena del Cauca- CRIC escucharon a su gente. No solo los juzgaron por haber disparado y herido a una de sus compañeras, también tuvieron en cuenta la presión y “desarmonía” que han provocado con la violencia que llevaron a la región. Tuvieron la oportunidad de defenderse, pero la suerte ya estaba echada.
Treinta y siete latigazos recibieron Luis Ariel Parra, líder del grupo; Iván Pedreros, Óscar Poscue, Estiven Zaragoza, Arbey Noscué, Campo Elías y Edinson Taquinás. Además, fueron condenados a 13 años de cárcel, menos Luis Ariel Parra, quien por ser el jefe de la banda, fue sentenciado a 20 años de prisión.
Sus armas también fueron decomisadas y destruidas. A merced de la cuchilla de la sierra, fueron cortadas en pedazos y sus uniformes cortados a machete. Ahora todos serán trasladados a la cárcel de San Isidro, en Popayán, donde quedarán a disposición del Inpec, quienes los ubicarán en un patio donde están detenidos otros indígenas.