En reciente entrevista a El Tiempo, el alcalde electo de Medellín, Daniel Quintero, expresó: “Queremos que el movimiento Independientes se tome el país”. Ya para 2013 Quintero luchó infructuosamente para que otro movimiento de su entraña, el extinto Movimiento del Tomate, se “tomara el país”. Con un grupo de jóvenes que se hicieron conocidos por las particulares “tomatinas” (donde le arrojaban tomates a fotografías de figuras públicas) y una interesante propuesta de activismo en redes, los del Tomate buscaron incansablemente presentar listas propias a Cámara y una lista al Senado para las elecciones legislativas de 2014; sin embargo, se encontraron con la enorme dificultad que implica asumir las costosas pólizas para una lista ciudadana (ni siquiera se pudieron medir ante el umbral) y el sueño de convertir al Tomate en partido político se vio truncado. A la postre, Quintero terminó aspirando a la Cámara de Representantes de Bogotá por el partido Liberal (se quemó con 16.650 votos) y el Tomate literalmente se pudrió. Tras su derrota Quintero se conectó muy bien con las esferas del poder central (por el lado de César Gaviria) y aterrizó en el gobierno Santos, a pesar que inicialmente pensó en proyectar su carrera política desde Bogotá, al salir del gobierno y embarcarse en una impresionante campaña de opinión, se alzó con la Alcaldía de Medellín.
Tras convertirse en el alcalde más joven y con la votación más alta en la historia de Medellín, Quintero piensa convertir a Independientes (que también logró dos escaños en el Concejo) en un movimiento nacional. ¿Eso qué significa? Dejando de lado un aspecto retórico sobre el espacio que los sectores independientes ganaron en las pasadas elecciones regionales, la visión de Quintero podría apuntar a transformar a Independientes en movimiento político, es decir, volver a transitar el camino que ya intentó con el Tomate, pero ahora en condiciones que juegan más a su favor. Con el mero hecho de haber ganado la segunda Alcaldía más importante del país el líder de Independientes se ha convertido en una figura pública de alcance nacional. El golpe de opinión que representa que un antiuribista (en plena campaña trinó que el Centro Democrático está destruyendo el país) haya ganado en Medellín se ha sentido en todos los rincones del país y hasta medios internacionales como CNN han hecho eco de la noticia. Por el momento, ese es el principal activo de Independientes. Asimismo, el hecho de que el movimiento despunte en un momento histórico donde los extremos y la dicotomía izquierda-derecha están perdiendo peso y es evidente el potencial electoral del discurso independiente (también en Bogotá, Cartagena, Bucaramanga o Cúcuta).
¿Qué sigue? En el 2022 se realizarán las elecciones legislativas y presidenciales. Si Independientes se quiere convertir en un movimiento político nacional (en la práctica un partido político) se deberá inscribir un comité que recoja firmas para avalar su lista al Senado (al igual que listas propias a Cámara) ante la Registraduría. Esa lista (sea abierta o cerrada) deberá superar el día de las elecciones un umbral equivalente al 3% de la votación válida (en 2014 el umbral se ubicó en 355.955 votos y en 2018 en 545.592 votos). Al superar esa votación, que según proyecciones se podría establecer para el 2022 entre los 600 o 650 mil votos, la lista automáticamente ingresaría a la cifra repartidora (mínimo con tres senadores) y se convertiría en partido político al obtener la personería jurídica (que permite otorgar avales, recibir financiación pública; etc.). Esa regla la establece el artículo 108 de la Constitución Política y no aplica para movimientos étnicos que adquieren la personería con solo obtener una curul en el Congreso. Como en el país no se ha avanzado en un sistema político que posibilite la creación de partidos de afiliados o regionales (lo llegó a contemplar la fallida reforma política que nació del Acuerdo de Paz), cualquier proyecto político que se piense en clave nacional está obligado a presentar una lista propia al Senado y superar el umbral (así lo pretendía el Tomate). ¿Lo hará Independientes?
Aunque es muy prematuro para responder a esa pregunta y el futuro de Independientes depende en gran medida de la gestión de Quintero en la Alcaldía, sí se plantea como una posibilidad para institucionalizar un proceso que muchos consideran de mediano y largo plazo. Con la experiencia del Tomate el mismo Quintero se confrontó con las lógicas de un sistema electoral excluyente con los colectivos ciudadanos con vocación de poder. Sin embargo, seguramente le dejó grandes enseñanzas que desde una posición diferente lo pueden llevar a ser más estratégico en sus próximos movimientos. Fajardo no ha podido institucionalizar a Compromiso Ciudadano (se quemó en 2010 en su único intento de llevarlo con lista propia al Congreso) tan dependiente de Alianza Verde y a Federico Gutiérrez no le interesó que el movimiento Creemos continuará más allá de su estadía en La Alpujarra. Puede que, al concluir su mandato en 2023, Quintero haya logrado lo que no pudo con el Tomate, que un movimiento se su entraña se vaya tomando el país. Para lograrlo, un paso muy importante se encuentra en las elecciones legislativas de 2022.
