Su papel dentro de la campaña ganadora de Petro no fue menor, se supo que fue pieza clave en la conjunción de fuerzas políticas disímiles y distantes a las que usualmente rodeaban a Petro.
En las filtraciones hechas a la campaña, se le vio asumiendo un rol protagónico y de conducción acerca de estrategias y pasos a seguir en torno a las listas a congreso, así como de la presidencia.
Verónica, no es una figura ornamental, ni una esposa sumisa como suele ocurrir con las primeras damas que hasta ahora hemos conocido.
Su espíritu caribeño la delata en cada momento, sea en el Palacio de Nariño o sea en el Palacio de la Zarzuela, si le ponen un porro, un fandango, una cumbia o un merengue ahí la vemos moviendo sus esbeltas caderas al ritmo que sólo las caribeñas saben mover.
Esta espontaneidad le ha causado sendas y engorrosas críticas de la godarria capitalina, acostumbrada a su acartonado y frívolo andar, de impostada finura europea y hablar entre labios, típico de personalidades falsas y de poco fiar.
Es eso lo que les molesta del baile de Verónica, no sus imprudencias en el tejemaneje político.
Una mujer supremamente hermosa, con personalidad arrolladora y que poco o nada le camina a la hipocresía de la prensa arrodillada al poder.
No dejes de bailar Verónica, mueve tus caderas al son que gustes bailar, porque a este país se lo ha llevado la malparidez de la tristeza por mucho tiempo y no podemos permitir que también nos arrebaten la alegría del baile, el goce de nuestra cultura y el sueño de vivir felices, así sea el instante de un porro, una cumbia, un merengue o un mapalé.