Llegó el posconflicto con toda una canasta de transformaciones sociales de diversa índole, dentro de las cuales una de las más apetecidas es alcanzar una mayor democratización política que permita que miles de colombianos “de a pie” consoliden una oportunidad de construir opciones alternativas de participar democráticamente por el poder político, todo a través de nuevos partidos, nuevos movimientos, organizaciones ciudadanas y sociales que reviertan la pseudo política histórica de las mismas familias, ideas, discursos y propuestas.
Las legislativas parlamentaria 2018 con la incorporación del partido político de las FARC son un “laboratorio político” de una realidad que se avecina a pasos agigantados, o sea la oportunidad que la gente tiene de ejercer de verdad un poder político efectivo, duradero y sostenible como se espera de la paz en el marco del posconflicto.
En este camino nuevo de inclusión política a los excombatientes de las FARC se espera que se respeten las condiciones de los acuerdos de paz y se extermine de manera definitiva la discriminación política.
La discriminación no solo es toda aquella acción u omisión realizada por personas, grupos o instituciones, que produce y reproduce desigualdades en el acceso a recursos y oportunidades de desarrollo humano y social como lo es disfrutar de buenos sistemas en salud, educación, alimentación o empleo. Es también, la desventaja comparativa acumulada en desigualdad de derechos o de no poder decidir políticamente cómo y por qué participar en los asuntos democráticos que definen el país futuro.
Por ejemplo, la participación política de los exguerrilleros es un indicador de que Colombia está mejorando en democracia, porque muchos de estos colombianos antes excluidos ampliamente de las libertades civiles, ahora podrán decir claramente qué país desean, cuáles son los nuevos rumbos y concreciones que se necesitan en una visión prospectiva. Una reflexión singular y afín la planteaba Platón “El precio de desentenderse de la política, es el ser gobernado por lo peores hombres” claramente la frase anterior, nos indica la importancia de la inclusión política porque un país es, tan democrático en tanto su población cuente con un mayor nivel de participación, libre y soberana en los asuntos estatales que los afecta. En este sentido, se espera que los excombatientes sean bienvenidos a la política, desde una verdadera democracia, amplia, abierta y plural. Pues, ejercer discriminación política es el camino más corto para llevar a una persona al lugar de la exclusión o la marginación humana.
El camino es complejo y retador para cualquier programa de paz y reconciliación o para los próximos gobernantes, hay que aperturar espacios seguros y revertir hechos para que la participación socio-política sea positiva, no falaz.
En este aspecto, es inaudito pretender resolver tamaña problemática desde cátedras de “inclusión política” o desde pedagogías sociales que se queden solo en el papel, se requiere una política integral firme de prevención y sanción ejemplar a discriminadores políticos.
Es claro, que la discriminación en su diversidad de formas, al igual que la corrupción o las mafias son una pandemia social y estructural que afecta la estabilidad e institucionalidad estatal.
En términos psicológicos, mantener los altos índices de discriminación política provoca enfermedades mentales nocivas para la población, y un cierto deterioro de la “psiquis colectiva del país” y la democracia.
Finalmente, seguir con estigmatizaciones a los “exguerrilleros” o polarizaciones políticas dificulta construir la paz, la reconciliación y un sentido democrático amplio. Sobre todo ahora que se reincorporan los excombatientes a la vida civil, la discriminación constituye una de las principales barreras democráticas para el país que sigue, el de los acuerdos sociales sensatos y políticamente progresista. Por lo tanto, es urgente implementar en el marco de los acuerdos para el posconflicto acciones de discriminación positiva o mejor programas nuevos, alternativos y de cambio a los prejuiciosos pensamientos instalados en un gran número de ciudadanos. Es decir, es imperante fortalecer la inclusión política, el respeto, la educación, la identidad, los derechos humanos, el reconocimiento y valoración de los aportes que históricamente la población más discriminada: campesinos, víctimas, desplazados, mujeres, negros, excombatientes e indígenas hemos realizado al país diverso que somos.