Al abrir la llave de la radio y televisión fluyen las noticias: masacres, asesinatos, robos, corrupción política, bajo la sombra de un gobierno democrático, en estos tiempos la pandemia. Y esta no tiene mayor acogida, dado que al salir a las calles y a las plazas bien parece que se viviera en tiempos de normalidad… todo con la boca cerrada. Las pompas fúnebres se han suprimido. Las cuadrículas de la ciudad que agrupan a estudiantes universitarios, bibliotecas, colegios, escuelas, estadios, preescolares, cafeterías y restaurantes respiran los vientos de la soledad.
Así, que, al abrir el ciberespacio, en las mañanas, se despliega el chorro de las “verdades”, de la difusión de contenidos engañosos. Mucho más cuando la noticia falsa se repite una y otra vez, y, lo peor cuando la opinión encierra apariencia, ilusión o engaño. Es claro e innegable que la pandemia desorganizó el entramado económico. La peste hizo visible el desbarajuste político. El desempleo abrió el camino de la rabia y cuestiona la resignación cristiana de la pobreza. Y la esperanza de volver a la normalidad de lo anormal se esfuma, mientras todos los fuegos de la peste arden con una alegría cada vez más grande en el horno crematorio. Y la misión de los médicos desvirtuada porque la tarea se reduce a descubrir, ver, aplicar, registrar y desahuciar, pues no se tiene la droga o el fármaco seguro para atajar el virus.
Los científicos en los laboratorios experimentan, observan y hacen inducciones y deducciones. A su vez, el optimismo de las estadísticas es dudoso ya que pregonan la cercanía del pico. Y en la calle todo el mundo sabe que no se puede tener confianza ni en sí mismo ni en el vecino.
Y en medio de la situación desbordante cuando no se sabe cuál es la salida del atolladero hay quienes se atreven a lanzar la red con la esperanza de hallar, si no una pócima que dé final al virus, un paliativo. Y es el caso del médico quien intenta atajar la infección que crece sin mayores obstáculos. Pero el médico Klinger es cuestionado, a pesar de que el Interferón ha dado resultados en China o en Cuba. Y el galeno cae en desgracia ante los ojos del Invima, a pesar del impacto benéfico del Interferon en Popayán y algunos pueblos de Nariño.
Es bastante significativo que el Invima recurra al allanamiento de la fundación de Klinger. En lugar de apoyar el camino paliativo formulado por el médico, se recurre a que no hay autorización, a que no se le ha permitido la investigación, a entorpecer el trabajo. No sé tiene la capacidad de analizar si ante la situación inusual de la pandemia el quehacer, el conocimiento del médico traza un camino que señale una posible salida, en este tiempo en el que se da vueltas y vueltas sin avanzar. Y la pregunta que brota en el espíritu: ¿en qué se basa el Invima para afirmar que el Interferón no sirve para paliar la pandemia?