A medida que pasan los días se mira en el horizonte la expiración de un gobierno que ha intentado ser distinto a los demás de su clase. Una historia que empezó a escribirse a raíz de la decisión gubernamental que abrió las puertas a una iniciativa que el oprimido pueblo había planteado desde hace décadas, pero siempre oídos sordos a esta clemencia. Aun no se ha determinado cuan exitosa sea esta determinación de una administración de seno conservador.
Lo que sí está claro es la ruptura de un paradigma que tanto daño había incrustado en el desarrollo de los pueblos. Es la oportunidad que Colombia ha añorado desde mucho tiempo. Ahora la discusión es sobre lo que viene; lo que le espera a esta patria tan azotada por la corrupción y violencia, solo de imaginarse se consagra en incertidumbre, motivo que el ejecutivo aún no cuenta con un efectivo plan de acción para dar cumplimiento a los acuerdos pactados.
Se observa que Santos no posee el carácter que debe tener un gobernante serio y plantado sobre sus cabales. Es ridículo mirar que sus propios ministros y otros funcionarios no le copien la tarea, y más bien se la pasen con desenfocados comentarios generando incertidumbre en la gente. Es verdad que cualquier empleado puede opinar sobre temas de país, otra cosa es lanzar puyas al aire con veneno camuflado, eso sí que le hace daño a los principios elementales de la paz.
Por un lado un ministro de la Defensa exponiendo dudas que él sabía desde el inicio cuales son las respuestas, irritando el ambiente que por cierto está bastante caldeado, esperando la chispa de un cerillo para encender la llama, que atolondraría a los de sueño liviano, provocando mayor confusión de la existente. A esta altura que un empleado público de alto nivel venga a desconocer lo pactado, no tiene presentación. Para nadie es un secreto que uribistas y godos se comen las uñas rogando que estos comentarios crezcan y que personas como el vicepresidente se vayan en contra de lo establecido.
Otros ministros como el de Agricultura y Desarrollo Rural, Aurelio Iragorri Valencia, quien baila su tango lejos de la música que debiera bailar. Este personaje jamás se le ha visto conjugando sus actuaciones con lo consagrado en el proceso de paz, especialmente en lo concerniente a la reforma rural, trascendental en la implementación de los acuerdos. Iragorri Valencia, parece ser ministro del Centro Democrático, no es claro en sus apreciaciones y nulo en sus acciones. Estadísticas actuales enseñan que serían más de 160 mil hectáreas de coca las sembradas, dato que exige una inmediata respuesta de esa cartera para contrarrestar el problema
Obvio que el ejemplo a seguir para el apático comportamiento de estos señores frente a la desarrollo de la política pacificadora, es el vicepresidente de la República, un hombre que anda en otro cuento, nada que ver con la problemática del país, y de seguro, inmediatamente renuncia a su envestidura será el primero en irse lanza en ristre contra el proceso de paz. Sus escuetas intervenciones sobre el tema no dejan duda, se ve una persona forzada a mantener un discurso hipócrita. Germán Vargas Lleras, será la cuña que más apriete. Desde ya se vislumbra un panorama lúgubre para ‘Juanpa’.
Lógicamente que el responsable de la irreverencia de los subalternos es el presidente de la República, simplemente porque él los nombra. Como dicen algunos analistas, muchos de estos trabajadores del gobierno jamás han estado de acuerdo con el pacto de La Habana, solo fingen como buenos samaritanos, pero en el fondo no son más que unos peones de Uribe Vélez. Estas actitudes dan a entender un desasosiego entre ellos, traduciéndose en resultados con desaciertos o simples saludos a la bandera.
Con un equipo de trabajo tan incoherente como este, es tortuoso desatar el nudo que dé rienda suelta al mandato popular; la presión nacional es demasiado grande, se necesita de un gobierno sólido y firme en su criterio para empezar a concretar lo proyectado.
Que no sea la incertidumbre la que domine la mentalidad macondiana. Ministros que renuncian para ser candidatos al congreso; un vicepresidente que hizo campaña a la presidencia con recursos públicos y otros que sueñan con el patrón del Ubérrimo regresando a la Casa de Nariño, son los que hoy transmiten desaliento ciudadano.
Colombia requiere con urgencia un grupo de gente enfocada en abrir el camino para la concreción de una paz duradera. El presidente está en la obligación de prescindir de los servicios de estos ineptos interesados y rodearse de profesionales idóneos y comprometidos con el bienestar y futuro del pueblo.