Cada persona vive e interpreta de manera diferente las situaciones que le pone la vida, depende de nosotros cómo las manejemos, si positiva o negativamente. Todo está en nuestra mente.
Creía que la pesadilla había iniciado el pasado 16 de marzo del 2020, cuando por primera vez en mi vida me cancelaron clases en mi universidad por mantener una cuarentena que evitaría el contagio del COVID-19. En ese momento no lo dimensioné tanto como ahora, simplemente lo veía como una restricción que iba a durar un par de día. De hecho, imaginé que volveríamos después de un par de semanas a la normalidad.
Desafortunadamente, entre las semanas del 8 al 29 de marzo se empezó a desatar una mortandad incontrolable en otros países como Italia y España, donde fallecían cientos de personas a diario. Hasta ahora son 12.641 los españoles víctimas mortales del virus y 15.887, los italianos.
Sé las cifras porque tuve que vivir la pérdida de un familiar a causa del virus en otro país. Es un dolor que ninguno quiere experimentar y que por supuesto no se le desea a nadie, porque a partir de la primera empieza la incertidumbre, el miedo y el dolor de pensar que pueden venir más.
El 18 de marzo, en las horas de la tarde, mi familia y yo recibimos la triste noticia. Fue en ese preciso momento cuando realmente inició mi pesadilla.
Cada persona tiene una visión y reacción diferente ante cualquier situación, buena o mala. En mi caso, este tipo de situaciones son en las que más frágil y sensible puedo llegar a sentirme. ¿Por qué? Esa es una pregunta que me gusta hacerme. Supongo que la respuesta tiene que ver con que me hacen sentir viva, amada, consciente, frágil y con muchos sentimiento a flor de piel que me hacen sentir cada vez más humana. Gracias a todos estos sentimientos encontrados logro entender la importancia de cuidar a mis seres queridos, de crear conciencia y sobre todo de ayudar a los que más lo necesitan.
Esta cuarentena ha sido un sin fin de sentimiento diarios, de dolor por las muertes, por las familias que sufren, por las personas que no tienen techo ni comida, por los inmigrantes, por los animales abandonados, en fin… pero también de felicidad por estar con mi familia, de agradecimiento por todos los privilegios que tenemos, ya que gracias a ellos puedo ayudar a otras personas.
Indiscutiblemente, para mí este momento es de unión, agradecimiento y mucha reflexión.