De las más perversas estrategias de control territorial y de demostración de poder, que han hecho uso los actores armados al margen de la ley en la ruralidad colombiana, han sido la estigmatización, eliminación sistemática y, entre otros crímenes, el desplazamiento forzado por la violencia, a través de atentados contra todo lo que une e identifica a una comunidad: sean sus símbolos culturales, sus íconos e hitos históricos; sus líderes sociales y políticos, sus cultores, sus maestros, sus chamanes; sean sus lugares de encuentro, de creación, de oración, de reunión y de celebración; es decir, violentar todo lo que les genera arraigo y relacionamiento con el territorio, para después colocar la bandera de su nuevo orden criminal, arbitrario, rentable y de cooptación.
En pleno siglo XXI, como si fuera la época de la conquista y la colonia del imperio chapetón, ocurren estos graves hechos de total rechazo, como son la quema de las Kankurwas – Unguna y Usha – de los Pueblos Wiwa y Kankuamom, que atropellan su dignidad, saber, cultura ancestral, espiritualidad y derechos de los pueblos originarios del lugar que se considera el equilibrio y centro del mundo: la Sierra Nevada de Santa Marta.
Esto no se puede dejar pasar. No se puede en tiempos de búsqueda de la paz, seguir revictimizando a los pueblos indígenas, llenándolos de miedo, hambre, zozobra y aumentando las brechas de pobreza en sus territorios. Es un crimen contra la humanidad la pérdida del patrimonio material e inmaterial de los pueblos Wiwas y Kankuamos, como lo son sus casas ceremoniales. Es una vuelta al fascismo rodeado de segregación, discriminación, desplazamiento, exclusión, etnocidio, como en las aciagas épocas de lo que han llamado la reconfiguración cooptada del territorio a través de la presencia de organizaciones de autodefensa en la región caribe. Cuando decían que todo lo que oliera a diferencia había que exterminarlo; y que aún parece que la serpiente sigue viva.
Al respecto en contundentes comunicados de repudio, las autoridades indígenas han denunciado la presencia en su territorio ancestral de grupos armados ilegales y de actores extractivista de la minería informal quienes han intentado cooptar a las autoridades indígenas y ante su rechazo, vendrían las retaliaciones. Asunto que las autoridades indígenas denunciaron en Audiencia con la Corte Constitucional y la Procuraduría General de la Nación, el pasado primero de Agosto en Nabusímake, la Capital del Pueblo Arhuaco.
La relación entre lo divino y lo humano, y con la naturaleza, en sus símbolos, sus prácticas y las creencias de los pueblos indígenas, se acerca mucho más entre sí. Puede sonar demasiado místico o difícil de comprender en la mirada occidental, no obstante, nuestros pueblos originarios cuentan con una visión del mundo distinta que en el marco del bien supremo de la vida, del enfoque diferencial, del derecho a la autodeterminación de los pueblos, del desarrollo sostenible y de la construcción colectiva de la paz, en un país democrático, multicultural y pluriétnico, como lo pregona la constitución de 1991, es necesario respetar, desarrollar, amparar y proteger. Solidaridad con el pueblo Wiwa y Kankuamo e indignación ciudadana. Ojalá estos crímenes no queden en la impunidad.